El amor propio es quizás el amor menos mencionado e incluso el menos valorado, porque no se puede presumir en Instagram.
Es prácticamente imposible ignorar la cercanía del 14 de febrero y aunque normalmente transcurre en opiniones divididas sobre si es necesario un día para celebrarlo o se trata tan sólo de una fecha creada para elevar las ventas después la cuesta de enero, lo cierto es que nos pone a reflexionar sobre el amor, casi siempre asociado a la pareja y que dicho sea de paso, en ésta sociedad postmoderna, no es sino una fuente de angustia. Ya lo ha dicho Zygmunt Bauman en su libro Amor Líquido, que en estos tiempos que corren con tanta rapidez, tenemos un miedo atroz al compromiso, entendido como un acto de adhesión incondicional a una persona de manera indefinida y sin embargo vamos buscando constantemente quienes estén dispuestos a hacerlo, sin estar seguros de poder lograrlo nosotros mismos. Bauman también cuestiona al matrimonio y a la familia como institución, pero sobre todo, aterriza las relaciones afectivas como meras transacciones mercantiles, donde buscamos que el costo/beneficio juegue a nuestro favor y es por ello que estamos siempre abiertos a nuevas inversiones, que nos prometan más beneficios y costos más bajos, lo que nos sume en una constante angustia y miedo a comprometernos con la persona equivocada, pero desafortunadamente esta visión mercantilista no sólo aplica en la elección de pareja, también parece que define el cómo entendemos el amor propio y es por eso, que en muchos momentos nos comparamos con los demás y fijamos nuestro valor en razón de dicha comparación, conformándonos con menos.
El amor propio es quizás el amor menos mencionado e incluso el menos valorado, porque no se puede presumir en Instagram, pero es cambio el más valioso porque en base a él, nos relacionaremos con los demás. Resulta que nosotros enseñamos a los otros, cómo deben tratarnos y en dicho amor, reposa nuestra tranquilidad y bienestar ¡sí!, ése mismo que hace que no tengamos que estar stalkeando a nuestras parejas o viendo en cada amig@ un potencial peligro, porque confiamos en el otro, como confiamos en nosotros mismos. Sin embargo, poco se nos enseña del amor propio, en cambio se nos repite hasta el cansancio, que somos seres incompletos, que necesitamos una media naranja, un alma gemela, para tener plenitud y por eso emprendemos una desesperada búsqueda de ésa plenitud, de eso que nos falta, de ése alguien que nos brinde cariño, reconocimiento cuando la plenitud siempre ha estado dentro de nosotros y el papel de la pareja no es otro, sino acompañarnos desde su propia plenitud.
Es por eso que el amor se debe experimentar en primera persona, primero reconociendo lo que somos, lo que tenemos, lo que valemos, para que al relacionarnos con alguien más, lo hagamos desde una verdadera igualdad de condiciones, valorando al otro de la misma manera en que nos valoramos, ni más ni menos.
Me parece realmente preocupante que se estén normalizando las carencias afectivas que se manifiestan a través de los celos, el control y el drama contenidas en la etiqueta de tóxic@ que mucha gente porta con orgullo, como si se tratara de una cualidad. Me parece sorprendente que se esté romantizando la violencia en la pareja, a través de conductas como revisar el celular de la pareja, decidir por el otro a quienes acepta o no en sus redes sociales, a quienes puede dar like o a quienes no. Abundan consejos para espiar a la pareja, señales para descubrir si nos son infieles, como si fuera nuestra responsabilidad cuidar que eso no ocurra, de nuevo se trata de “cuidar“ nuestra inversión, no permitir que alguien nos “robe” lo que es “nuestro”. No podemos ignorar el hecho de que aquellas personas que se enorgullecen de ser “tóxicas”, lo único que hacen es seguir alimentando sus inseguridades y convertir el “amor” en fuente de sufrimiento. Dejemos de normalizar el control como medida del amor, porque sólo distorsionamos el verdadero sentido del amor, que es el bienestar y el crecimiento mutuo.
El amor debe celebrarse todos los días pero no sólo el amor a la pareja, sino el amor a nosotros mismos que es la verdadera esencia del amor. Aprendamos a brindarnos todo aquello que damos a los demás, a comprometernos con nuestro propio bienestar, tratémonos como nuestra prioridad para no necesitar de alguien, sino poder elegir a quién queremos en nuestra vida y disfrutar su compañía sin ése temor constante a perderlo, pues debemos entender que permanecerá a nuestro lado el tiempo que decida hacerlo, sin necesidad de esforzarnos pues se trata de una elección basada en el bienestar. Esto no quiere decir que no haya conflictos, pero desde la calma encontraremos la forma de solucionarlos, sin hacernos daño. Recuerda que si hay que forzarlo, no es de nuestra talla.
Espero que pasen no solo un día del amor (propio) y la amistad maravilloso, sino que lo disfruten todos los días, pues el amor crece en la medida que lo cultivamos.
¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván.