Las madres de los alumnos desaparecidos exigen justicia, exigen que aparezcan sus hijos, aunque en el fondo de su corazón saben que quizá eso no suceda.
Han pasado cinco años de la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, cinco años que los padres, amigos, estudiantes de distintas escuelas normales rurales, sindicatos y colectivos han caminado por las avenidas de la Ciudad de México, exigiendo justicia.
Las marchas han cambiado, los discursos también. Ahora solo miradas tristes, rostros sombríos y esa especie de resignación que se respira en el ambiente. Las madres de los alumnos desaparecidos exigen justicia, exigen que aparezcan sus hijos, aunque en el fondo de su corazón saben que quizá eso no suceda.
Para Hilda Hernández Rivera, madre de César Manuel González Hernández, el tiempo solo es algo que no tiene ya importancia, desde el primer día en que se enteró de la ausencia de César Manuel, su vida ya no es vida, el sufrimiento se le evapora por cada poro de su piel.
Ha cambiado (la vida) porque no tenemos a nuestros hijos, está ese vacío y ese hueco que seguimos viviendo a cinco años desde el momento en que nos los arrebataron, a esto no se le llama vida, tratamos de sobrevivir, pero no es vida”, comentó.
Agregó que por años han peregrinado de un lugar a otro, han dormido en el suelo, han sentido el frío de la Ciudad de México, de otros estados, donde siempre son invasores, son los revoltosos, los quejumbrosos que exigen sin dar nada a cambio. Una pausa en su voz, las arrugas que enmarcan sus ojos son más notorias, continúa “sí esos que nos critican perdieran un hijo, de seguro también caminarían, si es necesario toda la vida con tal de encontrarlo”.
Abandonamos casa, abandonamos también la familia, ya no fue lo mismo, el andar de aquí para allá; éramos amas de casa, nos dedicamos a nuestros hijos, tenemos un profundo dolor, dolor que no se compara con el dolor que nuestros hijos que no se sabe que han de estar pasando en estos cinco años”.
Algo similar pasa con Felipe de la Cruz, vocero de los padres de los 43 desaparecidos y papá de Ángel de la Cruz, joven estudiante sobreviviente de la trágica noche del 26 y madrugada del 27 de septiembre de 2014, quién por solidaridad ha dejado todo para buscar a los amigos de su hijo.
Dejamos de hacer todo, abandonamos familia, abandonamos los sostenes que tenemos para los hijos que aún se tienen en casa, pero siempre que haga falta un hijo todo lo demás sale sobrando”.
Agregó que sus pasos en ocasiones tienen que hacer un alto, se cansan, se entumen cuando llega la lluvia y aun así deben continuar, porque sabe que parar por un instante, significan segundos o minutos que los pueden guiar a sus ausentes.
Ya no es aquel Felipe de la Cruz que se negaba a las entrevistas, ahora es accesible, platicador.
“La ausencia te ablanda el alma, la ausencia del hogar, de los hijos que se quedaron a cargo de los hermanos, la ayuda de los hermanos, padres, tíos es una ayuda que a cinco años se valora para seguir luchando para encontrar a los 43 que nos hace falta”, concluyó.