Más allá de “La Escondida”, el teatro lirico de Miguel N. Lira ha sido poco reeditado.

Hoy se cumplen 115 años del nacimiento del escritor tlaxcalteca Miguel N. Lira, quien es recordado por una de las novelas de la revolución mexicana llevada al cine por Roberto Gavaldón con la adaptación de José Revueltas y Gunther Gerzso.

En Tlaxcala Miguel N. Lira goza de una ciega popularidad: un museo, una biblioteca, calles y un premio de periodismo y literatura llevan su nombre, pero tiene muy poca obra editada.

La edición más reciente de “La Escondida” es de 2011 y ya en 2002 Jeanine GaucherMorales y Alfredo O. Morales compilaron el teatro del escritor tlaxcalteca en dos tomos con tiraje de 2 mil ejemplares; además existe una edición de La guayaba de 2002.

Miguel N. Lira nació el 14 de octubre de 1905 en Tlaxcala y murió en la misma ciudad el 26 de febrero de 1961. Estudió derecho en Puebla y Ciudad de México donde se desempeñó como juez de distrito; fue jefe del Departamento Editorial de la UNAM y la Secretaría de Educación Pública y enseñó literatura mexicana e historia en la Escuela Nacional Preparatoria. Fundó su propia imprenta y la editorial “Fábula” y “Huytlale” donde publicó poesía, teatro y ensayo.

Pese a la extensa obra, su figura se relaciona casi naturalmente a la “La Escondida”. Esa reducción se debe a la versión cinematográfica que triunfó en los festivales de Cannes y, más aún, a las figuras consolidadas como mitos cinematográficos de María Félix y Pedro Armendáriz.

Sin embargo, ambas versiones (la escrita en 1947 y la cinematográfica de 1956) van por caminos distintos. La versión cinematográfica tiene la forma de tragedia griega: la indígena Gabriela, esposa del peón Felipe Rojano, se convierte en la amante del gobernador de Tlaxcala, el general Leonardo Garza, después de que Rojano es obligado a enlistarse en el ejército como castigo por un crimen que Gabriela cometió pero que se niega a revelar.

Con el tiempo el destino -esencial para el climax trágico- confronta a Gabriela, ahora “La generala porfirista”, con Felipe Rojano que es un cabecilla revolucionario. El conflicto los lleva a una relación de amor-odio, de desprecio y muerte marcada por un destino que cierra sus pizas en la consumación del amor y vuelta al origen.

En cambio, la novela merecedora del premio “Lanz Duret” de El Universal, relata la construcción del amor romántico entre bandos esencialmente opuestos; por un lado, Gabriela no solo es la esposa legítima del general Leonardo Garza sino una mujer educada entre oropeles afrancesados y la tradición porfirista.

Felipe Rojano, por su parte, es un indígena cuatrero, sanguinario y machista que se une a la revolución para reivindicar derechos que, tras la victoria maderista, cumple a medias reproduciendo los vicios de los gobernadores porfiristas como colocar a un gobernador a modo para obtener, mediante decreto del Ejecutivo y el Congreso local, parte de la selva La Escondida donde construye el refugio para enclaustrar a Gabriela, quien termina cediendo al paisaje y al amor agresivo, tímido y natural de Rojano.

La Escondida es una novela “costumbrista” que se desarrolla en la capital del estado. En las primeras líneas Miguel N. Lira describe Tlaxcala como “una ciudad propia para envejecer sin sentirlo”.

Sin embargo, más allá de esas dos obras, el teatro del escritor tlaxcalteca ha sido poco reeditado a pesar de que reúne poesía, narrativa, color y conflictos humanos universales; se mueve entre el lirismo de Federico García Lorca y el primer teatro nacionalista de Rodolfo Usigli.

“Teatro completo” que compilan Janine Gaucher-Morales y Alfredo O. Morales es una oportunidad para conocer al otro Miguel N. Lira. El libro publica seis obras de teatro inéditas, las farsas “Casa de Cristal” y “El diablo volvió al infierno”; la tragedia regional “Vuelta a la tierra”, el teatro histórico con “Carlota de México” y el teatro lírico de “Linda”, muchas dirigidas en el siglo pasado por Xavier Villaurrutia.

No hay mejor inicio lirico de Teatro Completo que el diálogo entre Magda, Genoveva y Lucrecia en Carlota de México:

Magda: ¡Daos prisa…! ¡daos prisa…! que ya sube la marea y las olas se baten contra las rocas… ¡Tú Genoveva, y tú, Lucrecia…! ¡Daos prisa… Daos prisa!

Genoveva: Si la tarde se apaga allá afuera, aquí la tenemos viva entre los dedos…

Lucrecia: ¿Cómo puede hacerse la noche con toda la blancura que brilla en nuestras manos?

Genoveva: perlas y flores blancas…

Lucrecia: Y gasas como espuma…

Genoveva: Se diría que nuestras manos son conchas de nácar y que de ellas brotan los claros amaneceres de Miramar.

En la Antología literaria de Tlaxcala “Armario de ilusiones” de Olimpia Guevara Hernández y Joel Dávila Gutiérrez, los compiladores lanzan una pregunta: ¿Existe una literatura tlaxcalteca?

En ella va implícito el reto de recoger y analizar la obra de los escritores tlaxcaltecas. Sin embargo, en el fondo, la pregunta cuestiona sobre la identidad: para re-conocernos es necesario vernos desde el espejo de la literatura y el arte, y Miguel N. Lira es esa ciudad literaria poco transitada y poco editada.