La edad no es impedimento para disfrutar la vida, para sonreír, para bailar y para darse la oportunidad de conocer a nuevas personas con estilos de vida diferentes, así lo demuestra Lulú, quien a sus 81 años es ejemplo de resiliencia y amor a una misma.

María de Lourdes Palafox Gómez nació el 6 de marzo de 1942 y actualmente es una de las mejores alumnas de zumba del salón K Latino, ubicado en la colonia Santa Bárbara de la ciudad de Puebla. En ese lugar, todas las tardes se reúnen mujeres de todas las edades para bailar al ritmo de cumbia, bachata o salsa.

Hace un par de décadas Lulú acudía a salones familiares como «El Club de Leones», en el Centro Histórico; «El Albatros», en Xonaca; y «El Rodeo Tropicale, en El Carmen, pero la permisividad de las autoridades para que entraran drogas y trabajadoras sexuales la ahuyentaron de estos lugares.

En 2002 Lulú se quedó viuda a los 60 años, de los cuales vivió 40 prácticamente encerrada. Su esposo no la dejaba salir a la calle más que a la carnicería de la esquina de su casa, todas las demás compras las realizaba él.

El machismo que vivió durante su matrimonio lo tenía normalizado, así que ella solo se dedicaba a cocinar en enormes cantidades para su familia, incluidos suegros y cuñados.

Nunca se ejercitaba y siempre fue una mujer “llenita”. Su esposo le decía que no necesitaba adelgazar ni ejercitarse porque para él ella estaba bien así, gordita.

Cuando el esposo de Lulú falleció recibió atención psicológica para salir delante de su duelo. El consejo médico fue que buscara una actividad para distraerse, de ahí surgió la idea de bailar.

“Me dijo el doctor que si me gustaba hacer manualidades, le dije que no porque todo el tiempo iba a estar sentada. Me dijo que fuera a nadar y no me gusta porque me trago el agua. Me preguntó: ‘¿Le gusta bailar?’ y le dije: ‘Sí doctor, me gusta mucho, mucho’. Y me dijo: ‘Pues váyase a bailar’. Y me iba a bailar de cuatro de la tarde a nueve de la noche, todos los días, hasta sábados y domingos», dijo.

«Desde ahí empecé a hacer ejercicio y me siento muy bien porque una tiene que ver por una misma. Los hijos tienen muchas responsabilidades y por eso yo veo por mí y hago mucho ejercicio, bueno lo que puedo. Tampoco me comparo con las jóvenes, pero luego ellas se cansan y yo no”, recordó.

Lulú comentó que muchas mujeres recargan la responsabilidad de su cuidado en los hijos, pero consideró que deben pensar que ellos están viviendo su vida a su manera y trabajando.

Esta octogenaria llegó a los estudios de Zumba allá por 2010, cuando decayó la actividad de los salones de baile en donde diariamente gastaba 40 pesos mínimo: 10 de entrada, 20 para una mesa y 10 pesos por un refresco.

Para ese entonces la Zumba se convirtió en el movimiento fitness de moda, al cual se unió “Lulú” a sus 70 años al igual de miles de mujeres en todo el mundo, quienes además de bailar, tonificaban su cuerpo por los movimientos utilizados, todo por uno costo de 20 a 30 pesos por clase.

Lulú también come saludable para conservar la salud.

Además de ejercitarse bailando zumba y con largas caminatas, Lulú basa su alimentación en semillas de girasol, almendras, nueces y otras leguminosas secas altas en propiedades proteínicas.

Otro hábito diario de esta mujer de la tercera edad es tomar leche búlgara todos los días en la mañana y en la noche, misma que licua con proteína para deportistas de alto rendimiento, con fruta de temporada y arándanos que le sirven como antioxidantes naturales.

“A las mujeres les recomiendo que tengan mucho cuidado con su salud y que hagan mucho ejercicio, porque no sabemos qué vueltas da la vida y si más adelante habrá gente que pueda atendernos o nos vayan a meter a un asilo. No sabemos cómo vayamos a quedar a los 80 o 90 años, así que lo mejor es cuidarnos con anticipación”, dijo .

Lulú vive sola desde que se quedó viuda, su independencia económica es gracias a la pensión que tiene porque su esposo era maestro federal.

Ella tuvo dos hijos. El varón falleció joven y su hija, quien ahora tiene 50 años, vive en otra colonia, por lo que Lulú procura mantenerse ocupada la mayor parte de día. Va a misa, al mercado y los fines de semana a danzonear al parque de Analco.

Sobre el machismo que le tocó vivir a la mayoría de mujeres de su generación, reconoció que se sentía asfixiada por su celoso esposo que no le permitía salir, ni ser independiente.

Al obtener su libertad e independencia con la muerte de su esposo, Lulú ahora habla sin miedo y recomienda a las mujeres armarse de valor para decirles a los hombres que tienen los mismos derechos que ellos.

“Ahora me siento muy feliz, porque lo que más me da alegría es que no me duele nada, camino mucho, voy y vengo, estoy feliz porque soy libre y he podido viajar a Tierra Santa, a Europa, a la India y Egipto, he llegado hasta la Patagonia (…) Pienso bailar hasta que Dios me dé vida. Sé bailar hasta bachata, no como las chicas de hoy, pero a mi edad lo puedo bailar”, dijo.

Lulú ya no sale de noche, la inseguridad es lo único a lo que ahora le tiene miedo, también por eso dejó de ir a los salones de baile, pero siempre encuentra un lugar dónde bailar antes de que se meta el sol.

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Por Mónica Franco

Periodismo de género, reportera y columnista. Soy sobreviviente, insurrecta e independiente. Amo la libertad y escribo historias de imperfectas como yo. Creo en las hijas del pueblo, en las que llegamos sin mediación de un hombre y que caminamos a la par de ellos.

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