Solicitó refugio en la toma feminista de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), realizada el 4 de septiembre del 2020

A los 20 años ella ya fue heroína, pero nunca quiso serlo. Nadie sabe que después de que abrazaba y daba ánimos a las mujeres que llegaban destrozadas anímicamente tras golpizas propinadas por el hombre que amaban, se quitaba su capucha negra y lloraba detrás de una cortina.

Mientras aumentaba el número de mujeres que se refugiaban en el número 60 de República de Cuba, en el centro histórico de la Ciudad de México, en “Mi” (diminutivo del nombre de la protagonista de esta historia, que utilizo por cuestiones de seguridad) también incrementaban el dolor de pecho y las ganas de salir corriendo de ese lugar, ella apenas tenía 19 años.

Nacida en Tabasco, pero radicada en Puebla, salió de esta ciudad a principios del 2020 con el único sueño de convertirse en cineasta, así que se postuló e ingresó al Centro de Capacitación Cinematrográfica (CCC), una de las dos instituciones públicas nacionales dedicadas a la enseñanza del cine en México.

El 12 de septiembre del 2020, “Mi” solicitó refugio en la toma feminista de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), realizada el 4 de septiembre del 2020, por familiares de víctimas de violencia feminicida.

La aspirante a cineasta decidió llegar a Cuba 60 tras terminar su relación con el hombre que vivía y de que su familia se negara a apoyarla, por falta de recursos, para que continuara radicando en la Ciudad de México.

Ese día llovía y su único equipaje era lo que llevaba puesto, una camisa larga, un short de mezclilla y unas botas de plataforma, además de 500 pesos y una cámara fotográfica cargada con una película blanco y negro.

Fue Erika Martínez, vocera del Bloque Negro, cuya lucha empezó́ el 2 de noviembre de 2017: el día en que su hija de siete años fue abusada sexualmente, quien la escuchó y aceptó su ingreso. Uno de los propósitos de la “okupa feminista” de la CNDH era brindar asilo a mujeres que se encontraban en situación de calle o en necesidad por violencia familiar o abuso sexual.

Al entrar al recinto y participar del círculo que formaban unas 60 mujeres que contaban su historia de violencia machista, la primera que escuchó fue la de una joven cuyo novio le había provocado un aborto a punta de patadas. Al terminar el relato la mujer pintó en una pared la frase: “Los aliados feministas no existen”. “Mi” de inmediato, tomó su primera fotografía.

“Era como estar en el limbo. Al principio solo eran abrazos y hablar de nuestras experiencias como mujeres. Estuve siete meses, irme fue un golpe muy duro, fue soltar un espacio que era el único lugar donde me sentía libre, en dónde todas, sin conocernos decíamos: yo daría la vida por ti”.

Para “Mi” la okupa de la CNDH fue romantizada por el movimiento feminista internacional, pero nadie conocía lo que realmente sucedía al interior del edificio y en cada una de las corazonas de las activistas, además, consideró que también fueron endiosadas, principalmente las líderes.

“Ahí también era como un patriarcado disfrazado de feminismo. Nosotras decíamos que la okupa era como un roce a la libertad porque nos abrazábamos y hacíamos círculos para decir nuestros sentimientos, pero al final del día siempre estaba el yugo de poder y todo el tiempo había una que estuviera encima de la otra”.

Esta situación, aseguró, era provocada por la diferencia de pensamientos y edades de todas las que habitaban la okupa, no por una acción intencional.

Acuerpando el feminismo

“Mi” conoce a detalle cómo fue la toma de la CNDH, llegó una semana después de que Marcela Alemán, se amarró con las agujetas de sus tenis a una silla al no obtener una respuesta favorable sobre el seguimiento del caso de su hija Lya, víctima de violación en un kínder en San Luis Potosí; y de cómo Erika Martínez tomó el edificio con las colectivas que apoyaban a Marcela al ver que esta se retiraba.

Sobre la llegada de Yesenia Zamudio del Frente Nacional Ni Una Menos, creado tras el feminicidio de su hija María de Jesús Jaimes Zamudio, de 19 años, quien era estudiante del Instituto Politécnico Nacional (IPN), asesinada por dos hombres que la arrojaron de un quinto piso en el 2016, “Mi” comentó que el rompimiento con la activista se ocasionó por motivos que prefiere no comentar por respeto a la memoria de “Marichuy”, “una de nuestras muertas”; sin embargo, aclaró que Zamudio no comprendió que acuerpar es la acción colectiva de cuerpos para proveerse de energía política para resistir y actuar contra opresiones patriarcales, y no un acto de cuidarle la espalda a una sola persona.

Las confrontaciones sobre el liderazgo del movimiento, las supuestas donaciones provenientes de un empresario para desestabilizar el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador con una toma feminista que se colocó en la mira del mundo entero, las infiltradas que envió el gobierno federal para desmembrar el movimiento, también las conoce.

“Vivir en la okupa era como si cada día contara por una semana, el tiempo era eterno y sentíamos que habíamos estado ahí por años. Todos los días había cosas nuevas. Que si llegaba una hermana con un caso más de violencia, que si teníamos que acuerpar en tal lugar. Éramos un foco político demasiado encendido. No sabíamos que iba a pasar al día siguiente, si la policía iba a entrar por una ventana o por el techo. Tanto era nuestro miedo que no dormíamos, cualquier ruido nos alertaba. En la madrugada llegaban patrullas con sirenas y luces encendidas, a veces los policías tocaban la puerta solo para amedrentar”.

Durante más de medio año “Mi” acudió a manifestaciones y tomas de edificios, persiguió a agresores, dio fuerza a mujeres violentadas, gritó por todas aquellas mujeres que no regresaron a casa, hasta que decidió seguir su camino, uno en el que no existiera más el miedo, la paranoia y las acusaciones de traición que comenzaron a caer sobre las activistas que retomaron su vida habitual.

“Mi” narró que dejó la okupa para asistir a clases en el CCC, después de que conociera a una joven cineasta, que grabó testimonios de las mujeres que habitaban la CNDH, que la invitó a vivir en su casa.

Al mes de intentar rehacer su vida fue convocada para acuerpar la okupa, habían llegado citatorios de las autoridades ministeriales contra algunas activistas por la toma de la CNDH. “Mi”, sin dudarlo, se presentó para apoyar a sus hermanas, pero nada volvió a ser igual.

“Cuando llegué eran tanta la paranoia y el estrés que a las que salimos nos llamaban tibias, cuando habíamos puesto la acuerpa bien cabrón. Abandonar le llamaban ser tibias, como si el amor propio o el amor de estar en otro lado no fuera suficiente para partir. Nosotras ya no dormíamos, éramos las guardianas del lugar, no solo éramos el Bloque Negro”.

Las llamadas de auxilio de mujeres violentadas empezaban a caer en redes sociales y en números telefónicos de las activistas. Así, con capucha puesta salían del edificio de la CNDH a prestar auxilio arriesgando su propia seguridad.

“Mi” recordó una mañana que fueron a Xochimilco a ayudar a una mujer cuyo esposo, un taxista, la había amenazado con lastimar a los dos hijos de ambos. Al llegar los niños estaban a bordo del taxi y el hombre les aventó el vehículo para huir, pero gracias a un vecino que simpatizaba con el movimiento, que las subió a su auto, le dieron alcance al taxista y pudieron bajar a los niños para entregárselos a su madre, a quien llevaron a vivir a la okupa.

“Ella nos decía: ¡Ustedes son mis heroínas! Yo pensaba: no quiero ser tu heroína, quisiera estar tranquila, apenas tengo 19 años, ¿por qué tengo que cargar con este peso extraño de tener que proteger a alguien que no soy yo misma? Y así llegaban más mujeres con sus hijos a las tres de la mañana a decirnos que sus maridos las acababan de arrastrar por la calle y nosotras con la entereza de decirles lo correcto, pero por dentro con un pinche dolor en el pecho.

Cruzábamos una cortina en donde no nos veían las mujeres que iban llegando, nos quitábamos la capucha y empezábamos a llorar, decíamos ¡Wey ya no puedo más! Neta, ¿porqué tengo que estar escuchando esto todos los pinches días? Ya no tengo fuerza, apenas si puedo procesar lo que me ha pasado a mí también”.

La Mariposa Amarilla

“Mi” dormía en el llamado “Cuarto de las virgencitas”. En una pared estaba pintada la frase “Los vatos valen para pura verga, mejor besa a una morra”, y en otra una gran mariposa amarilla en cuyo alrededor estaban pegadas pequeñas mariposas amarillas de tela elaboradas por una madre buscadora. Aún conserva una mariposa de tela; la grande, la que estaba pintada en la pared, la guarda en la memoria y en su corazona.

En los primeros días de marzo del 2021, tras haber sido llamada para acuerpar la CNDH por los citatorios que llegaron de la Fiscalía General de la República (FGR) para algunas activistas, principalmente las lideresas, “Mi” decidió partir.

Dormía bajo el regazo de la mariposa amarilla cuando su amiga “R” la despertó a las cinco de la mañana para decirle que tenía mucho miedo porque había soñado con la muerte. Durante dos horas platicaron sobre qué pasaría si se iban, intercambiaron los suéteres que llevaban puestos y así abandonaron la okupa feminista. Tomaron Ubers con diferente destino, pero nunca dejaron de ser amigas y hasta hoy se frecuentan.

Sentada en la sala de mi casa “Mi” aseguró que el feminismo es un privilegio de las que conocen autoras y de las que pueden explicar que se trata de acceder al derecho humano de sentirnos seguras, de alcanzar lo mismo que los hombres, como salarios y posiciones de poder, de ser libres.

Añadió que las que viven en la sierra o en lugares marginados ni siquiera han escuchado la palabra feminismo, y que, por eso desde su nueva trinchera, el cine, contará todo tipo de historias de mujeres.

Hoy para “Mi” el activismo tiene un sabor agridulce, sabe que la violencia económica que sufren las mujeres supera al ideal, que así las infiltraron y que al descubrir que la okupa era monitoreada desde adentro, lloró hasta vomitar.

“Me quedo con mi abrazo al feminismo de sentirme segura, no solamente yo, sino todas las morras que me rodean. Abrazo a la Mi de ese momento, pero abrazo mucho más a la Mi de ahora, la que supo partir a tiempo, la que supo decir: si esto me quita más estabilidad de la que tengo no es aquí. Como decía una amiga: no vuelvo a meterme en ningún lugar a ciegas, a prestarle mi vida, mi cabeza y mi corazona a algo así. No vuelvo a meterme nada más porque el ideal me gane”.

Para “Mi” es importante que el feminismo tenga una acción directa contra las autoridades policiacas, de ahí el grito de protesta “La policía no me cuida, me cuidan mis amigas”, sin embargo, reconoció que esto no significa que por ser feminista tengan que golpearse con la policía, y bajo ese pretexto, los uniformados las gaseen o les apunten con una pistola en la cabeza en las manifestaciones.

“No quiero que me maten, no quiero ser una mártir. Quiero vivir y seguir creando lazos entre mujeres conscientes y abrazarnos entre todas, para mí eso es el feminismo. No es posible vivir en la utopía, además el mundo no va a cambiar de la noche a la mañana, pero sí de poquito a poquito si avanzamos juntas y nos vamos abriendo espacios. Al final del día si alguien ve las películas que haré, lo logré, porque tocaré el corazón de las personas”.

“Mi” tiene tatuado en el pecho un corazón que dice “Fems acab”, ese fue su primer tatuaje y se lo realizó en la okupa, para que nunca olvide donde estuvo. A ella la conocí siendo una adolescente que reía a carcajadas, bailaba y parloteaba todo el tiempo, su color favorito era el amarillo. Es hermosa por dentro y por fuera. Hoy, convertida en mujer, tiene un sueño que es más grande que la pantalla en la que contará historias en las que seguro volará al lado de su mariposa amarilla.

 La rifa solidaria

Tras la salida de la okupa, “Mi” regresó de inmediato al CCC y actualmente realiza una rifa de cuatro fotografías de su autoría tomadas durante su estancia en la CNDH, mismas que están intervenidas artísticamente por sus amigas.

“Como algunxs de ustedes saben, estudio Cine en el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) y aunque para algunas personas la colegiatura es un tema económico accesible, para mí no lo es del todo, por eso hago esta rifa con toda mi corazona, apoyada de increíbles morras, amigas, artistas, compañeras de vida que me sostienen un chingo con su existencia y resistencia.

La RIFA tendrá 4 ganadorxs, por lo tanto 4 increíbles premios que consisten en 4 fotografías de mi autoría, tomadas en lo que fue mi hogar durante muchos meses, en físico, con una impresión en hoja de algodón de 20×13.2cm, realizada por @omare_1 enmarcadas en banak con acabado en cera natural, Marialuisa blanca de 3cm, Ph neutro, montaje en sintra y vidrio claro”

El costo del boleto es de $160 pesos, serán 100 números y la rifa se realizará el próximo 8 de marzo que se conmemora el Día Internacional de la Mujer.

Si deseas ayudar a “Mi” los datos bancarios son los siguientes:

BBVA.
N.de Cuenta. 156 789 8684
N. de Tarjeta de Débito
4152 3138 3821 7649
Concepto: Donación

Por Mónica Franco

Periodismo de género, reportera y columnista. Soy sobreviviente, insurrecta e independiente. Amo la libertad y escribo historias de imperfectas como yo. Creo en las hijas del pueblo, en las que llegamos sin mediación de un hombre y que caminamos a la par de ellos.

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