Los buenos compañeros o acompañantes de vida son amables, atentos, sinceros, resuelven nuestras dudas, aprendemos mucho a su lado, no buscan aprovecharse de nosotros, son discretos, nos alientan y nos hablan con la verdad.


No cualquiera puede ser un buen acompañante de vida, porque aunque no lo queramos, de una u otra manera cruzamos esa línea en la cual empezamos a entrometernos en la existencia de quien tenemos enfrente, peor aún, usurpamos lo que le corresponde vivir a las demás personas.

A veces convivimos diariamente durante muchas horas con algunas personas que terminan convirtiéndose en nuestros principales compañeros por motivos de trabajo, por circunstancias de la vida o por cuestiones familiares. La cercanía hace que afloren las virtudes y los defectos al por mayor.

En esas circunstancias valoramos enormemente establecer relaciones saludables de interacción; cuando sucede lo contrario, nos percatamos que con detalles mínimos el trato se torna ríspido y desagradable.

Está claro que hay de compañeros a compañeros.
Muchas personas pasan por nuestra vida y se van sin que al menos recordemos sus nombres, sin embargo, hay quienes transitan por nuestra vida y la transforman para bien sin importar el lapso y el tipo de relación.

Es algo codiciado cuando esas personas que “tocan” nuestro interior se convierten en buenos amigos y en buenos acompañantes de nuestro camino. Saber ser un buen acompañante es algo que se desarrolla poco a poco, se cultiva en las condiciones favorables y en los malos momentos.

Diversos conocedores del tema coinciden en que los buenos compañeros o acompañantes de vida son amables, atentos, sinceros, resuelven nuestras dudas, aprendemos mucho a su lado, no buscan aprovecharse de nosotros, son discretos, nos alientan y nos hablan con la verdad.

Creo que sintetizó muy bien todo lo anterior Albert Camus, el famoso novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés quien alguna vez dijo: “No camines detrás de mí, puedo no guiarte. No andes delante de mí, puedo no seguirte. Simplemente camina a mi lado y sé mi amigo”.

Saber acompañar y ser un buen compañero de vida es un arte, y quien lo consigue es un artista de las relaciones humanas.

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