Fui esposa antes de ser sexoservidora. Yo doblaba turnos en las fábricas, trabajaba día y noche descuidando a mis hijos. No tenía quien los cuidara, no me daban permiso de ir a la escuela y no pude más.

Conie tiene unos ojos verdes grandes y vivaces que delatan su energía, su fortaleza y su experiencia de vida. Ella tiñe su cabello de rojo escarlata y viste leggin de color azul rey, una sudadera blanca y tenis deportivos. Conie es sexoservidora desde hace 28 años, y ahora que tiene 52 está pensando en retirarse y dedicarse exclusivamente a ser feliz.

Sentada en la sala de El Taller AC, reflexiona sobre la vida que le tocó vivir, sobre la inseguridad y la extorsión que viven quienes comercian con su cuerpo por voluntad propia, sobre la trata de mujeres y sobre el amor.

Conie recordó que a los 24 años se quedó sola con dos hijos y así llegó primero a una maquiladora de ropa, y luego a la armadora alemana de autos, en donde además de un raquítico salario fue víctima de acoso sexual y despido injustificado.

Fui esposa antes de ser sexoservidora. Yo doblaba turnos en las fábricas, trabajaba día y noche descuidando a mis hijos. No tenía quien los cuidara, no me daban permiso de ir a la escuela y no pude más. Preferí dejarlos dormidos y salirme a trabajar, cuando despertaban yo estaba ahí para atenderlos”, contó.

Así fueron los inicio de Conie en el sexo servicio en el Paseo Bravo, que aún sigue siendo su lugar de lo que considera un trabajo tan digno como el de una maestra, una doctora, una dentista o una periodista. “Trabajé en esto porque no me quedó de otra, y no porque no tenga un título universitario valgo menos como mujer.  Trabajé para mis hijos y después de ellos solo está Dios, nadie más”, dijo.

Entre la trata, la violencia y la extorsión

Conie ha visto de todo en los 28 años que ha ejercido el sexo servicio, desde el maltrato que sufren las mujeres formadas a lo largo de la 14 Poniente a plena luz del día, y que son regenteadas por padrotes a la vista de las autoridades municipales, hasta como los trasvestis que dejaron de ser el atractivo de un centro nocturno para convertirse en una competencia desleal.

“En la 14 hay niñas, mujeres marginadas, mujeres que les quitan a sus hijos y con eso las extorsionan para seguir ahí. Mujeres que no saben de sus derechos básicos como seres humanos, mujeres que le tienen que dar todo su dinero a los padrotes y se quedan sin nada”, señaló. Añadió que el sexoservicio es un negocio en donde hay mucho dinero, y por eso los trasvestis salieron a las calles competir por los clientes.

“Por ellos somos recriminadas, difaman nuestro trabajo, aunado al aumento de adicciones de compañeras que no se saben controlar y a la inseguridad que hay. Hemos visto balaceras y hasta nos han arrojado a una compañera con la pierna acuchillada”, recordó.

En los policías municipales no confían, pero es mucho mejor que tener un padrote pues a los uniformados les dan 200 o 300 pesos, y a veces hasta “orales”.

Quieren el servicio de a gratis. No levantan en disque operativos y nos llevan a calles en donde ellos saben que nadie los ve. Ahí nos piden dinero y hasta orales, no se conforman con el dinero”, enfatizó.

También reconoce que el sexo servicio no debe estar a la vista de familias, de niños, ya que es un trabajo que requiere de discreción por quienes lo ejercen y por quienes lo solicitan.

“Si al gobierno no le gusta vernos en una esquina en donde hay familias, niños, ¿porque no darnos una zona de tolerancia. La tradicional es Reforma y Paseo Bravo, que nos dejen ahí con un horario, por ejemplo de 11 de la noche a 5 de la mañana”, explicó.

Trabajo y amor, ¿Se pueden combinar?

Conie aseguró que en muchas ocasiones los hombres casados acuden a ellas para contarles sus problemas en el trabajo o en su casa, esos problemas que sus esposas dejaron de escuchar. Dice que a veces los hombres la buscan como dama de compañía y ella debe transformarse de sexo servidora a psicóloga.

La interrumpo y le pregunto del amor. Primero sonríe y me dice que algunos hombres acaban enamorándose de ellas por el buen trabajo que realiza escuchándolos y atendiéndolos; después nostálgica, confiesa que solo amo al padre de sus hijos.

“Yo no tengo sentimientos, tengo que tener buena cara. Soy una dama de compañía. Y sí, hay hombres bien guapos que parece que bajaron ángeles del cielo, pero no puedo verlos mas que como clientes”, señaló. Añade que su único y más grande amor son sus tres hijos que actualmente tienen 31, 28 y 23 años, y quienes desde pequeños saben en que trabaja.

“Hay compañeras a las que les da vergüenza su trabajo, lo ocultan a sus hijos pero yo las cuestiono sobre que les dicen cuando ven que salen arregladas por las noches y regresan con dinero. Mis hijos me llaman por teléfono para saber si estoy bien y si no me han levantado en un operativo”, contó. De repente las lágrimas brotan de sus ojos y aunque asegura que sus hijos están orgullosos de ella y que la integran a sus vidas y reuniones, ella prefiere apartarse.

Conie teme que en alguna reunión alguien la reconozca o sepa a lo que se dedica, lo cual la tiene sin cuidado a ella, lo único que le importa es que su profesión perjudique la imagen de sus hijos debido a que el mayor es militar, la mediana es maestra y la tercera estudiante.

Pensando en el retiro definitivo

Para concluir la conversación Conie me cuenta que está pensando en retirarse, ya casi no va a trabajar al Paseo Bravo pero conserva a algunos clientes fijos.

Me cuenta que con dos salidas al día de no más de dos horas cada una, que incluyen, desayuno, comida o cena, una buena conversación sobre la vida y en ocasiones sin que exista sexo de por medio, gana 800 pesos. “Siempre tengo dinero en mi bolsa. Me regalan perfumes, celulares, ropa, lo que yo quiera o necesite.

El chiste está en saber como pedirlo. Con los años aprendí lo que valen y lo que sufren los hombres para ganar dinero, solo necesitas tratarlos bien, ese es mi trabajo”, concluyó.

Conie es una de las activistas que saldrán este domingo 14 de Octubre a las 12 del día para caminar en la “Marcha de las Putas”, con la que se busca reivindicar a todas las mujeres con su diversidad de estilos de vida.

Por Mónica Franco

Periodismo de género, reportera y columnista. Soy sobreviviente, insurrecta e independiente. Amo la libertad y escribo historias de imperfectas como yo. Creo en las hijas del pueblo, en las que llegamos sin mediación de un hombre y que caminamos a la par de ellos.

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