Unos 310 mexicanos han muerto por COVID-19 en Estados Unidos, la mayoría en Nueva York, donde muchos emigraron indocumentados.
El cadáver de Jaime Solano yace en un hospital de Nueva York, o al menos eso le han dicho a su familia, sin dinero para repatriarlo a México y en el desamparo porque no recibirá más sus remesas.
Junto con Solano, oriundo del empobrecido y violento estado de Guerrero (suroeste), unos 310 mexicanos han muerto por COVID-19 en Estados Unidos, la mayoría en Nueva York, donde muchos emigraron indocumentados.
Su fallecimiento no solo corta un nexo vital con sus familias en México, sino que deja a algunos a merced de criminales.
“Estoy segura de que, tal vez porque vieron que él no era (migrante) legal, no le dieron los cuidados necesarios y por eso murió”, dice por teléfono a la AFP, conteniendo la rabia, Verónica Solano, hija de Jaime.
El hombre, que falleció el 18 de abril, era su único sustento; muchos de sus vecinos también dejaron de recibir los acostumbrados giros porque la pandemia mató o dejó sin trabajo a sus parientes.
“¡Le mandó un mensaje a mi mamá desde el hospital que decía: ‘aquí ni te cuidan, aquí me voy a morir’!”, rememora la joven de 24 años con voz quebrada.
Repartidor de comida, Jaime, quien tenía cinco hijos, emigró hace una década junto con su hermana, un sobrino y la esposa de éste. Todos contrajeron el virus y desde marzo no reciben ni un dólar.
“Decía que lo haría muy feliz vernos a todos con una carrera, pero ahora no sabemos qué va a pasar, me preocupa mi hermanito, tiene 11 años. Aquí hay muchos que prefieren el dinero fácil”, afirma Verónica, indignada por la falta de apoyo oficial para trasladar el cuerpo.
En Estados Unidos viven 12 millones de personas nacidas en México y 26 millones de segunda o tercera generación.
“Panorama crítico”
Las remesas representan 3% del PIB de México, donde 42% de la población es pobre. En 2019, esos envíos sumaron 36.045 millones de dólares, de los cuales 1.737 millones llegaron a Guerrero, según cifras oficiales.
Un informe del Banco Mundial estima que las remesas a América Latina y el Caribe caerán este año 19,3%.
Sin esos recursos y sin ayuda alimentaria “puede darse una hambruna” y una “espiral de muerte” en la región de Montaña, donde vive la familia de Jaime, advierte a la AFP Abel Barrera, fundador de la organización Tlachinollan.
Quienes “estaban enviando recursos ahora están enfrentando un peligro de muerte. El panorama es muy crítico”, asegura este reconocido activista de los derechos humanos.
En Montaña viven 450.000 personas. Muchas complementan las remesas con la siembra de maíz para autoconsumo o de amapola (base de la heroína). Algunos emigran al norte del país y unos pocos están prestando servicios como transporte.
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