La libertad de los hombres está limitada por reglas culturales establecidas desde el machismo. Es urgente revisar actitudes que cada día le cuestan la vida a alguien.
“No eres lo suficientemente hombre”, “tienes que aprender a ser el hombre de la casa” y “no seas gay”, son algunas de las frases que todos los días millones de personas pertenecientes al género masculino son obligados a escuchar; para ser uno más de la manada se tienen que deslindar de la individualidad. Los cínicos encajarán, pero los niños de noble corazón serán arrinconados en un callejón sin salida. México es un país machista.
La masculinidad mexicana está cimentada en tres factores: alcohol, mujeres y futbol. Culturalmente hablando, todo hombre que sea capaz de ingerir grandes cantidades de alcohol, tener relaciones sexuales con varias mujeres y sea meramente apto para meter la pelota en la portería no debería de tener ningún problema en su vida.
¿Cuál es el problema con esta filosofía de vida?
En un país en el cuál una mujer es asesinada cada dos horas y en el que, según estadísticas del INEGI (2019), por cada suicidio de una mujer adolescente hay al menos cuatro de hombres, es necesario cuestionar si verdaderamente necesitamos más hombres adictos a la testosterona. Lo que nos toca El primer paso para resolver cualquier problema es reconocerlo.
En ese sentido, la IBERO Puebla consciente de la crisis en materia de género que México enfrenta actualmente, ha gestionado una serie de medidas para revertir esta situación. Bajo esa premisa, el Dr. Quetzalcóatl Hernández Cervantes, coordinador del Doctorado en Investigación Psicológica de la IBERO Puebla creó un espacio en el cual los hombres pudieran dialogar sobre sus emociones e inquietudes existenciales sin miedo a ser juzgados. L
a primera sesión se realizó durante el Paro Nacional de Mujeres del pasado 9 de marzo, fecha en la que todas las mujeres pertenecientes a la Comunidad IBERO Puebla optaron por no asistir al campus en protesta por el incremento en el número de feminicidios en todo el país y la insostenible situación de violencia de género en todas sus manifestaciones.
Durante las actividades de ese día, Hernández Cervantes invitó a todos los hombres presentes en el Auditorio Manuel Acévez, SJ a que realizaran un ejercicio de interiorización con el objetivo de reflexionar sobre los distintos tipos de violencias que hemos aprendido y perpetuado con las personas que forman parte de nuestras vidas.
En esa ocasión, se llegó a la conclusión de que uno de los mayores problemas actuales es la repetición de patrones tóxicos que fueron instaurados por generaciones anteriores y que nunca han sido suplantados por mejores formas de vida. Varios hombres confesaron que les cuesta trabajo expresar sus emociones por miedo a ser vistos como vulnerables o catalogados como afeminados.
Esta primera instancia fue crucial para que todos los hombres que forman parte de la Comunidad Universitaria pudieran reconocerse como víctimas y victimarios de la violencia machista. Fue un momento de acercamiento mutuo, de hermandad y de invitación al cambio. Pandemia y nuevas masculinidades
El término de nueva normalidad que nació a partir del confinamiento masivo durante la pandemia de la COVID-19 ha obligado al planeta entero a adoptar un estilo de vida completamente distinto en un lapso de pocos meses.
Para el Dr. Quetzalcóatl Hernández, es elemental continuar con el trabajo que se empezó en el 9M; por lo que este primer acercamiento se movió a el plano virtual. Durante el periodo escolar de Otoño 2020, se llevaron a cabo sesiones a través de Teams del Seminario de Masculinidades liderado por el Dr. Hernández Cervantes. Estas sucedieron cada dos semanas. A través de redes sociales y los medios informativos de la Universidad, se invitó a todos los hombres de la comunidad a participar.
Las sesiones se enfocaron más en la parte emocional de los partícipes y menos en la rigurosidad académica. En ellas, se citaron a autores como Will H. Courtenay, quién en su texto titulado Dying to be Men, expone que los hombres son más susceptibles a sentirse aislados, solitarios y con pocos amigos a comparación de las mujeres.
Estas cuestiones planteadas por Courtenay son apenas la punta del iceberg. Debajo del agua existe una montaña de emociones, traumas y condicionamientos que durante décadas han limitado las libertades individuales de los varones de todas las edades; se les ha enseñado a ser fuertes sin importar las circunstancias. Tarde o temprano esa armadura de cristal se romperá en mil pedazos. Hablemos de nosotros El primer vínculo siempre será el más importante de todos. Un hombre no nace, se hace.
La ausencia o la presencia del padre o su respectiva figura es elemental en la construcción de una identidad desde una edad temprana. Los conversatorios sirvieron para alumbrar la oscuridad, se debatió cómo el padre es el responsable de forjar la autoestima en un niño.
En muchos casos sucede que el padre es la primera persona en abrir una herida. Los participantes argumentaron que durante sus respectivas infancias fueron forzados a ser como los otros niños. Esto implica jugar deportes, ser rudos, fríos y heterosexuales. La ropa es otro tema de permanente controversia. Los hombres deberían de tener la libertad de vestirse tal y como ellos quieran.
La masculinidad dominante plantea que existen cierto tipo de prendas reservadas exclusivamente para las mujeres y otras más para los varones. Por ejemplo: las faldas, el color rosa y los tacones son de uso exclusivo del género femenino, mientras que los trajes y colores como el rojo o el azul les corresponden a los varones.
¿Qué sucede si invertimos el orden establecido? Bajo el precepto de la nueva masculinidad, es factible “romper las reglas impuestas”. Es importante reconocer que la ropa carece de reglas. Durante el seminario se planteó que es menester eliminar este miedo existente alrededor de las prendas. La cultura de “echarle ganas” es destructiva en varios sentidos.
Muchos niños, adolescentes y adultos se creen inmunes en todo, incluyendo las enfermedades. Hay que aprender a diferenciar la valentía de la testarudez. Los hombres también son susceptibles a padecer ansiedad y depresión, pero el pacto patriarcal los imposibilita de expresar verdaderamente cómo se sienten. En el plano físico es igual o peor.
Enfermedades como el cáncer de próstata o testicular atacan con vehemencia a millones de personas mundialmente, pero existe una reticencia por acudir al médico hasta que ya es muy tarde. Durante una de las sesiones del seminario se planteó la urgencia por desarticular este tipo de creencias. Un hombre no es menos por cuidarse a él mismo, por permitir que un especialista de la salud lo revise y mucho menos por pedir ayuda en momentos de desesperación personal.
La pandemia ha ejemplificado que la interacción cara a cara entre los seres humanos jamás podrá ser suplantada por una pantalla. Uno de los grandes retos del seminario fue saltar esta barrera que se interponía entre los participantes. Al principio de las conversaciones costó mucho trabajo que los integrantes expusieran sus ideas, pero con el paso del tiempo y las temáticas abordadas, empezó a mejorar la convivencia entre todos.
Lo más importante fue el lograr generar un ambiente de confianza; el saber que todo lo expresado será preservado en un ambiente seguro. La camaradería alcanzó su punto máximo a pesar de la distancia. De la vulnerabilidad individual nació la fortaleza grupal.
Los hombres participantes llegaron a la profunda realización de que está bien no estar bien. Las últimas reuniones fueron cruciales para terminar de afianzar las lecciones aprendidas durante los cuatro meses de convivencia.
El grupo llegó a la conclusión de que se requiere tener nuevos modelos de masculinidades. Esto implica aceptar la diversidad sexual, ser partidarios en la lucha de igualdad de género y finalmente, deconstruir años de violencia simbólica.
En este primer periodo de trabajo existieron varios momentos que sirvieron para ampliar la conversación. En una de las primeras sesiones, el Dr. Hernández compartió con el grupo una serie de videos. El que generó más impacto fue un video titulado: ¿Qué significa en realidad “ser un hombre de verdad”? Debemos construir masculinidades más sanas.
En su charla TED, Ricardo Rivera resalta la finalidad última del seminario: reconstruir desde las cenizas. Mejorar es un trabajo constante Carencia de empatía.
Estas son las palabras que usaría para describir el estado actual del mundo. Presenciamos la destrucción de la vida y no hacemos nada por detenerlo. La masculinidad tóxica plantea una sociedad carente de amor hacia el prójimo y hacia uno mismo.
“Los chicos no lloran, tienen que pelear” canta Miguel Bosé en una de sus canciones más reconocidas. ¿Pelear por qué? Aprender a ser un nuevo hombre empieza por dejar de luchar contra nuestras propias sombras. Los miedos que nos impulsan hacia la agresividad tienen que ser reemplazados por la sutileza de un girasol en primavera. A los hombres nos asusta bajar la guardia. El estar desnudos ante la inmensidad de la nada.
La densidad de la noche se postra sobre nuestros hombros, nos reta a hundirnos todavía más en el abismo o empezar la caminata que nos saque de la caverna. Al igual que Bosé, opto por soñar.
No hay mayor tragedia que no vivir por miedo a sufrir. Veo a los hombres en las esquinas, las oficinas y los automóviles. Observo una existencia tan limitada por el temor al rechazo o peor, a la autenticidad.
Las conversaciones que acontecieron durante este semestre me fueron sumamente útiles para reencontrarme con ese niño interior. Le di un abrazo, le dije que lo sentía mucho, que me gustaría regresar en el tiempo para evitarle dolor, pero que lo mejor que le podía ofrecer en este momento es cerrar la hemorragia de su espíritu.
¿Qué tipo de hombres necesita este planeta?
Los que no tienen miedo a ser ellos mismos. Hemos cambiado las sutilezas de la vida por un pedazo de un pastel inexistente, pero que aparenta ser real en las películas, series de televisión y redes sociales. Muchas veces he dudado de mi hombría.
Tal vez no soy lo suficientemente fuerte, audaz o agresivo hacia los demás, tal vez debería de tomar más, coger más y pegarle más a la pared.
Tal vez si hago todas esas cosas ya encuentre la validación que estoy buscando, pero por el momento me conformo con ser un canalla con un boleto al Congo, que no quiere ser como los demás y no huye de las lágrimas o lo sueños. Gracias al seminario descubrí que está bien ser lo que yo quiera ser.