El STC es más frecuente en las mujeres y sólo el 10% de los casos se dan en hombres.
El síndrome de Takotsubo (STC), también conocido como síndrome del ‘corazón roto’, se caracteriza por un debilitamiento temporal y repentino de los músculos del corazón que hace que el ventrículo izquierdo del corazón se abombe en la parte inferior mientras el cuello permanece estrecho, creando una forma parecida a la de una trampa japonesa para pulpos, de la que toma su nombre.
Desde que se describió por primera vez esta afección relativamente rara en 1990, los datos sugieren que suele desencadenarse en episodios de gran angustia emocional, como la pena, la ira o el miedo, o en reacciones a acontecimientos felices o alegres. Ahora un nuevo estudio apunta a una nueva causa también emocional.
Los pacientes sufren dolores en el pecho y falta de aire, y puede conducir a ataques cardíacos y a la muerte. El STC es más frecuente en las mujeres y sólo el 10% de los casos se dan en hombres. La amígdala es la parte del cerebro que controla las emociones, la motivación, el aprendizaje y la memoria. También participa en el control del sistema nervioso autónomo y en la regulación de la función cardíaca.
El estudio
Un nuevo estudio apunta a que el aumento de la actividad cerebral provocado por acontecimientos estresantes está relacionado con el riesgo de desarrollarlo, según una investigación publicada en el ‘European Heart Journal’. El estudio ha descubierto que cuanto mayor es la actividad de las células nerviosas de la región de la amígdala del cerebro, antes puede desarrollarse el síndrome de Takotsubo. Los investigadores sugieren que las intervenciones para disminuir esta actividad cerebral relacionada con el estrés podrían ayudar a reducir el riesgo de desarrollar el STC, tanto con tratamientos farmacológicos como técnicas para disminuir el estrés.
«El estudio sugiere que el aumento de la actividad neurobiológica asociada al estrés en la amígdala, que está presente años antes de que se produzca el STC, puede desempeñar un papel importante en su desarrollo y puede predecir el momento en que se produce el síndrome. Es posible que prepare al individuo para una respuesta de estrés agudo que culmine en el STC«, afirma el doctor Ahmed Tawakol, codirector del Centro de Investigación de Imágenes Cardiovasculares del Hospital General de Massachusetts y la Facultad de Medicina de Harvard, que dirigió el estudio.
«También identificamos una relación significativa entre la actividad cerebral asociada al estrés y la actividad de la médula ósea en estos individuos –añade–. En conjunto, los hallazgos proporcionan información sobre un posible mecanismo que puede contribuir a la ‘conexión corazón-cerebro’.
En el primer estudio en el que se examinan las exploraciones cerebrales mediante tomografía por emisión de positrones/tomografía computarizada (PET-CT) con F-fluorodeoxiglucosa para evaluar la actividad cerebral antes de que se desarrolle el STC, el doctor Tawakol y sus colegas analizaron los datos de 104 personas con una edad media de 68 años, el 72% de las cuales eran mujeres.
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Los pacientes se sometieron a escáneres en el Hospital General de Massachusetts entre 2005 y 2019. La mayoría de ellos se sometieron a las exploraciones para ver si tenían cáncer y los escáneres también evaluaron la actividad de las células sanguíneas en la médula ósea.
Los investigadores emparejaron a 41 personas que acabaron desarrollando STC entre seis meses y cinco años después del escáner con 63 que no lo hicieron. El intervalo entre el escáner, la aparición del síndrome, el último seguimiento o la muerte fue de una media (mediana) de 2,5 años para los 104 pacientes.
El doctor Tawakol explica que «las áreas del cerebro que tienen una mayor actividad metabólica tienden a estar en mayor uso. Por lo tanto, una mayor actividad en los tejidos del cerebro asociados al estrés sugiere que el individuo tiene una respuesta más activa al estrés. Del mismo modo, una mayor actividad en la médula ósea refleja un mayor metabolismo de la misma».
En este sentido, añade que «las exploraciones PET/CT producen imágenes que reflejan la distribución del metabolismo de la glucosa. Las imágenes cerebrales arrojan así un mapa de la actividad metabólica cerebral: cuanto más altos sean los valores, mayor será la actividad en esas regiones del cerebro».
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