También ha ganado los premios Juegos Florales Iberoamericanos Ciudad del Carmen, 2019, y el Nacional de Poesía de Zaachila, Oaxaca, entre muchos más
Manuel Parra Aguilar se recuerda como un niño frente a un libro en el cual las palabras tienen una cadencia inusual. Castigado en aquel salón escucha el bullicio de sus compañeros en el patio de la escuela. Su falta le impidió jugar y lo obligó a leer la historia de El lagarto está llorando, de Federico García Lorca, al que se sumarían poemas de Asunción Silva, Rafael Alberti y autores de la generación del 27. Aquellas palabras, imágenes y ritmos que atrajeron su atención fueron el origen de lo que hoy lo define como un poeta.
Estudiante del Doctorado en Literatura Hispanoamericana, en la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP, Manuel Parra Aguilar ha sido galardonado recientemente con el Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines, edición 2021, por su obra Los muchachos de Guinness book, libro que aborda una poesía psicológica en la que se expone la exclusión y la desgracia humana.
“En Los muchachos de Guinness book trabajo con personajes, pero también dejo pequeños pedazos de lo que soy. Traté de mostrar cómo estas personas —famosas en el siglo pasado por presentarse en espectáculos del cine y el circo— padecieron gigantismo o enanismo por una enfermedad. Qué fue de sus vidas y cómo eran considerados como ‛distintos’ a lo ‛normal’, cuando en realidad eran iguales a nosotros; eso lo reflejé y busqué conciliarlo a través de un libro poético”.
Manuel Parra expresa en uno de sus versos: “No basta elegir la lógica de las cosas/ ser elegido por ellas”, y a él lo eligió la literatura, a contracorriente de su decisión de dedicarse al oficio de mecánico automotriz, en lo que se desempeñó cuando terminó la preparatoria, hasta que finalmente se inclinó por la licenciatura en Literaturas Hispánicas, en su natal Hermosillo, Sonora, de donde partió después para cursar la Maestría en Estudios de Arte y Literatura, en la Autónoma del Estado de Morelos.
Sus lecturas entonces se hicieron más sistemáticas, pero no menos gozosas, y, así, la unión con la literatura fue inevitable, porque entre más lecturas tenía, mayor era su curiosidad por saber cómo hicieron esos escritores para construir sus relatos, algo que se convirtió en una inquietud vivaz.
“Cuando tuve una mayor conciencia crítica de lo que leía, encontré a Octavio Paz, un referente fundamental. También a José Emilio Pacheco y a Eduardo Langagne, entre otros; aunque recientemente disfruto mucho a mis contemporáneos como Julia Melissa Rivas, poeta sonorense que tiene un afán por la conciencia crítica y social; también Carla Xel-Ha López Méndez, Maricela Guerrero, Armando Salgado y Balam Rodrigo, de todos ellos aprendo”.
Del cuento a la poesía
Inicié escribiendo cuento, recuerda Manuel Parra, quien reconoce que a pesar de que aún practica este género, ha sido en la poesía donde encontró los mejores canales para comunicar lo que siente y lo que busca.
“Existe un afán de expresarme a través de la poesía, ha sido el vehículo más adecuado para mí. Últimamente me acerqué al poema en prosa, una escritura poética que aprovecha todo el párrafo, todo el margen de la hoja que me da una mayor libertar de expresión que no me pide el verso. Entonces, creo que he tenido más cosas que contar en poesía, revelar quién soy, qué hay alrededor de mí, qué me representa”.
La literatura le permite saber dónde está, quién es y hacia dónde se dirige. En este sentido, los lugares en los que ha vivido influyeron en su escritura. “Yo no sabía cuando empecé a escribir la dimensión de la literatura y las posibilidades que te da estar fuera de tu ciudad. El contexto es parte determinante en lo que desarrollas como autor”.
Dedicación, disciplina e investigación: valores BUAP
Lo que inició como un castigo se volvió una forma de representar el mundo, pero eso no basta, también se crece aprendiendo. Manuel Parra sabe que paralelo a la creación poética, la profesionalización es también una necesidad. La BUAP le ofreció la oportunidad de continuar con sus metas desde la literatura y la academia, y ha sido en esta casa de estudios donde también encontró valores que reorientaron su camino.
“Buscaba aprender de los que saben, acercarme a los docentes, por eso me postulé a la BUAP, y al estar en Puebla pude replantearme hacia dónde quiero dirigirme y cómo mantener de manera disciplinada esta profesionalización”.
La dedicación que tienen los profesores para preparar sus clases, tanto presenciales como en modalidad virtual, es lo que más valora el poeta sonorense: “He visto todo ese empeño y entusiasmo por compartir el conocimiento. Fue una pasión por parte de los docentes, que no esperaba, es uno de los valores que más me sorprenden: su voluntad, el trabajo y la investigación que hay, porque se rigen por estándares con alto nivel de exigencia y eso me ayudó mucho”.
Reconocimientos a la creación
Además del Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines, Manuel Parra ha recibido el Premio Filosofía y Letras BUAP, en cuento y poesía, 2019; los Juegos Florales Iberoamericanos Ciudad del Carmen, 2019; el Premio Nacional de Poesía de Zaachila, Oaxaca; el Premio Nacional de Cuento de Zaachila, Oaxaca, 2017; el XV Premio Nacional de Poesía Amado Nervo, 2016; el XII Premio Nacional de Poesía Alonso Vidal, 2013; el XIII Premio Nacional de Poesía Tintanueva y el Premio Internacional de Poesía Oliverio Girondo, de la Sociedad Argentina de Escritores, SADE.
Como investigador ha realizado estudios del género de la poesía en prosa en Buenos Aires, Argentina. Ha participado en distintos coloquios nacionales e internacionales, con trabajos de investigación referentes a la poesía hispanoamericana reciente. En cuanto a publicaciones destacan sus libros de poesía Permanencias, Breves, Portuaria, Pertenencias, Manual del mecánico, En el estudio y Más le valiera morir; en cuento, Contrataciones.
La historia de Manuel Parra aún tiene capítulos por contar a través de su arte, el cual refleja no sólo la tenacidad y la disciplina de la creación, también el sentimiento de un creador que en un lienzo blanco siente la sensación del extravío previo al color, pero al final impregna de tonos y matices la mirada de su espectador.