“Es verdaderamente difícil darse cuenta de que hacen falta solamente 17 segundos para que el METRO de México se encuentre corriendo a 80 kilómetros por hora«.
El 4 de septiembre de 1969 se inauguró la primera línea del Sistema de Transporte Colectivo Metro (STCM), la rosa, que llevaba entonces de Zaragoza hasta Chapultepec. El primer viaje, lo dio el Presidente Gustavo Díaz Ordaz con su gabinete e invitados especiales.
Abordaron en Insurgentes y viajaron casi por completo por los más de 12 kilómetros que recorría el convoy. La construcción inició dos años antes, el 19 de junio de 1967, una fecha que con el tiempo se volvería simbólica para el Metro, pues un año después se dio el primer “taladrazo” para construir las Líneas 2 y 3; y el mismo día pero de 1969, el primer director del STCM, Leopoldo González Sáenz y el del Metro de París, Georges Deron, depositaron los primeros boletos dentro de los torniquetes y dieron un recorrido para comprobar que el sistema estaba listo para estrenarse.
Antes de todo ello, hubo algunas dificultades para que el proyecto fuera aceptado.
Según información del Archivo General de la Nación (AGN), la compañía Ingenieros Civiles Asociados presentó un anteproyecto de tren subterráneo para mejorar la movilidad de la ciudad que fue rechazado en reiteradas ocasiones por varios motivos: el principal era que la ciudad se encontraba en una zona sísmica, su suelo era pantanoso y susceptible a inundaciones.
Estos argumentos sustentaban la negativa para oponerse a la magna obra del entonces Regente de la ciudad, Ernesto Uruchurtu, conocido como el “regente de hierro”. Sin embargo, se supo después que la verdadera razón por la que el Regente se opuso, fue para evitar que la mancha urbana creciera descontroladamente.
Tal como sucedió, se fueron poblando los lugares por donde pasaba el Metro, proyecto que aceptó Alfonso Corona del Rosal, regente del Departamento del Distrito Federal, que lo sucedió.
La primera etapa incluyó tres líneas y finalizó oficialmente el 20 de noviembre de 1970, con la inauguración del tramo Tlatelolco – Hospital General; aunque en realidad, se terminó de construir hasta agosto de 1984 con la adición de Tacuba a Cuatro Caminos, de la Línea azul.
Tal como el “regente de hierro” lo vaticinó, cada punto que el Metro tocaba, no sólo se pobló, también cambió los patrones económicos, sociales y culturales. Se acortaron distancias y se conectaron centros productivos, de servicio y habitacionales.
“Es verdaderamente difícil darse cuenta de que hacen falta solamente 17 segundos para que el METRO de México se encuentre corriendo a 80 kilómetros por hora. Más increíble aún es el hecho de que tantas toneladas se detengan hasta el reposo absoluto sin sentir sacudidas, ni presiones y sin caerse unos sobre los otros”, se podía leer en una edición del periódico oficial del Estado Mexicano, llamado El Nacional.
LA IDENTIDAD
La identidad gráfica que el Metro lleva consigo hasta el día de hoy, desde su logotipo a la iconografía de cada estación y la señalización en general, corrió a cargo de dos mexicanos, Arturo Quiñónez y Francisco Gallardo y el diseñador estadounidense Lance Wyman, quien después de los Juegos Olímpicos de México 68 (donde también hizo la imagen) se quedó a planear cómo luciría el próximo tren metropolitano.