La llamada Aduana de Peralvillo o del Pulque, es la única de las garitas que sobrevive en buenas condiciones como edificio. 

Las garitas de la Ciudad de México fueron un sistema defensivo de acceso a la capital, que funcionaron desde el Siglo XVII hasta finales del XIX.

Tuvieron como función principal el cobro de impuestos a mercancías, evitar el contrabando de las que eran monopolio de la Corona Española.

Fueron suprimidas a partir de 1896.

En el caso de la Aduana del Pulque, el personal con el que contaba a finales del siglo XVIII era:

Tres cabos de ronda y 20 guardias, quienes recorrían la garita de las nueve de la noche hasta las cinco de la mañana del día siguiente.

La llamada Aduana de Peralvillo o del Pulque, es la única de las garitas que sobrevive en buenas condiciones como edificio.

Dada la rentabilidad que producía por el alto nivel de consumo, el pulque fue monopolizado por la Corona Española, por lo que su distribución y venta fue regulado por las autoridades reales.

La garita de Peralvillo, ubicada hoy entre las calles Paseo de la Reforma norte y Gorostiza, contó con personal administrativo que cobraba impuestos por los barriles provenientes de las haciendas magueyeras de los actuales estados de Hidalgo y México.

Declarado monumento nacional en 1931, conserva la fachada barroca original del siglo XVIII, aunque el resto del edificio ha sido modificado y restaurado.

La última intervención fue en los sesena, con las obras de prolongación de Paseo de la Reforma norte con lo que se perdió la parte poniente del edificio.

Fue sede de la escuela Gabriela Mistral.

Fue cedido al Instituto Matías Romero de Estudios Diplomáticos como su sede, y desde octubre de 2012 es el Museo Indígena Antigua Aduana de Peralvillo de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.

@cronicabanqueta

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