La violencia se ha normalizado demasiado y dentro de las formas de violencia, el racismo y clasismo, lo han hecho también.
En días recientes se ha abierto una polémica, en mi opinión, bastante violenta sobre el tema del clasismo y racismo en México que es a su vez, un tema violento que tiene severas consecuencias en la salud mental de los individuos que la padecen.
Como lo dije en la entrega anterior, me parece que la violencia se ha normalizado demasiado y dentro de las formas de violencia, el racismo y clasismo, lo han hecho también.
Nadie se declara abiertamente racista o clasista en nuestro país, pero abundan chistes, memes y hasta hashtags que hacen alusión a estos temas, como el ya polémico “prietos en aprietos” y muchos otros, que dejan ver la gran prevalencia de este tipo de violencia, pues aunque cueste trabajo asumirlo, la discriminación es una conducta violenta, que se basa en el prejuicio que niega o limita la igualdad de una persona o grupo social, partiendo del supuesto de que algo es mejor que otra cosa.
Me sigue sorprendiendo que por medio de la violencia, se trate de “demostrar” que no existe dicha violencia y que se perciba tan lejana, de tal manera que se vea claramente en situaciones como los crímenes de odio o el apartheid pero no se identifique en expresiones cotidianas como prieto, indio o naco, sosteniendo que en nuestro país no existe el racismo o la discriminación.
Sin embargo, según datos de la Encuesta Nacional Sobre Discriminación (ENADIS) 2017 realizada por el El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) con el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) y en sociedad con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) 1 de cada 5 personas de 18 años y más, declaró haber sido discriminada en el último año, siendo los motivos de discriminación que destacan: la forma de vestir o el arreglo personal, el peso o estatura, las creencias religiosas y la edad.
Al agrupar las categorías tono de piel, peso o estatura y forma de vestir o arreglo personal, que forman parte de la “apariencia” de las personas, se observa que más de la mitad de la población (53.8%) en el rango de edad mencionado, ha percibido discriminación en el último año debido a éstos rasgos.
Una gran cantidad de personas acuden a terapia por ser víctimas de alguna clase de discriminación en algún momento de su vida, dejando secuelas duraderas en su autoestima, auto concepto y auto percepción, pues al igual que las víctimas de otros tipos de violencia, al no encontrar razones, experimentan culpa e inseguridad.
Los efectos de la discriminación, pueden desencadenar ansiedad, tristeza e incluso depresión, pero también puede generar un sentimiento de no pertenencia y constante soledad al no sentirse aceptado en un círculo determinado.
¿Qué provoca que alguien discrimine a otras personas?
Hablando únicamente de la personalidad, se trata de personas agresivas, inseguras, que buscan mostrarse poderosas porque en realidad se sienten débiles o menos en algún aspecto y basan su “confianza” en la “inferioridad” del otro, pues recordemos que una autoestima real, no requiere de demostraciones.
Como lo dije anteriormente, ya vivimos en un mundo demasiado violento, como para seguir violentándolo más. Tratemos de ser más responsables con nuestras palabras, recodando que también lastiman y que el anonimato de las redes sociales, no es excusa para lastimar a otros.
Empecemos por no discriminar desde casa, tratemos de erradicar adjetivos peyorativos para dirigirnos a otras personas y enseñemos con el ejemplo a los niños, que las diferencias no son amenazantes sino enriquecedoras, pues en un mundo globalizado es inevitable la diversidad. Inculquemos el respeto y la responsabilidad como base de la convivencia, no permitiendo el uso de apodos o sustituyendo el uso de los nombres, por algún rasgo físico como “el morenito” pues el hecho de que lo digamos en diminutivo, no lo hace menos violento, de la misma forma que un golpe “pequeño” sigue siendo un golpe y duele.
Entendamos pues, que la discriminación existe y todos estamos expuestos a sufrirla en algún momento, pero también que depende de cada uno de nosotros, desde nuestros entornos hacer algo por combatirla. Recuerden que esperamos sus comentarios a través de nuestras redes sociales.
¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván.