Los días aciagos de 2014, cuando la cuasi dictadura del morenovallismo azotaba a Puebla, perseguía a los defensores de derechos humanos, abusaba de los pobres y los vulnerables y aplastaba a los opositores, muchos nos creímos la simulada convicción que la entonces diputada federal perredista poblana, Roxana Luna Porquillo, enarbolaba de defensa de los pueblos descobijados, a quienes el entonces habitante de Casa Puebla, Rafael Moreno Valle Rosas, atacó sin piedad con su policía, por protestar.
La militante perredista y supuesto rostro de apoyo de quienes sufrían los abusos del oscuro y corrupto régimen, que había pisoteado muchos derechos y libertades, simulaba ponerse del lado también de los habitantes de Canoa y de otras comunidades. Pero no lo vimos.
En la tribuna de la LXII Legislatura (2012-2015) esgrimía argumentos de preocupación por los poblanos y recitaba discursos.
No advertimos entonces el disfraz y el interés político de su tribu, Alternativa Democrática Nacional (ADN), que encabeza todavía el vividor de los grupos clientelares en el Estado de México, Héctor Bautista López.
Muchos creímos en su causa, bastantes reporteros que cubrimos, en ese tiempo, el movimiento de San Bernardino Chalchihuapan, junta auxiliar del municipio de Santa Clara Ocoyucan, Puebla.
El infausto 9 de julio de ese 2014, en una protesta que azuzó -hoy lo sabemos- fue asesinado por la policía morenovallista que comandaba Facundo Rosas Rosas, un niño de 13 años.
Acompañamos la cobertura y, por qué no admitir el error, a su movimiento político.
Luna Porquillo era una política de alto respeto entre los reporteros que, con convicción y con riesgo, exhibimos los abusos de la criminar cuasi dictadura morenovallista. Nos equivocamos.
Fueron años de temor, pero también de principios. Creíamos en esas causas.
Recuerdo la decena de cajas en su oficina del Edificio B, cuarto piso, del Palacio Legislativo de San Lázaro, en donde fui convidado por la legisladora para revisar el largo expediente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) sobre el caso.
Luego en su oficina personal, en Cholula, tuve acceso a muchos expedientes más.
Parecía entonces una líder genuina.
La historia es larga, pero en resumen, poco a poco, se descaró.
Terminó siendo servil al morenovallismo y a Rafael Moreno Valle Rosas. Fue candidata en 2018 a diputada federal y acompañó el escandaloso fraude de Martha Érika Alonso Hidalgo. Sin principios, sin convicciones, sin pudor.
Roxana este martes azuzó una manifestación, que terminó en violencia, con la falsa bandera de oponerse a la verificación.
Pone como carne de choque a jornaleros de Cholula, a horticultores que creen en ella, como lo hicieron los habitantes de Chalchihuapan.
Roxana ha ganado notoriedad andando sobre violencia, protestas y sobre sangre.
Pero el mayor cadáver de Luna Porquillo no está en su clóset, ni en su historia, ni en su currículum.
Está en su sombra y en la dignidad muerta que arrastra.
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