Un hogar es mucho más que un patrimonio material; representa una forma de existir basado en las condiciones del entorno y la herencia sociocultural.
En el paisaje urbano es cada vez más común encontrar colonias en las que un mismo modelo de casa se replica indefinidamente. La experiencia de habitar un espacio también se ve impactada por los procesos de automatización propios del modelo social y económico dominante. Y está alcanzando a las comunidades rurales e indígenas.
México es uno de los cinco países con mayor biodiversidad del planeta. Las condiciones de la naturaleza han diversificado las expresiones culturales visibles en la comida, el diseño y la arquitectura. No obstante, nuestro país también se ve constantemente amenazado por percances naturales y sociales, así como por un impacto creciente del calentamiento global.
Todo puede desmoronarse cuando la tierra palpita más de la cuenta por unos segundos. Tras los terremotos de 2017, muchas viviendas de Oaxaca se vieron afectadas debido a la falta de mantenimiento y a la pérdida progresiva de la tradición que concebía las casas como seres vivientes y pensantes.
La ayuda posterior al 19-S llegó a las comunidades del istmo de Tehuantepec por dos vías. Mientras que la mirada comercial instauró un modelo de vivienda urbano, Cooperación Comunitaria, A. C. propuso una metodología intercultural basada en la reconstrucción y reforzamiento de las casas en su diseño tradicional. Así lo compartió durante la Cátedra Entorno de la IBERO Puebla la fundadora de la asociación, Isadora Hastings García.
El problema de una construcción descontextualizada es que no solo se transforman las viviendas, sino también las dinámicas de vida, pues las casas urbanas no contemplan el desarrollo de las ocupaciones de sus residentes, como el cultivo y la ganadería. “Detrás de esto hay mucha discriminación al pensar que la gente, por tener escasos recursos económicos, puede vivir donde sea”.
Cooperación Comunitaria busca contribuir a aumentar la habitabilidad en las comunidades a través de un modelo integral que contempla las dinámicas de vida de las personas para reestablecer la vida comunitaria. El fin último, explicó Hastings García, es impulsar la autogestión de los ecosistemas en Hidalgo, Guerrero, Oaxaca y Chiapas.
Los ecosistemas han perdido su capacidad para resistir a los cambios debido a la rapidez con la que estos ocurren, lo que pone en riesgo a las poblaciones que las habitan.
Un correcto análisis de la realidad permite ver el mundo de manera interconectada. Las comunidades construyen a partir de los bienes naturales a su alcance; cuando estos se pierden, las vulnerabilidades aumentan. El modelo de trabajo basado en la producción y gestión social del hábitat permite una participación colectiva en el diseño, implementación y mantenimiento de infraestructura.
La asociación civil también privilegia el intercambio de saberes constructivos, de tal manera que las prácticas tradicionales reciben adecuaciones que permitan edificar viviendas más resistentes a los desastres naturales latentes. “La lectura de la realidad nos permite analizar y entender un momento y una situación. No siempre vamos a encontrar respuestas en los libros”.
Cooperación Comunitaria ha impulsado el diálogo de saberes entre las comunidades. Además, han recopilado las técnicas tradicionales de construcción en manuales e instructivos para asegurar su preservación y sensibilizar sobre su importancia. Isidora Hastings llamó a virar hacia un enfoque biocéntrico que permita que la naturaleza y la cultura sean contempladas en todos procesos de producción y consumo.