Los Derechos Humanos no son un privilegio que pueda ser retirado a capricho o voluntad de terceros.

“…que fuera distribuido, expuesto, leído y comentado en las escuelas y otros establecimientos de enseñanza, sin distinción fundada en la condición política de los países o de los territorios”

Esta es la recomendación a los Gobiernos de los Estados Miembros que manifiestan su fidelidad al Artículo 56 de la Carta de las Naciones, respecto al texto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Aquel documento, de apenas 30 artículos, que en 1948 pretendía servir como plan de acción global para protección de los derechos de todas las personas en todas partes del mundo. Su adopción por parte de todos los Gobiernos del mundo reconocía que los derechos humanos son la base de toda libertad, la justicia y la paz.

Mucho se ha emprendido en favor de esa protección a la dignidad humana y sobre los mecanismos para lograr una vida de calidad para todas las personas en el planeta, en dónde cada una de ellas se sienta plena, libre y en paz. Sin embargo, la falta de una educación en materia de Derechos Humanos, ha generado un falta de valores, de respeto de los unos por los otros, de intolerancia, que hacen que hoy en día la convivencia armónica entre integrantes de una misma familia, entre vecinos, no pueda ser una realidad.

Como desde el principio de las Naciones Unidas, toda acción emprendida en favor del respeto y reconocimiento de los Derechos Humanos ha sido voluntaria por parte de los gobiernos. Porque rara vez se ha gestionado un sistema de sanciones que castigue a quienes no respeten esas mínimas condiciones que generen igualdad, porque los Derechos Humanos siempre han sido sujetos de amagos políticos y de intereses económicos, porque no existe legislación en cada materia que hasta entonces no permita el pleno goce de las garantías ni colectivas y mucho menos individuales.

Hemos hablado ya sobre las voluntades de Estados y Gobiernos en esta lucha por la igualdad, pero ¿qué sucede con la voluntad de sus ciudadanos que no reconocen la enorme diversidad de formas de pensar o de formas de expresión? Mismos ciudadanos que han crecido en su mayoría dentro de un núcleo familiar, rodeado de valores y enseñanzas sobre el respeto al prójimo. Y si nos detenemos a reflexionar un momento, todo gobierno fue, está y estará integrado por ciudadanos. Entonces ¿en dónde comienza todo reconocimiento a los Derechos Humanos?

A lo largo de la historia moderna, generaciones se han visto impactadas por grandes movilizaciones impulsadas por el reclamo y la exigencia al respeto de sus libertades, de sus derechos humanos. Sobre la igualdad de oportunidades entre gente blanca y de color, sobre la igualdad de derechos civiles entre mujeres y hombres, sobre la libertad de expresión de sus preferencias sexuales, etc. Y a pesar de haber sido grandes acontecimientos históricos, como la marcha del Dr. Luther King, la concesión del voto a las mujeres o incluso las marchas por el orgullo LGBT alrededor de mundo cada año, aún no podemos hablar de una verdadera garantía a nuestros derechos.

Lo anterior no significa que todo acto o intento hayan sido fallidos, porque cada movimiento social ha sido ideológico, y ha generado un fuerte cambio de conciencias a favor del respeto a las diferencias existentes entre todos los integrantes de una sociedad. Y no es que ello signifique que se busque que todos piensen igual o crean en lo mismo, se busca el reconocimiento a la libertad, se busca una tolerancia en donde se acepte que cada persona es diferente y merece vivir la vida de la forma que decida, siempre y cuando, no transgreda las mismas condiciones de sus semejantes.

Uno de los grandes tópicos que merecen toda atención no sólo de los gobiernos, sino de la sociedad en general, es el reconocimiento a la orientación sexual en toda la extensión de su diversidad. Y es que resulta irracional que después de siglos de la existencia de las parejas del mismo sexo, hoy en día no sea permitida la unión legal de dos personas, que más allá de sentir amor entre ellas, merecen toda la protección de la ley en aras de otorgarles los medios necesarios para lograr una vida digna, sin discriminación, bajo la seguridad social del Estado y con el pleno goce de sus libertades dentro de una sociedad a la cuál muy probablemente tenga que aportar muchas cosas positivas en vías de su desarrollo.

Resulta muy importante recordar que los Derechos Humanos no son un privilegio que pueda ser retirado a capricho o voluntad de terceros. Son dignos de encontrar toda protección y amparo de la ley en beneficio de sus portadores universales. Así como el tiempo avanza de manera progresiva y las condiciones necesarias para alcanzar el desarrollo humano van siendo más exigentes, se requiere que todo gobierno y sociedad, garantice leyes que permitan que cada ser humano alcance el máximo grado de felicidad.

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