A principios de 2018, la OMS había introducido una «enfermedad X» en la lista de patologías que podrían causar un «peligro internacional».
La relación entre la pandemia y la destrucción de los ecosistemas ahora está bien establecida, pero el público en general y los órganos de toma de decisiones la ignoran demasiado, escriben más de 120 científicos, incluidos dos ganadores del Premio Nobel, en un foro colectivo en el diario suizo Les Temps.
Para muchos investigadores, una epidemia a gran escala como la COVID-19 no fue una sorpresa, porque a principios de 2018, la Organización Mundial de la Salud (OMS) había introducido una «enfermedad X» en la lista de patologías que podrían causar un «peligro internacional», invitando a los gobiernos a anticipar y detener los procesos que causan epidemias masivas y no sólo responder a las enfermedades cuando aparecen.
Muchos laboratorios en el mundo se dedican a comprender la dinámica epidemiológica de nuevas enfermedades infecciosas como la COVID-19.
Ya se han producido pandemias, pero hay que esperar otras; es casi una certeza, afirman los investigadores. «Los problemas de salud, médicos, sociales y económicos que estamos descubriendo y experimentando en este momento son enormes, pero no son los únicos a resolver».
Señalan que la epidemia actual pertenece al grupo de las zoonosis, enfermedades que unen especies silvestres, animales domésticos y humanos. La humanidad siempre encontrará especies virales, microbianas y parasitarias a las que no está adaptada y contra las cuales no está preparada.
Se estima que las 5 mil 400 especies de mamíferos conocidas en el mundo albergan unas 460 mil especies de virus, la mayoría de los cuales aún no se han descrito. Gran parte de estos virus son inofensivas para los humanos, pero incluso un pequeño porcentaje de especies infecciosas ya constituye una reserva fenomenal de agresores.
«Durante años nos hemos enfrentado al VIH, el ébola, el dengue, el zika, el chikungunya, la fiebre de Lassa, el SARS, el H5N1, H1N1, y muchas otras enfermedades emergentes que no han aparecido en los medios, pero su número parece haber aumentado constantemente durante medio siglo y los episodios epidémicos son cada vez más frecuentes», indican.
Los mamíferos salvajes representan sólo el 5 por ciento de la biomasa de los mamíferos terrestres; los humanos y sus animales domésticos representan el 95 por ciento restante, por lo que uno podría creer que la amenaza del paso del virus de los mamíferos salvajes a los humanos disminuye con su regresión, pero sucede lo contrario, porque la huella humana se ha hecho enorme en todo el planeta.
El 75 por ciento de los ecosistemas terrestres y más del 65 por ciento de los ecosistemas marinos han sido significativamente modificados por actividades humanas, lo cual provoca una fuerte fragmentación de los paisajes naturales y una degradación preocupante de la biodiversidad.
Esto altera las cadenas alimentarias de las especies de animales salvajes y puede causar cambios de comportamiento que las empujan a explotar los recursos relacionados con las actividades humanas, aumentando el riesgo de transmisión de patógenos a los humanos o sus mascotas, exponen.
Comentan que los virus se benefician de esta nueva red de distribución abierta por las interconexiones entre sus potenciales huéspedes.
«Hoy, quienes nos amenazan están aprovechando la expansión global de las actividades humanas, por lo que un virus que en el otoño de 2019 todavía llevaba a cabo su ciclo biológico en una población de murciélagos en algún lugar de Asia, emerge, meses después, en un mercado chino para extenderse a todo el mundo en marzo de 2020 bajo el nombre de SARS-CoV-2″, añaden.
Aparentemente, este virus entró en contacto con otro transportado por el pangolín y habría tomado un gen muy agresivo para los humanos.
Explican que las pandemias que nos golpean son sólo una faceta del cambio global, que incluye la extinción masiva de especies por la transformación de ambientes naturales, en particular debido a la desaparición de hábitats, extracción de recursos, contaminación generalizada del aire, agua y suelos, sumados al cambio climático.
La humanidad se enfrenta hoy con las consecuencias de sus actividades, como resultado de sus elecciones económicas y políticas, por lo que para el desarrollo sostenible, son necesarias otras opciones estrechamente relacionadas con la preservación de los entornos naturales.
La necesidad de acción política plantea la cuestión de los obstáculos que se levantarán en la gobernanza de nuestras interacciones con la biosfera y la consideración de sus límites, por lo que los científicos que firmamos este pronunciamiento «solicitan a los líderes políticos que actúen también y sin demora sobre los factores detrás de esta dramática pandemia para tratar de evitar que esta o una similar se repita».
Para avanzar en la dirección de los cambios necesarios, piden que «se tomen medidas innovadoras para contrarrestar el cambio climático, proteger la biodiversidad, preservar los bosques tropicales, los hábitats naturales terrestres y acuáticos, y hacer todo lo posible para promover un uso más respetuoso con el territorio, así como con una economía que permita reducir significativamente nuestra huella ambiental».
El manifiesto original culmina con las firmas de los 120 científicos.