El yoga y otros tipos de actividad física también pueden disminuir los síntomas del SII y mejorar la calidad de vida de los pacientes.
A nadie con síntomas debilitantes le gusta que le digan: “Todo está en tu cabeza”. Sin embargo, a menudo eso es lo que los pacientes afligidos con síndrome de intestino irritable escuchan, implícita o explícitamente, cuando un examen médico no revela una explicación aparente para sus repetidos episodios de dolor abdominal, hinchazón del estómago, diarrea o estreñimiento.
De hecho, el síndrome de intestino irritable, o SII, es un problema real que provoca síntomas reales, sin importar cuánto puedan desear los pacientes que desaparezca. Pero a diferencia de una infección o un tumor, el SII es lo que la medicina define como un trastorno funcional: una afección sin una causa identificable. Los pacientes no tienen signos visibles de daño o enfermedad en sus tractos digestivos. Más bien, la teoría predominante sostiene que los nervios demasiado sensibles en el tracto gastrointestinal del paciente envían señales de malestar al cerebro que resultan en dolor y mal funcionamiento.
Sin embargo, a medida que avanza la ciencia médica, los expertos están comenzando a encontrar explicaciones físicas para trastornos que anteriormente no tenían una causa biológica conocida. Por ejemplo, condiciones como la epilepsia, el mal de Alzheimer y la migraña alguna vez se consideraron trastornos funcionales, pero ahora se sabe que tienen fundamentos físicos o bioquímicos medibles.
Y una investigación reciente ha revelado al menos una posible explicación para los síntomas del SII: una infección en el tracto digestivo que desencadena una reacción alérgica localizada en el intestino. Como escribió en junio el doctor Marc E. Rothenberg en The New England Journal of Medicine: “Frecuentemente, los pacientes con SII informan que sus síntomas comenzaron en el momento de una infección gastrointestinal”.
Rothenberg, quien es director de la división de alergia e inmunología del Centro Médico del Hospital Infantil de Cincinnati, explicó en una entrevista que la infección puede alterar temporalmente la capa de células que normalmente recubren el intestino. Estas células forman una barrera que evita que se absorban de los alimentos las proteínas que provocan alergias. Cuando se traspasa esa barrera, las personas pueden volverse intolerantes a alimentos que antes no les causaban ningún problema.
Una investigación en ratones publicada en enero en la revista Nature mostró cómo podría suceder esto. Después de infectar los intestinos de los roedores con bacterias, los investigadores encontraron que los microbios liberaron toxinas que iniciaron una reacción alérgica en los intestinos, lo que provocó que el sistema inmunológico creara anticuerpos contra proteínas dietéticas específicas. Cuando esas proteínas en particular se ingirieron provenientes de los alimentos, una reacción inmunológica provocó una contracción en los músculos del estómago de los roedores, algo que se parece a los síntomas del SII, incluyendo diarrea y dolor abdominal.
Luego, los investigadores demostraron que una respuesta inmune similar ocurrió en 12 pacientes con SII cuando se inyectaron en el recto estos alérgenos alimentarios comunes como el gluten, el trigo, la soya o la leche. Todos los pacientes con SII tuvieron una reacción localizada a uno o más de los alérgenos, mientras que solo dos de ocho personas sin SII reaccionaron a algún alérgeno. A diferencia de las alergias alimentarias clásicas que pueden producir urticaria, hinchazón y otras respuestas inmunitarias en todo el cuerpo, la reacción a los alérgenos en el estudio fue detectable únicamente en el colon.
Al describir esta fascinante investigación, Rothenberg señaló que “queda mucho por dilucidar”. Pero agregó que esta y otras investigaciones relacionadas sugieren que “las dolencias gastrointestinales comunes, como el SII y el dolor abdominal funcional, pueden ser, en cambio, trastornos alérgicos inducidos por los alimentos”. Tales hallazgos, escribieron los investigadores en el estudio de enero, apuntan a “nuevas posibilidades para el tratamiento del síndrome del intestino irritable y los trastornos relacionados con el dolor abdominal”, lo que ofrece la esperanza de que algún día las personas con SII puedan encontrar un alivio duradero.
Dichos tratamientos serían una bendición para el 10 al 15 por ciento de los adultos estadounidenses con SII u otras sensibilidades alimentarias que experimentan malestar gastrointestinal después de una comida. Las posibilidades terapéuticas incluyen altas dosis de antihistamínicos para contrarrestar la sensibilidad de los pacientes, así como tratamientos específicos que bloquean las vías alérgicas, explicó Rothenberg. Agregó que ahora hay medicamentos en la fase 3 de los ensayos, el paso antes de la aprobación para su uso, que eliminan las células inmunes, conocidas como mastocitos, los cuales son responsables de iniciar una respuesta alérgica en el intestino.
¿Qué tan común es el SII?
El SII es el trastorno gastrointestinal que se diagnostica con más frecuencia. Aunque los síntomas pueden variar de un paciente a otro, estos incluyen comúnmente calambres, dolor abdominal, hinchazón del estómago, gases intestinales, así como diarrea o estreñimiento o ambos. El trastorno afecta a más mujeres que hombres y es más común en personas menores de 50 años. Tan solo en Estados Unidos los costos médicos anuales de la afección superan los 1000 millones de dólares.
Se trata de una condición crónica que requiere estrategias de contención continuas, como saber siempre la ubicación del baño más cercano o tener que usar pañales cuando el acceso al baño es limitado. La angustia emocional que puede causar a menudo resulta en depresión y ansiedad y puede llevar a otros a pensar incorrectamente que el trastorno intestinal es autoinfligido.
¿Pueden ayudar las terapias calmantes?
Existe un vínculo conocido entre el cerebro y el intestino, y ciertamente el estrés excesivo puede agravar los síntomas del SII. La terapia cognitiva-conductual puede beneficiar a algunos pacientes y muchos encuentran útil emplear técnicas de relajación como imágenes positivas, relajación muscular progresiva o meditación.
El yoga y otros tipos de actividad física también pueden disminuir los síntomas del SII y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Un ensayo clínico en el que participaron 102 pacientes encontró que aquellos que realizaban una actividad física vigorosa de tres a cinco días a la semana experimentaron una reducción de los síntomas físicos y psicológicos.
Otra técnica que puede llevarse a cabo en cualquier momento y lugar para ayudar a aliviar el dolor y la tensión es la respiración diafragmática, que es lo opuesto a sumir el vientre. En lugar de henchir el pecho cuando los pulmones se llenan de aire, el diafragma se empuja hacia el estómago, lo que causa que el vientre se eleve. Practícalo de este modo: coloca una mano por encima de tu ombligo para sentir cómo se eleva tu abdomen al inhalar lentamente por la nariz y luego se contrae al exhalar por la boca.