La demanda venció en enero de 2018. Vanesa sabe que no hubo justicia, que cada una de las acciones violentas de Saul quedaron impunes después de 13 años de abusos
En 13 años vivió cada una de las etapas de la violencia y el amor romántico que casi la lleva al feminicidio. El círculo de violencia que sufrió Vanesa «N» durante su relación con Saúl «N» se abrió en 2005 desde que era su novia y se cerró en enero de 2018.
Pasó de los celos, el control, el ahorcamiento y los golpes, más tarde a la revictimización de la familia y la culpa, hasta padecer la omisión y desprecio de las autoridades de Puebla y Tlaxcala para atender las denuncias por violencia. “Soy una mujer universitaria, con estudios y, digamos, de familia. Nunca pensé que a mí me pasaría esto, nunca imaginé que viviría lo que viví”, dice la mujer de 36 años en entrevista para URBANO.
Durante el noviazgo, tras concluir la licenciatura en Negocios Internacionales en la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UAT), vivió constantemente celada, acosada y controlada por Saul. Aún así se caso, y en 2007 el hostigamiento se intensificó. El amor romántico se acabó y cuando tuvieron a su primer hijo él dejó de trabajar. Durante un tiempo las cuentas las pagó Vanesa además de cumplir las “obligaciones” del hogar.
Desempleado y obstinado, Saul decidió que la familia debía trasladarse a casa de su madre en Puebla, donde él no solo se convirtió en una persona que Vanesa no conocía, sino que de los celos y el hostigamiento pasó a la violencia física.
Durante la entrevista Vanesa recuerda que la única ocasión que tomó una decisión propia fue cuando decidió ir al Distrito Federal a un concierto de Silvio Rodríguez. “Le dije: ‘lo siento mucho, me gusta Silvio Rodríguez y no me lo voy a perder’, entonces compre mis boletos y me fui (…) recuerdo que mi hija estaba un poco enferma y cuando me sentí culpable por irme pensé que él también era responsable de ellos y que su obligación era cuidarlos como yo lo hice y lo hago”.
Al regresar Vanesa se enteró de lo que había sucedido durante su ausencia. Primero sus hijos le dijeron que Saul había llevado a una mujer a su casa y que subió a su cuarto. Poco a poco los vecinos confirmaron la versión señalando que en la noche escucharon los gritos y luego vieron salir corriendo de la casa a una mujer semidesnuda hacia las calles de San Pablo del Monte. Mas tarde Saúl lo reconoció el acto justificando que se trataba de la prima de un amigo.
Para 2010, Vanesa llevaba el control financiero de una empresa. Todos los días Saul la llamaba por teléfono, le controlaba horarios, salidas, formas de vestir y maquillaje porque creía que lo engañaba con un compañero de trabajo. Un día de regreso a casa después del trabajo, él la esperó en la parada cerca de su hogar; antes le había hablado por teléfono y le había preguntado si en el autobús venía con su amante. Saul vestía chamarra de cuero, iba perfumado y con una rosa en la mano.
Cuando Vanesa bajó del autobús él le sonrió y mantuvo la sonrisa hasta que estando muy cerca de ella le dijo: “Aquí me tienes como tu pendejo esperándote”. Ella entonces trató de evitar una discusión y pasó de frente, pero él tiró la rosa, la tomó del brazo y la ahorco contra la pared.
“Esa fue la primera vez que sentí miedo, porque él no dejó de sonreír pero a la vez me decía cosas horribles e insultos. Tiró las flores y me ahorcó, sentí que abría más las piernas para apoyarse y ejercer mas fuerza en mi cuello, me levantó del piso por el cuello, en ese momento sentí que en cualquier momento me mataría”.
Pese a esta escena terrorifica, Vanesa no huyó por temor a perder a su hijo y, a pesar de no ser infiel, una carga de culpa y pena hicieron que se mantuvieron en la relación.
Luego vino la luna de miel: las disculpas, el arrepentimiento, los regalos, los cambios y las promesas que se cumplieron pero que se fueron deformando en una vigilancia sistemática, control de horarios, violencia psicológica y económica.
Vanesa entonces volvió a ceder a todo: dejó su trabajo después del hostigamiento y los insultos por mantener la casa sucia o por tener “trabajos mediocres”, y se embarazó por segunda ocasión. Vivió con temor y ansiedad, le controló el dinero, revisaba su celular y suministraba los litros exactos de gasolina para los recorridos de la escuela a la casa.
Después de un tiempo la familia se trasladó a San Pablo del Monte, Tlaxcala, donde las cosas regresaron al circulo de la violencia. Cuando Vanesa consiguió un nuevo trabajo volvió el control. “Me iba a dejar e iba por mí al trabajo, a la hora de salida ya estaba afuera de la empresa esperándome, me hablaba por teléfono y me decía que me estaba esperando y que siempre era la última en salir, siempre me preguntaba si estaba con él, con mi amante”.
Al termionar es luna de miel, cuenta que hubo tres hechos violentos que hicieron a Vanesa denunciar las agresiones. En Puebla Saul acostumbraba a manejar a exceso de velocidad mientras bociferaba y reclamaba a Vanesa. Una ocasión, cuando ella no pudo contestar una de sus llamadas, discutieron de regreso a casa; Saul manejó el auto de manera descuidada y a alta velocidad.
-No te escuché, no tenía el teléfono conmigo-, le dijo Vanesa.
-Entonces esta chingadera no sirve- gritó Saul y estrelló el celular en el parabrisas del automóvil.
Durante su estancia en Puebla se acercó al Centro de Justicia para las Mujeres y interpuso una denuncia en la Fiscalía General del Estado — antes Procuraduría General de Justicia –. Luego presentó otra denuncia ante la Procuraduría General del Estado de Tlaxcala, durante el tiempo que radicó en esa entidad.
El expediente de Puebla fue trasladado a Tlaxcala y, en ambos casos, pidió el acompañamiento de las comisiones estatales de los derechos humanos.
El seis de enero de 2010 Vanesa se negó a acompañar a Saul a una fiesta de cumpleaños, para esa fecha lo único que sentía por él era temor y enojo. Mientras los niños bajaban al coche, él le pidió que los acompañara, que lo perdonara y que la amaba, pero ella se negó.
Entonces él reclamó que lo haya denunciado en el Centro de Justicia para las Mujeres en Puebla y enfureció por lo que le arrebató la bolsa, sacó los papeles que ella había guardado y los tiró al piso, estrelló el celular en el filo de la cama y en la discusión la agarró del cabello e intentó azotarla en el piso, pero Vanesa lo impidió apoyando los brazos en el suelo. Nadie la escuchó gritar.
-Como quieras- le dijo Saúl después de que la soltó y, con tranquilidad y una mueca de dignidad agraviada, se quitó los cabellos que habían quedado en sus manos y suéter.
LA REVICTIMIZACIÓN FAMILIAR Y DE LA AUTORIDAD
El circulo de la violencia para Vanesa se completó con la revictimización de las instituciones y el discurso de la familia que le conminaba a “aguantar las agresiones por los niños”. YTambién hubo que aguantar los comentarios y las risas de los abogados de la organización civil de Tlaxcala que aceptó acompañar su proceso pero que, antes de iniciarlo, lo dió por perdido.
En Tlaxcala durante la declaración de hechos recordó que la ministerio público fue muy agresiva. «Cuando le conté de las agresiones me dijo que por qué si tanto me quejaba había tenido otro hijo con él y se rió junto con el abogado que me acompañaba que asintió con la cabeza”.
La ministerio público Aida Carmen Vega Cuapio pese a las burlas integró la demanda. Esta funcionaria junto a la visitadora de la Comisión Estatal de Derechos Humanos siempre le recriminaron ser la culpable de esa violencia.
“En Tlaxcala nunca le dieron seguimiento a mi demanda. Primero me presentaron un documento que decía que yo acepta la conciliación, y era algo que yo no quería, y la firmé hasta que la cambiaron”. Cuando siguió el proceso en Tlaxcala acompañada por la visitadora de la CEDHT la MP me dijo que no seguían el proceso porque yo no iba, que esa era la segunda vez que me había visto. A mi en ese momento el mensaje que me dejaron fue que si las mujeres que demandan o denuncian no vienen a darle seguimiento nadie se preocupa, y nosotras tenemos que investigarlo”
La denuncia fue iniciada en septiembre de 2015 en Puebla, cuando Saul la amenazó de muerte. En la Fiscalía las agentes la desdeñaron, reprodujeron los comentarios de revictimización: “solo fue una amenaza, entonces yo dije que solo quería dejar constancia que el día que encuentraran mi cadáver supieran que fue Saul”.
Después las diligencias se centraron en saber si ella mentía o no; eso se sobrepuso a la demanda por amenaza de muerte. Más tarde turnaron la demanda a Tlaxcala donde desapareció. Así el proceso venció en enero de 2018.
Vanesa sabe que no hubo justicia, que cada una de las acciones violentas de Saul quedaron impunes.
“Tengo dos mensajes, uno para las mujeres que no quieren o todavía no denuncian y que están viviendo violencia, yo si las animo a que denuncien pero que no lo hagan solas, que se acerquen a organizaciones donde haya abogadas feministas, con perspectiva de género y de derechos humanos para que las acompañen en este procedimiento de denuncia, es un procedimiento muy fuerte, es una lucha, muchas mujeres han luchado y han muerto para que nosotras ahora podamos denunciar…, decirles que no están solas. Hay muchas cosas que es necesario que denunciemos aunque en mi caso, que no se hizo justicia, yo creo que sí vamos marcando un precedente y que podemos lograr cosas a través de las denuncias y documentando cómo las autoridades están violentando a las mujeres víctimas, porque a través de esto podemos modificar cosas y abrir nuevas oportunidades para las mujeres”.