Este fin de semana estuvieron en Puebla, el presidente Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, presidenta electa.
En un encuentro al que asistió Alejandro Armenta, gobernador electo, el titular del Ejecutivo, Sergio Salomón dio un discurso conmovedor, contundente.
“Es difícil poner en palabras lo que significa para nosotras y nosotros como poblanos tenerlos aquí, a los dos juntos. Para mí, en lo personal, es un honor que agradezco a la vida el tener la fortuna de caminar a su lado, el que me hayan permitido y me sigan permitiendo ser parte de esto que es más grande que cualquiera de nosotros”.
“Es un orgullo para mí poder aportar, sin condiciones y sin esperar nada a cambio, lo que me toca como un poblano que ama a su tierra y ama su país. Como un tepeaquense, hijo de una maestra de escuela, que jamas soñó con un momento como éste”, resaltó.
“Así lo haré hasta el último día, siguiendo su ejemplo y honrando su confianza. Muchas gracias por permitirme ser parte. La mayor bendición es poder contar con su guía y con su amistad. Gracias Señor Presidente, Gracias querida doctora, Presidenta electa. Le deseo todo el éxito que se merece por ser una mujer congruente, capaz y decidida”.
El mensaje es contundente, sobre todo porque el mandatario ha resuelto no aceptar invitación alguna hasta terminar su mandato -el 13 de diciembre-, pese a que ello lo hiciera perder oportunidad de ingresar al gobierno federal, cuya nueva administración comienza el 1 de octubre.
Desde los corrillos:
Le comparto que como dice nuestro Editorial de hoy, “Triunfa la libertad de expresión en el caso Pepe Hanan”.
“En El Heraldo de Puebla nos tomamos muy en serio nuestra profesión. Nuestros valores sustentados en lo más valioso: quienes nos leen.
El fallo judicial en favor de Pepe Hanan, presidente del Consejo de Administración de nuestro periódico, y en contra del directivo del Puebla, Rogelio Roa, ratifica que en Puebla se respeta la libertad de expresión”.
Felicito a Pepe Hanan y reitero a nuestros lectores que seguiremos publicando lo que ocurre en vestidores, en los corrillos, en la cancha y en las oficinas ejecutivas de quienes se sienten dueños del equipo. No lo son. Los dueños somos los aficionados.
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