presidenciaFoto: EFE

En el proceso de 2006, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, varios cómplices, una facción perversa del Partido Acción Nacional (PAN) y la fuerza y el dinero de los poderes fácticos de entonces, le robaron la Presidencia de la República a Andrés Manuel López Obrador. No tengo dudas.

Lo vi como reportero, me lo dijeron con cinismo los protagonistas de embarazar urnas, de escamotear votos, los candidatos de institutos de oposición que se bajaron de sus contiendas, para favorecer, desde sus posibilidades, al panista.

Fue un fraude de Estado que involucró a medios de comunicación e instituciones, esas que mandó el tabasqueño “al diablo”, con sobrada razón.

Les robaron a millones de mexicanos la posibilidad de la llegada más temprana de un gobierno de izquierda -con el que se puede estar de acuerdo o no-, para instaurar un narcogobierno.

Hoy lo sabemos, porque un jurado de una Corte de Nueva York ha encontrado culpable a Genaro García Luna, el general calderonista de la “guerra contra el crimen organizado”, en cinco cargos graves, relacionados principalmente con su colusión y servicio a cárteles de la droga.

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Las circunstancias señalan que la administración de Felipe, de 2006 a 2012, fue un presunto narcogobierno, aunque él diga lo contrario, refugiado en el extranjero y con un enorme miedo.

Genaro García Luna, su titular de Seguridad Pública durante toda la administración, de diciembre de 2006 a noviembre de 2012, fue hallado culpable de cinco cargos: conspiración para la distribución, posesión e importación internacional de cocaína; declaraciones falsas para solicitar la ciudadanía estadounidense en 2018 y participación continua en El Cartel de Sinaloa.

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La fraudulenta unción

El 1 de diciembre de 2006, para que en el Salón de Sesiones de la Cámara de Diputados rindiera protesta Felipe, fue el PRI de Manlio Fabio Beltrones Rivera el que organizó un operativo para meter al michoacano por una pequeña puerta que los perredistas, quienes habían tomado prácticamente el recinto, habían olvidado. Va de la sala de conferencias, al espacio conocido como “trasbanderas”, que lleva luego a las tribunas y a la mesa directiva.

Fue el guerrerense Manuel Añorve Baños, hoy senador, quien acompañó a Felipe de Jesús. Estuvo a su lado todo el tiempo y aparece en las ignominiosas fotografías.

Una tramposa entrada, para una fraudulenta unción, de un robo de la Presidencia que terminó en narcogobierno.

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El Felipe de ayer y hoy

Resulta inverosímil suponer que Felipe no supo lo que hacía su general. Que Felipe no vio. Que Felipe no consintió la colusión y los crímenes de guerra, de su guerra.

Foto: CUARTOSCURO

Aunque complicado de entender, tampoco se puede dejar de reflexionar sobre qué pasó con el idealista que en julio de 1988 hacía huelga de hambre en una tienda de campaña, en el monumento a la Independencia en la Ciudad de México, al lado de Manuel de Jesús Clouthier del Rincón, El Maquío, por el “robo”, entonces, de la Presidencia por parte de Carlos Salinas de Gortari y un Partido Revolucionario Institucional (PRI) que comenzaba su franco declive.

Qué circunstancias tuvieron que pasar para que el heredero de cristeros de Michoacán se pervirtiera al grado de él mismo, robarse la Presidencia años después, en 2006.

El joven demócrata de derecha, que recitaba las enseñanzas de Manuel Gómez Morín, terminó siendo un rapaz político que se fue a vivir a Los Pinos (entonces la residencia oficial) “haiga sido como haiga sido”.

Ya en su espuria Presidencia, Felipe de Jesús ungió general de su “guerra” a Genaro García Luna. Cientos de miles de muertos después y cientos de millones de dólares, que presuntamente recibió, henos aquí en el veredicto de la historia.

Como millones de mexicanos, pienso que Felipe siempre supo.

Foto: EFE

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