Cómo celebrar la muerte con brutalidad, con saña, con misoginia, con atropello, abuso y con la herida que la impunidad mantiene abierta.
En México la ofrenda del Día de Muertos es el reencuentro con un ritual que convoca a la memoria.
Ofrendar el 2 de noviembre es estar cerca de nuestros muertos, dialogar con su recuerdo, compartir el pan, la sal, las frutas, los manjares culinarios, el agua y el vino con aquellos que ya no están.
Un ritual colorido, de tradición popular, que no pinta del mismo tono ni del mismo júbilo en todos los rincones de éste país porque en México, lamentablemente, todos los días son de muertas.
Con los ojos huecos, las miradas tristes, entre ofrendas, flores y pan, quedaron también las fotografías y memorias de todas esas mujeres desaparecidas y víctimas de feminicidio.
Ellas, que tienen ofrenda, pero no tienen justicia.
Ellas, que mueren una y otra vez en manos de la impunidad, de las fiscalías, de los ministerios públicos, de la indiferencia, del prejucio, del egoísmo porque “no es mi muerta”.
Cómo celebrar la muerte forzada, la muerte en manos del Estado, la muerte en manos de la autoridad, a la sombra de negligencia, mientras asesinos y corruptos se mantienen incólumes.
Cómo celebrar la muerte con brutalidad, con saña, con misoginia, con atropello, abuso y con la herida que la impunidad mantiene abierta en tantas vivas y muertas.
Salimos a la calle conminadas no por la alegría del reencuentro en medio de ésta contingencia que no termina, sino por el dolor y por esa deuda de justicia para ellas.
Salimos, para hacer visibles los cientos de casos que por el paso del tiempo, los errores, la negligencia, las inconsistencias en las carpetas de investigación, se mantienen sin castigo en las Fiscalías.
En la ofrenda todas ellas son hoy nombres y fotografías, levantamos su recuerdo para gritar que no son cifras, son historias, fueron sueños, fueron vidas que arrebató la violencia de género.
No sólo sus familias las recuerdan, fueron niñas que no lograron cumplir 15 años, que salieron a la escuela o a la esquina por unas simples copias y jamás volvieron.
Una ofrenda como lucha simbólica y un grito contra el Estado, un grito fuerte contra las autoridades que protegen feminicidas, incluso confesos.
Fue una flor para cada alma, una vela, un grito, uno muy alto por la paz de las mujeres, ellas, nosotras, todas.
Éste día se levantó un altar para recordarlas y se gritaron sus nombres en busca de justicia para Karla, Ivanna, Igrid, Laura, Andrea, Jessica, Dulce y de cientos más como Ivanna, una joven cuyo caso está pendiente de resolución en la fiscalía. Justo el 2 de noviembre pasado era un día especial, además de celebrar el Día de Muertos para recordar a sus seres queridos, sería también su cumpleaños número 17.
A casi un año de su feminicidio, diciembre del año pasado, su expediente sigue detenido.
Dulce Ivanna desapareció el 11 de diciembre de2019, salió por última vez para inscribirse en la escuela. La Fiscalía no activó la Alerta Amber sino una semana después, protocolos les dicen.
El 23 de diciembre el cuerpo calcinado de la joven fue localizado en un baldío. Su novio, Antonio de 20 años, confesó en feminicidio y fue apresado, su padre lo entregó a la autoridad. A once meses, el autor del crimen se retractó de sus declaraciones preliminares y ahora gana tiempo porque el tiempo los mantiene impunes.
Que el tiempo no las olvide a ellas, que las deje descansar en paz, que no les pongamos flores, que no llegue el aroma a copal, que llegue por fin la justicia, que en éste país donde se respeta a la muerte, se respete primero la vida.