Depués de estar dos semanas en coma, cambió su identidad a Becky Bios como una forma de dejar en el pasado el trágico episodio.
Conectada a un tubo endotraqueal para poder respirar y a una sonda vesical, una psicóloga mexicana de 36 años despertó en la cama de un hospital una mañana de junio de 2015. Aún dolorida, apenas recordaba la paliza que había recibido de su entonces pareja, un ingeniero de sistemas.
La joven, que tras el ataque cambió su identidad a Becky Bios como una forma de dejar en el pasado el trágico episodio, pasó dos semanas en coma en una clínica del Estado de México, adyacente a la capital, luego de las agresiones que, dijo, le causaron una ruptura de la vesícula y un paro respiratorio.
“Cuando desperté del coma no recordaba nada, solamente vi a un enfermero al pie de mi cama. Me dijo: ‘ya estás mejor’. Vi mi cuerpo, estaba sumamente delgada, quise hablar y sentí el tubo en mi garganta”, confesó. “Nunca me sentí tan vulnerable”.
“Poco a poco recordé todo”, prosiguió. “Un día que él (su agresor) entró a la habitación del hospital donde estuve cinco semanas, estallé de coraje y quise atacarlo con un tenedor que tenía a la mano, pero estaba muy débil. Le grité: ‘tu me quisiste matar’, pedí ayuda pero nadie me creyó”.
Pero su caso dista de ser el único. México vive una epidemia de feminicidios: desde 2015 se han incrementado en 137% para llegar a 976 crímenes de odio el año pasado y, organismos de derechos humanos, aseguran que las cifras podrían ser aún mayores porque, en muchos casos, no se denuncian las agresiones.
El aumento supera considerablemente el rápido incremento de la cifra general de homicidios del país de un 82%.
Casi cinco años después del ataque, su cuerpo aún sufre las secuelas del episodio: no oye bien, olvida las palabras y sufre de ansiedad. Desde el último encuentro en el hospital, ella no ha visto a su agresor quien eventualmente, dijo, le envía mensajes intimidatorios por redes.
Poco después de salir de la clínica, la joven fue a denunciar la agresión pero en la Fiscalía la despacharon diciéndole que, si volvía a ocurrir regresara. La Fiscalía no estuvo disponible para comentarios.
Las autoridades han dado respuestas tibias. Incluso, el presidente Andrés Manuel López Obrador culpó al “neoliberalismo” por los feminicidios, luego del asesinato y agresión sexual de una niña de siete años en la capital mexicana.
“NO VALES NADA”
La joven, que estuvo un año alejada de sus labores como docente, dijo a Reuters que tardó años en poder hablar de su caso sin avergonzarse y en lograr convencer a sus familiares de la “pesadilla” que vivió.
Recordó que su pareja estalló luego que ella le dijera que lo iba a dejar tras episodios anteriores de violencia, incluso sexual.
La joven, quien también se graduó de bióloga, dijo que, al igual que muchas otras mujeres, ella tuvo una fuerte dependencia con su atacante, con quien convivió durante tres años. “Poco a poco te van acorralando y te hacen pensar que no vales nada, y lo peor, tú les crees (…) uno debe pedir ayuda”, confesó.
De los 35 mil 558 homicidios registrados en México el año pasado, 3 mil 825 de las víctimas eran mujeres.
Cansadas de no encontrar justicia, las mexicanas han tomado las calles y espacios públicos buscando una respuesta de las autoridades, en medio de un despertar mundial que ha logrado visibilizar la violencia contra las mujeres.
Poco a poco, los hombres también se han sumado, en un país históricamente machista.
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