La medida ecológica, que entra en vigor este 1 de enero, podría ser adoptada en otras ciudades próximamente, aunque algunos restauradores temen una pérdida de negocio.
La escena se repite en casi cada bar y restaurante de las grandes ciudades francesas como París, pero también en localidades más pequeñas: ya llueva, nieve o la temperatura caiga en picado, las terrazas de los locales están a reventar incluso aunque en el interior haya espacio de sobra.
Sobre todo desde que entró en 2006 en vigor la prohibición de fumar en lugares públicos, las terrazas se han convertido en un gran negocio. Imprescindible para ello son sin embargo las potentes estufas a gas o electricidad que caldean, aunque solo sea un poco, el gélido ambiente.
Y ese es, para la ciudad francesa de Rennes, en el noroeste del país, el problema. Porque con su altísimo consumo de energía, están lejos de ser ecológicas. Y con el planeta en peligro con el calentamiento climático, hay que actuar. Por eso, a partir de este 1 de enero, la capital de Bretaña prohibirá la calefacción en bares y terrazas. Una medida que podrían emular otras ciudades pero de las que recelan los negocios del sector, que temen fuertes pérdidas.
“Con el desafío ecológico que enfrentamos, tenemos que ser ejemplares en el espacio público”, dijo el teniente de alcalde de Rennes, Marc Hervé, a la agencia France Presse. Hace casi una década, cuando un distrito parisino se planteó la prohibición de las estufas de gas —medida finalmente revertida por la justicia—, la consultoría especializada en transición ecológica Carbone 4 calculó que una terraza equipada con cuatro braseros que funcionaran ocho horas al día emitía tanto CO2 como un trayecto en coche de 350 kilómetros.
Finalmente, en París se llegó a un acuerdo para aumentar las tasas para el uso de terrazas. En el año sin embargo en que buena parte de las grandes noticias han estado relacionadas con el cambio climático y personajes como Greta Thunberg han adquirido relevancia mundial, el debate ha vuelto y los argumentos en contra de esta costumbre se multiplican. “Nadie pone la calefacción en el exterior de su casa, ¿por qué hacerlo en el espacio público?”, subraya Hervé.
Con esta medida, aprobada el pasado junio, Rennes se convertirá en la primera ciudad francesa de más de 200.000 habitantes en adoptar esta medida, que afecta a unos 500 establecimientos.
La decisión es aceptada con filosofía o resignación por muchos de los clientes, mientras que entre los restauradores la opinión está más dividida. “Vendemos cerveza bio, así que tener terrazas con calefacción no es muy compatible con todos los esfuerzos que hay que hacer para respetar el medioambiente. La gente se va a acostumbrar”, decía un camarero de Rennes a la emisora regional France 3.
Otros restauradores sin embargo temen pérdidas tras haber realizado inversiones para acondicionar sus terrazas —más allá de los calentadores, se requiere que estas estén protegidas por paneles de cristal o plástico y toldos— y aumentado el personal para atender ese espacio extra. “Pagamos un derecho de terraza.
Deberían dejarnos hacer lo que queramos”, dijo al diario 20 Minutes uno de los restauradores contrarios a la medida. No obstante, esta cuenta con el visto bueno del sindicato local de restauración, Umih 35. “Esto va a modificar algunas costumbres, pero no va a provocar una caída en el volumen de negocio.
Además, los profesionales podrán ahorrarse el precio de la electricidad. No podemos meter un aparato de 2.000 vatios para calentar la calle”, dijo al rotativo su presidente, François de Pena. “Me recuerda a la prohibición de fumar, ¿quién la revocaría hoy en día?”. Tras Rennes, otras grandes ciudades de Francia están estudiando la medida: Grenoble, Burdeos y Angers podrían ser las siguientes en ponerla en marcha.
En París, los ecologistas presentaron una propuesta el 12 de diciembre para prohibir las terrazas climatizadas, una medida que sin embargo en la capital vuelve a toparse con reticencia. “El 60% de los cafés parisinos tienen terrazas de este tipo.
Estas terrazas aportan casi el 30% del volumen de negocio. Si las prohibimos, habrá consecuencias sobre los empleos”, advirtió en Le Parisien el representante del sindicato nacional del sector Synhorcat, Marcel Benezet. La propuesta tampoco cuenta con el visto bueno del sector conservador de la capital, según el rotativo parisino.
“Para reducir las emisiones de carbono, sería mejor que la ciudad acelerara los proyectos de renovación térmica de los inmuebles”, declaró Jérôme Dubus, del grupo Parisinos Progresistas, Constructivos e Independientes. Con las disputadas elecciones municipales a la vuelta de la esquina, el equipo de la alcaldesa socialista de París, Anne Hidalgo, que ha hecho de la ecología uno de los puntos fuertes del mandato que busca renovar en marzo, se ha declarado “muy sensible” a esta cuestión que, sin embargo, no se abordará antes de que pase la cita electoral