La talavera es resultado de la convergencia de diversos saberes que están vivos, porque se han ido adaptando a las necesidades contemporáneas.
El día de hoy, México y España lograron la inscripción de los “Procesos artesanales para la elaboración de Talavera de Puebla y Tlaxcala, México, y la cerámica de Talavera de la Reina y el Puente del Arzobispo, España”, en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
La distinción se otorga al considerar que se trata de conocimientos transmitidos de generación en generación, que han tenido constancia en una comunidad específica, que los identifica como parte de su patrimonio e identidad.
Los procesos artesanales para la elaboración de talavera constituyen una práctica cultural con la que se identifican dos comunidades en México: Puebla y Tlaxcala, y dos en España: Talavera de la Reina y El Puente del Arzobispo, en Castilla-La Mancha, resultado de un conocimiento que data del siglo XVI y se ha mantenido vigente hasta nuestros días.
A pesar de los años en el tiempo y el desarrollo diferenciado que la producción de esta cerámica ha tenido, en uno y otro país, incluso con el empleo actual de la electricidad en tornos, el proceso artesanal de producción, técnicas de elaboración, esmaltado y decorado, sigue siendo el mismo que en el siglo XVI.
El conocimiento y las habilidades relacionadas a la práctica cultural incluyen la preparación de la arcilla, la elaboración de la loza, la decoración, la preparación de pigmentos de manera natural y el manejo del horno, lo que requiere de una gran experiencia.
Las técnicas de extracción de materias primas, procesamiento de materiales, decoración y cocción están a cargo de artesanos y ceramistas de la región. Estos han desarrollado habilidades a lo largo del tiempo y las han transmitido de generación en generación a través de la tradición oral y de los talleres artesanales. Algunos artesanos llevan a cabo todo el proceso, mientras que otros se especializan en etapas específicas.
Cada taller tiene su propia identidad y se plasma en el detalle de las formas, decoración, coloridos y variantes de las piezas, por lo que la elaboración de este tipo de cerámica sigue siendo un símbolo de identidad en ambos países.
Esta es la décima manifestación inscrita por México en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Es la primera inscripción binacional de México (nuestro país con otra nación) y la primera transcontinental de América Latina, ya que solo existían inscripciones conjuntas entre países latinoamericanos.
La inscripción de los procesos artesanales para la elaboración de talavera se dio en el marco de la 14ª sesión del Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, que se desarrolla del 9 al 14 de diciembre en Bogotá, Colombia.
El Comité está integrado por 24 países, cuyos representantes revisaron de manera acuciosa un total de 42 candidaturas, entre las que se encuentra la presentada de manera multinacional por México y España.
El expediente técnico que sustenta la candidatura fue elaborado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), así como los gobiernos de Tlaxcala y Puebla, a través de sus Secretarías de Turismo y Cultura, con el apoyo fundamental de la Secretaría de Relaciones Exteriores y las comunidades de artesanos y talleres talaveranos.
Por España participaron la Junta de la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha, el Ministerio de Cultura y Deporte de España y la asociación civil Tierras de Cerámica, una de las principales instancias de representación de la comunidad de ceramistas de las localidades españolas.
Un patrimonio vivo
La talavera es resultado de la convergencia de diversos saberes que están vivos, porque se han ido adaptando a las necesidades contemporáneas; ahí radica su importancia, en la manera cómo esos conocimientos encuentran nuevas maneras de utilización y adaptación a los nuevos tiempos.
En México se vincula con los artesanos y talleres productores de talavera, cuya tradición cerámica data de la época prehispánica, cuando hubo un importante desarrollo previo de amplia variedad de técnicas para la producción, decorado y terminado, las cuales se complementaron a partir del siglo XVI con tecnologías y materiales que introdujeron los españoles; durante el virreinato se hacía la loza blanca, al estilo español, que hasta finales del siglo XIX adoptaría popularmente el nombre de “talavera”, por provenir de la población de Talavera de la Reina.
En España, las comunidades que la elaboran son Talavera de la Reina y El Puente del Arzobispo, localidades separadas por 34 kilómetros, donde la producción de cerámica evolucionó a la par, desde el siglo XVI, gracias a una constante vinculación de artesanos y talleres. La cerámica se elabora en talleres familiares, algunos con una tradición de varias generaciones.
Los orígenes de los procesos artesanales para la elaboración de este tipo de cerámica se remontan a una tradición islámica, introducida primeramente en Egipto y Persia, por los árabes, para llevarla posteriormente a Marruecos y, de ahí, los musulmanes a España, donde desarrollaron una tradición alfarera novedosa.
Durante el siglo XVI se incorporaron tradiciones europeas procedentes de Italia, Holanda y Portugal. Por eso, la talavera es el resultado de la unión de una amplia diversidad de saberes, conocimientos y técnicas tradicionales artesanales.
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