Santa Inés es patrona de las jóvenes que desean conservar la pureza.

Era de la noble familia romana Clodia. Nació cerca del año 290.

Recibió muy buena educación cristiana y se consagró a Cristo con voto de virginidad.

Volviendo un día del colegio, la niña se encontró con el hijo del alcalde de Roma, el cual se enamoró de ella y le prometió grandes regalos a cambio de la promesa de matrimonio.

Ella respondió: «He sido solicitada por otro Amante. Yo amo a Cristo. Seré la esposa de Aquel cuya Madre es Virgen; lo amaré y seguiré siendo casta».

El hijo recurre a su padre, el alcalde. Este la hace apresar.

La amenazan con las llamas si no reniega de su religión pero no teme a las llamas.

Entonces la condenan a morir degollada.

Sus padres recogen el cadáver.

La sepultan en el sepulcro paterno.

Pocos días después su hermana Emerenciana cae martirizada a pedradas por estar rezando junto al sepulcro.

«Con mínimas fuerzas superó grandes peligros», dice San Dámaso en su epitafio.

Todos los historiadores coinciden en proclamarla mártir de la virginidad.

Es patrona de las jóvenes que desean conservar la pureza.

Cada año, el 21 de enero, día de Santa Inés, se bendicen los corderos con cuya lana se tejen los «palios», o sea el distintivo de los arzobispos.

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