«Es un privilegio seguir vivo”, me dijo Julián cuando lo entrevisté el año pasado. En ese entonces, estaban a punto de cumplirse 50 años del linchamiento en San Miguel Canoa.
«Es un privilegio seguir vivo”, me dijo Julián cuando lo entrevisté el año pasado. En ese entonces, estaban a punto de cumplirse 50 años del linchamiento en San Miguel Canoa.
En 1968, Julián era empleado de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP). Junto con sus compañeros Ramón Calvario Gutiérrez, Miguel Flores Cruz, Jesús Carrillo Sánchez y Roberto Rojano Aguirre, planearon escalar La Malinche; pero, una tormenta lo impidió.
Buscaron refugio en el pueblo, sin éxito. Odilón García, en una tienda, les recomendó quedarse con su hermano Lucas, y fueron recibidos en la casa ubicada en Benito Juárez 9.
En tanto, en el pueblo corrió el rumor, al parecer propagado por el sacerdote Enrique Meza Pérez, de que los fuereños eran comunistas. Un grupo de alrededor de mil personas con machetes, palos e incluso armas de fuego, fue a buscarlos con Lucas, quien, cuando abrió la puerta, fue asesinado de un machetazo.
Además de Lucas, Jesús y Ramón fueron asesinados en las calles de esta comunidad. Roberto, Miguel y Julián sobrevivieron, aunque éste último recibió un machetazo en la mano izquierda, que le amputó tres dedos.
Cuando hablé con Julián, me contó que revive ese episodio cada vez que se replica un linchamiento, tanto en el estado como en el país, con el asesinato de inocentes; «duele muchísimo que maten a personas que no habían hecho nada”.
Por lo anterior, desde hace varios años dicta conferencias para combatir la violencia; se define como «portavoz de la paz”. Es más, considera que nadie debe ser asesinado, pese a que haya cometido un delito.
El único sobreviviente vivo de aquél linchamiento en Canoa, sabe muy bien que la gente se sale de control fácilmente, tan sólo porque alguien que los incita y así, sin investigar, agrede y mata. Lo sabe muy bien, lo vivió en carne propia.
La entrevista de referencia tiene relación con lo sucedido la semana pasada, con las siete personas asesinadas en Cohuecan. ¿Hacia dónde vamos? Hace 50 años, el linchamiento estuvo fundado en una mentira con tintes religioso. En la actualidad, el argumento está basado en el índice delictivo y la desconfianza en las autoridades.
Pero, en ambos casos, todo empieza con alguien que azuza a la gente, que la incita, que anima a golpear, a matar. Es urgente recuperar la paz, devolver la confianza a las autoridades. En los últimos 29 años, en Puebla se comete uno de cada cinco linchamientos registrados en todo el país. Ya basta.
Por lo anterior, celebro la decisión del gobernador Luis Miguel Barbosa de realizar sendas visitas a Tepexco y Cohuecan este domingo. Era indispensable que la población de esas comunidades advirtiera a la autoridad cerca y pendiente de lo que sucede en su entorno, que escuchara de viva voz el compromiso de atender el problema de inseguridad.
Vale la pena valorar lo que ha hecho el mandatario, no sólo su gira dominical, también que desde que asumió el poder ha atendido personalmente a manifestantes en Casa Aguayo, que ha platicado en el zócalo con aspirantes rechazados de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).
Algunos dirán que quiere legitimarce en el cargo. Y tienen razón. Pero nadie puede negar que es una forma distinta de gobernar, como los Martes Ciudadanos, cuando concede audiencias públicas, a las cuales se suman todos los titulares de las dependencias de la administración estatal.
Mantener este ritmo, no es fácil. Sin embargo, espero que Barbosa siga con el mismo interés de escuchar a la sociedad, como lo ha hecho hasta ahora. Que su interés por conocer de primera mano las demandas de los poblanos no se quede en los primeros meses de su gestión, sino que perduré hasta el 13 de diciembre de 2024, cuando concluye su mandato.
Sólo así, los resultados serán distintos.
Y recuerde: Nadie es completamente bueno, ni completamente malo
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Fernando Pérez Corona, Periodista. Correo electrónico: ferperezcorona@hotmail.com