El entendimiento y la colaboración serán piezas claves para México mientras observa a su país vecino deconstruir el trumpismo de la mano de un líder más moderado.


Estados Unidos tiene uno de los procesos electorales más extensos en el mundo democrático. Considerado como una reliquia política, poco más de dos meses son los que separan a la votación de la confirmación del resultado.

El último de estos ciclos se caracterizó por el mismo ritmo trepidante y estrambótico que definió a los cuatro años de mandato de Donald J. Trump. La llegada del magnate a la Casa Blanca en 2016 no es casualidad.

Se trata de un acontecimiento arrastrado por un nuevo populismo estadounidense basado en la insatisfacción de varios sectores de la población hacia la inacción de la política tradicional en ciertos aspectos. Así lo observa el Mtro. José Luis García Aguilar, académico en el Departamento de Ciencias Sociales de la IBERO Puebla.

El expresidente sembró un desajuste en su propio partido que cimbró todos los ejes de la política norteamericana. De ser un país que había promovido el multilateralismo internacional, la creación de organismos internacionales y políticas de seguridad, con Trump se pasó a un gobierno unilateral y aislacionista, como prueban los abandonos a la Organización Mundial de la Salud y el Acuerdo Transpacífico.

Caso similar ocurriría si el presidente Andrés Manuel López Obrador logra consolidar la reforma energética que favorece las energías eléctricas por encima de la generación de fuentes alternativas. Esto entraría en conflicto no solo con la agenda del propio presidente Biden, sino con los compromisos del tratado comercial (T-MEC) y la relación entre los sindicatos y el Partido Demócrata.

“Si algo ha demostrado la relación bilateral es que tiene muchos factores más allá de quienes ocupen las respectivas presidencias. Es muy diferente la visión que tenemos desde el centro de los países con lo que sucede en la frontera”, analiza José Luis García.

Sería un error que el presidente de México se enfrasque en la defensa a ultranza de la soberanía como ocurrió en el caso Cienfuegos. Las cifras son claras: compartimos 2,000 kilómetros de frontera; 12 millones de compatriotas viven en el país vecino; más de 30 millones de habitantes estadounidenses son de origen mexicano; casi un millón de poblanos viven en el área de Nueva York, y el año pasado recibimos cuarenta mil millones de dólares en remesas.

El cambio de régimen en Estados Unidos supone un llamado a la alianza estratégica en un periodo turbulento que, por si fuera poco, es atravesado por la COVID. “No nos conviene abrir una brecha hostil, sino encontrar acuerdos que nos lleven a administrar los problemas por los canales institucionales con la participación de los actores que forman parte de esta relación tan compleja”, concluye García Aguilar. Estos desplantes autoritarios tuvieron consecuencias.

Por un lado, la creciente polarización política, misma que se incrementó con la pandemia, donde Donald Trump fue el eje gravitatorio y que culminó con la insurrección del Capitolio el 6 de enero. Por otro, supuso la recomposición del Partido Demócrata tras perder la oportunidad de dar continuidad a la agenda progresista de Barack Obama.

Ante este panorama llegó Joseph Robinette Biden Jr., un hombre con más de 40 años de experiencia en la política estadounidense que se ha caracterizado por ser un político del ala moderada de los demócratas, afín a la búsqueda de acuerdos para resolver discrepancias.

Durante la campaña contrastaron las dos visiones de lo que es Estados Unidos en la actualidad. Por un lado, la perspectiva del liberalismo individualista nutrido por los mitos de la creación del país y el patrioterismo; por otro, el surgimiento de movimientos que apelan a la justicia social, pero sin desmarcarse de la violencia. Biden ganó la presidencia por un margen aceptable, mas no holgado.

Explica García Aguilar: “esto trajo consigo un continuo cuestionamiento por un posible fraude electoral que nunca fue probado por Trump y sus seguidores, que a su vez derivó en una resistencia silenciosa en contra del demócrata y que culminó con la deliberación del Colegio Electoral en medio del caos en Washington”.

Así, el mensaje del demócrata es que existe una manera institucional de hacer las cosas a través de la estabilidad, la confianza en la gente de experiencia y el orden público. Además, el gabinete consolida la política de diversidad con la presencia de personas como Kamala Harris (mujer de ascendencia indojamaiquina), Alejandro Mayorkas (migrante) y Rachel Levine (mujer transgénero).

MIGRACIÓN Y RELACIÓN CON MÉXICO

No ha habido una reforma profunda en el sistema migratorio en Estados Unidos desde el periodo de Ronald Reagan. Por ello, el académico de la IBERO Puebla vaticina que no habrá un cambio sustancial de la noche a la mañana en la materia debido a que se trata de un asunto que debe pasar por el Congreso, el cual, si bien es de mayoría Demócrata, se encuentra dividido. Resulta factible esperar una transición gradual hacia políticas nuevas, comenzando por el aspecto humanitario con dos ejes primordiales: la reactivación de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) para proteger a los dreamers y la erradicación de la separación de familias.

Posteriormente vendrá la gestión de los flujos migratorios, especialmente los relacionados con caravanas provenientes de Centroamérica. En otros temas que conciernen a nuestro país, podrían suscitarse tensiones en materia de seguridad y energía.

Luego del caótico regreso del general Salvador Cienfuegos a nuestro país y la subsecuente desacreditación a la Administración de Control de Drogas (DEA, en inglés), hechos que podrían generar fricciones entre las agendas de ambos países.

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