Los burdeles y el museo de la prostitución estaban cerrados hasta nuevo aviso.
Las luces escarlatas seguían encendidas sobre los escaparates de De Wallen, el principal barrio rojo de Ámsterdam, pero los escaparates estaban vacíos.
Las calles que están a un lado de los canales, casi siempre atestadas de turistas, se encontraban desiertas.
Los burdeles y el museo de la prostitución estaban cerrados hasta nuevo aviso.
“Prohibido tomar fotografías de las trabajadoras sexuales”, decían los rótulos colocados encima de los escaparates de los burdeles. “Multa: 95 euros”.
Pero en los escaparates no había trabajadoras sexuales que fotografiar, ni tampoco turistas que las retrataran.
Países Bajos está reanudando sus actividades. Desde el 11 de mayo han vuelto a trabajar estilistas, instructores de manejo y cosmetólogos, sin tener que usar mascarilla. Los restaurantes volvieron a abrir las áreas al aire libre a principios de este mes. Se tiene programado que los gimnasios y saunas vuelvan a funcionar a principios de julio.
En De Wallen, está abierta una cerrajería, así como unos cuantos bares (vacíos por lo general) y las tiendas que venden juguetes sexuales, látigos, esposas y uno que otro vestido de látex.
No obstante, se les ha pedido a las trabajadoras sexuales que esperen hasta septiembre, lo cual hace que la zona esté vacía y empuja a muchas de ellas a la pobreza, o a volver a trabajar en secreto.
Charlotte de Vries, el nombre profesional de una acompañante que trabaja en Ámsterdam, atendía hasta siete clientes por semana. Pero la semana que comenzó la cuarentena, los siete le cancelaron, lo que le costó de inmediato cerca de 1500 dólares.
“Y después de eso dejé de contar”, dijo De Vries, sentada en una mesa en el límite del barrio rojo. “Pensé que no quería saberlo”.
Cuando hablaba, repiqueteaban las campanas de la iglesia más antigua de Ámsterdam, al otro lado de la calle. Dijo que como la zona estaba desierta, ahora sí se podían escuchar los sonidos del vecindario.
Por el momento, De Vries puede recurrir a sus ahorros. Pero muchas de sus colegas no tienen esa posibilidad. Más de 400 han buscado la ayuda de un nuevo fondo de emergencia recaudado por voluntarios, el cual ofrece unos 45 dólares de ayuda a los solicitantes más necesitados.
Esa iniciativa dista mucho de ser suficiente. De Vries dice que conoce a siete trabajadoras sexuales que se han visto obligadas a trabajar en secreto solo para pagar la renta. Rosie Heart, que es el nombre profesional de otra trabajadora sexual neerlandesa, dijo que conocía al menos a diez en esta situación.
“En verdad es desastroso”, dijo Heart, quien normalmente ofrece servicios de compañía en Ámsterdam y Londres, además de trabajar como representante de Proud, un sindicato de trabajadoras sexuales neerlandesas.
Trabajar en secreto de esta manera las vuelve especialmente vulnerables porque corren más riesgos con los clientes agresivos.
Antes de la crisis del coronavirus, si un cliente se ponía violento, “acudíamos a la policía”, dijo De Vries. “Pero ahora no podemos, porque lo que hacemos es ilegal”.
En eso, pasó un vecino que la saludó con una inclinación de la cabeza. Una de las pocas cosas buenas de la crisis ha sido la oportunidad de conocer mejor a los residentes de la zona, dijo De Vries.
Las dificultades que enfrentan las trabajadoras sexuales neerlandesas se deben a las desigualdades en el apoyo gubernamental. Al igual que muchos gobiernos, al principio de la crisis las autoridades neerlandesas crearon flujos de ingresos de emergencia para las personas que de pronto se quedaron sin trabajo.
Pero en la práctica, muchas de las trabajadoras sexuales no reúnen los requisitos para obtener los nuevos subsidios por la forma en que estaban registradas ante las autoridades tributarias antes de la crisis. O tienen demasiado miedo de solicitarlos.
Pese a que la prostitución es legal en los Países Bajos, muchas trabajadoras sexuales prefieren no declarar su profesión ante las autoridades gubernamentales porque ese oficio todavía conlleva un estigma social, o porque trabajan sin tener todas las licencias que se necesitan para cumplir totalmente con la ley.
En una encuesta a 108 trabajadoras sexuales de los Países Bajos realizada por SekswerkExpertise, un grupo de investigación en Ámsterdam, el 56 por ciento de las encuestadas afirmaron haber solicitado apoyo por el coronavirus. De esas solicitantes, solo el 13 por ciento dijo que había recibido ayuda.
De las que no solicitaron, casi una de cada tres dijo que ya sabía que no cumplía con los requisitos y una de cada seis dijo que le preocupaba declararse trabajadora sexual ante las instituciones de gobierno, porque se podría revelar su identidad.
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