En el burdel “Lankwitzer 7”, con su tenue luz roja y sus murales subidos de tono, se han instalado dispensadores con desinfectante de manos junto a los lavabos.
Son las 19:00 de un viernes, una hora a la que el burdel de tres habitaciones de Aurel Johannes Marx al borde de Berlín estaría preparándose para sus primeros clientes. Hace mucho tiempo que la venta de sexo es un elemento fijo de la liberada vida nocturna de la capital alemana. Pero entre las preocupaciones por el nuevo coronavirus, incluso la supuesta profesión más antigua del mundo sufre un brusco declive.
En el burdel “Lankwitzer 7”, con su tenue luz roja y sus murales subidos de tono, se han instalado dispensadores con desinfectante de manos junto a los lavabos. Marx dice que ha ordenado al personal que laven con agua caliente todas las toallas y sábanas, y que abran las ventanas más a menudos para ventilar el aire.
Aun así, ya no hay clientes.
“En la última semana, el negocio ha bajado un 50%”, dijo Marx, atribuyendo el descenso al declive generalizado en la vida nocturna que se ha producido desde que el virus llegó a Berlín.
La ciudad ha registrado 332 casos confirmados de COVID-19, la enfermedad que produce el virus. Varias docenas de infecciones se han relacionado con bares y clubes.
El virus ha causado temor e incertidumbre entre las aproximadamente de 100.000 a 200.000 trabajadoras sexuales en Alemania, donde la prostitución fue legalizada en gran parte hace casi 20 años, explicó Susanne Bleier Wilp, una extrabajadora sexual alemana y portavoz de la Asociación de Proveedores de Servicios Sexuales y Eróticos, o BESD por sus siglas en alemán.
“Algunas se están retirando por completo del negocio en este momento por motivos de seguridad”, dijo Bleier Wilp a The Associated Press. Otras, señaló, piden a los clientes que se desinfecten, algo que según expertos médicos probablemente no impida el contagio durante un contacto físico estrecho.
Para la mayoría, el virus solo causa síntomas leves o moderados, como fiebre y tos. Pero algunos, especialmente ancianos y personas con problemas médicos previos, pueden sufrir complicaciones más graves como la neumonía.
La gran mayoría de los infectados se recuperan. Según la Organización Mundial de la Salud, la gente con síntomas leves se recupera en unas dos semanas, mientras que los enfermos más graves pueden tardar de tres a seis semanas.
Una preocupación es que muchas trabajadoras sexuales son jóvenes y podrían estar poco preocupadas por contagiarse, mientras que algunos clientes son mayores de 50, por lo que tienen más riesgo de sufrir complicaciones. Reconstruir las cadenas de infección, como hacen las autoridades cuando se confirma un caso, también puede ser difícil. “En el negocio es normal interactuar de forma anónima y utilizar apodos”, dijo Bleier Wilp. “Es un problema”.
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