¿Qué motiva las protestas a kilómetros (millas) de distancia unas de otras en países con historias, culturas, economías y sistemas políticos profundamente diferentes?

Chile es uno de los países más ricos de la región. Haití es el más pobre. Ecuador tiene un gobierno centrista y Bolivia es socialista.

Sin embargo, desde Puerto Príncipe hasta Santiago, manifestantes enfurecidos marcharon esta semana para exigir un cambio radical, parte de una oleada de protestas, a menudo violentas, en las que se han incendiado neumáticos, oficinas gubernamentales, estaciones de metro y trenes en diversos puntos de Latinoamérica y el Caribe.

¿Qué motiva las protestas a kilómetros (millas) de distancia unas de otras en países con historias, culturas, economías y sistemas políticos profundamente diferentes? Un factor importante es que, a pesar de sus diferencias, los países golpeados por las enardecidas protestas de este mes tuvieron un crecimiento vertiginoso impulsado por los precios de los productos básicos en la primera década de este siglo, seguido por el desplome o estancamiento cuando cayeron los precios de exportaciones clave. Incluso a Haití, con una economía en gran medida estática, le entraron miles de millones de dólares de ayuda de Venezuela, que después se detuvo.

El patrón de auge y desplome es peligroso para líderes no muy avezados. Expande la clase media, creando a ciudadanos que sienten que tienen el derecho de recibir más de sus gobiernos y el poder para exigirlo. Y agudiza el sentimiento de injusticia para quienes se quedaron fuera de la bonanza, cuyos vecinos prosperaban mientras ellos se mantenían igual o retrocedían.

Chile, el principal productor de cobre del mundo, tuvo su auge de 2000 a 2014 antes de que el crecimiento se detuviera. El chileno promedio gana aproximadamente de 560 a 700 dólares al mes, ingreso que dificulta a muchos pagar sus cuentas. Luego, la semana pasada, un panel independiente implementó un aumento de 4 centavos de dólar en la tarifa del metro que el gobierno chileno dijo inicialmente que era necesario para lidiar con el incremento en los precios del petróleo y con la debilidad de la moneda local.

Para miles de chilenos, fue la gota que derramó el vaso tras años de apuros mientras el país prosperaba. El miércoles, hubo disturbios por sexto día consecutivo, en los que han muerto 18 personas y que prácticamente han paralizado al país considerado un oasis de estabilidad.

“La gente salió a protestar porque siente que al gobierno le importan más los acaudalados, y que los programas sociales ayudan a los muy pobres, pero el resto de la población tiene que cuidarse sola”, dijo Patricio Navia, profesor adjunto en el Centro de Estudios Latinoamericanos y Caribeños de la Universidad de Nueva York. “No son lo suficientemente pobres para recibir subsidios del gobierno, ni lo suficientemente ricos para recibir créditos fiscales del gobierno. Se sublevaron para que sus voces fueran escuchadas”.

Marta Lagos, directora de la encuestadora Latinobarómetro, afincada en Santiago, Chile, dijo que las tasas de crecimiento de Chile ocultaron la acumulación de riqueza en manos de la élite.

Al igual que Chile, la nación petrolera de Ecuador pasó por un fuerte incremento del PIB cuando el crudo alcanzó los 100 dólares el barril. El presidente Rafael Correa construyó carreteras con varios carriles, aeropuertos y universidades. Luego el petróleo se desplomó y Ecuador se quedó con miles de millones de dólares en deuda y un gran déficit en el presupuesto anual.

El sucesor de Correa, Lenín Moreno, sacó una línea de crédito a tres años por 4.200 millones de dólares del FMI y este mes anunció un paquete de austeridad de 1.300 millones de dólares que incluye la eliminación de subsidios al combustible y, como resultado, un fuerte aumento en los precios de la gasolina y el diésel. Eso motivó a los ecuatorianos a salir a las calles, dirigidos por los bien organizados y mayormente rurales indígenas del país, muchos de los cuales son agricultores de subsistencia que recibieron de poco a ningún beneficio de los años de prosperidad.

Como profesora de leyes, Mariana Yumbay está mejor que la mayoría de las personas que habitan la provincia montañosa de Bolívar, en donde cultivan maíz o papas, o crían ganado, cerdos y ovejas. Incluso durante la época próspera del gobierno de Correa, los agricultores indígenas en Bolívar dependían de la lluvia porque no tienen redes de irrigación, dijo. Más de 40% de los niños están desnutridos y muchas personas viven con un salario equivalente a 30 dólares al mes.

“Lamentablemente, no ha habido desde el Estado políticas públicas para destinar recursos económicos para sacar de esa pobreza a los pueblos indígenas y campesinos”, dijo este mes Yumbay, de 46 años, mientras protestaba afuera de la Asamblea Nacional de Ecuador.

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