Todos nos sentimos un poco agobiados en nuestras actividades laborales y en casa. Pero hay maneras de mantenerte alerta y recargar las pilas.
Que levante la mano quien está completamente agotado. Tu bandeja de entrada es un balde desbordado de peticiones urgentes. Se te pide constantemente que hagas más con menos. De manera constante, tu mente está reorganizando las prioridades, calculando perpetuamente el número de minutos que quedan en el día y si tendrás tiempo suficiente para terminar todo tu trabajo.
No estás solo. La pandemia ha dejado a muchas personas agobiadas por intentar hacer malabarismos con el trabajo, la crianza de los hijos, el cuidado de los otros y más responsabilidades sin suficiente apoyo.
Aunque no es un diagnóstico médico, el agotamiento —específicamente el agotamiento laboral— está vinculado a una serie de problemas de salud, desde la irritabilidad hasta las enfermedades cardiovasculares. En 2019, el burnout fue reconocido oficialmente como un fenómeno relacionado con el trabajo por la Organización Mundial de la Salud.
Christina Maslach, ahora profesora emérita de psicología e investigadora del Centro de Lugares de Trabajo Saludables de la Universidad de California, Berkeley, escribió algunas de las primeras investigaciones sobre el agotamiento laboral y desarrolló su definición, que incluye sentimientos de agotamiento, ineficacia y cinismo, definidos por un desapego al trabajo y la pérdida de sentido. También publicó el Maslach Burnout Inventory, la herramienta de evaluación más usada para medir el agotamiento.
Según ella, el agotamiento está muy extendido hoy en día, en parte porque muchos trabajadores sienten que no pueden decirle que “no” a sus empleadores sin ser señalados, degradados o castigados de alguna manera.
Algunos trabajadores, especialmente los más jóvenes, simplemente renuncian. Pero para los que no pueden o no quieren renunciar, hay maneras de vencer el agotamiento.
Practica la amabilidad
Kira Schabram es profesora adjunta de administración en la Escuela de Negocios Foster de la Universidad de Washington, donde estudia cómo mitigar el agotamiento de los empleados. Las investigaciones anteriores se han centrado en encontrar formas de ayudar a los empleadores a reducir el agotamiento del personal, dijo, pero la suya se centra en lo que la gente puede hacer por sí misma.
“Durante mucho tiempo se ha dado por sentado que, cuando se llega al agotamiento, son otros los que tienen que sacarte de esa situación”, afirma Schabram. Tanto ella como Maslach hicieron hincapié en que los empleadores son los responsables últimos de las condiciones que impulsan el agotamiento pero, según Schabram, “los empleados que no pueden irse y que no reciben apoyo pueden ayudarse a sí mismos”.
Las investigaciones de Schabram sugieren que los pequeños actos deliberados de compasión hacia uno mismo y hacia los demás pueden ayudar a reducir los sentimientos de agotamiento, ya sea a corto plazo o en los casos crónicos. Si tu agotamiento se debe principalmente a la fatiga, intenta hacer pausas en tu agenda para el autocuidado, como por ejemplo preparar una comida. Un estudio que Schabram publicó con una colega a principios de este año sugirió que algunas personas podrían reducir la sensación de agotamiento con solo cinco minutos de meditación diaria.
El autocuidado puntual puede ayudar a corto plazo, pero una estrategia más eficaz para el agotamiento crónico es incorporarlo a la rutina unas cuantas veces a la semana. Es fácil olvidarse de uno mismo, así que elige algo que te gustaría hacer —ya sea un paseo o un baño en la piscina— y ponte recordatorios.
Recarga y comunícate
Para Chanea Bond, de 32 años, tomar descansos para cuidarse ha sido esencial para controlar el agotamiento. Como profesora de inglés en la secundaria Southwest de Fort Worth, Texas, Bond ha experimentado todas las dimensiones del agotamiento —agotamiento, cinismo e ineficacia— en el último año.
Según Schabram, los índices de agotamiento tienden a ser más altos en las personas que ven su trabajo como una vocación, y “no como solo un sueldo”. Como los profesores.
En un día cualquiera, Bond puede estar enseñando simultáneamente a un puñado de estudiantes en persona en su aula, y hasta a 25 en línea. Además, tiene que estar emocionalmente disponible para hablar con sus alumnos, que son predominantemente personas de color, sobre la desigualdad racial y la violencia armada. “Es abrumador”, dice. “Son muchas capas de traumas sin muchos recursos”.
Bond ha descubierto que escribir en un diario y centrarse en la gratitud le ayuda a recargar su mente y su espíritu. También ha encontrado catarsis al participar en talleres profesionales y compartir sus dificultades con compañeros de trabajo, amigos y en las redes sociales. Cuando el peso emocional de los últimos abortos involuntarios que sufrió se sumó a su agotamiento, lo publicó en Twitter y descubrió que la gente le respondía con palabras de empatía y apoyo.
Sin embargo, sigue teniendo dificultades. “Nunca he anhelado llegar al viernes —y nunca he temido el domingo— tanto como este año, y es un asco”, dice.
Aligera tu carga
El agotamiento también fue un problema para Sareh Parangi, cirujana endocrina y profesora de cirugía en la Escuela de Medicina de Harvard y en el Hospital General de Massachusetts, y presidenta de cirugía en el cercano Hospital Newton-Wellesley. El agotamiento de Parangi se había manifestado sin que ella se diera cuenta, causado en parte por el peso de las responsabilidades que había asumido.
El cinismo que esto generaba se manifestaba, según ella, en una especie de sequedad con los pacientes (un signo de agotamiento para los médicos), lo que resultaba molesto porque hablar con los pacientes siempre había sido un aspecto favorito de su trabajo. Recuerda que en ese momento se dijo: “No puedo seguir así”.
Un viernes por la noche, hace ocho años, tocó fondo cuando se sentó a escribir una solicitud para una subvención después de un día entero de trabajo. “Estaba agotada”, dijo. Cuando llamó a su marido para decirle que llegaría tarde, él le dijo que iría a recogerla y que saldrían a cenar.
“Fue muy astuto de su parte”, dijo. “Literalmente, no podía moverme de la silla. Me costó hasta la última pizca de energía quitarme la bata”.
Parangi se dio cuenta de que necesitaba hacer más cosas que la recargaran —pasar tiempo con su familia, la jardinería y la natación— y pasar menos tiempo conectada a internet.
“Me metí en CrossFit”, dijo, y “pasaba al menos una hora, cinco días a la semana, haciendo ejercicio”.
Parangi también hizo balance de las responsabilidades que había acumulado y empezó a descargar las que podía asumir otra persona. Al final, había eliminado de su vida laboral ocho tareas habituales que ya no necesitaba realizar.
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