Con su aterrizaje final, la adolescente quería transmitir el espíritu de la aviación a niñas y mujeres jóvenes de todo el mundo,

La piloto belgabritánica Zara Rutherford batió el jueves el récord mundial como la mujer más joven en dar la vuelta al mundo en un vuelo en solitario, al aterrizar su avioneta en el oeste de Bélgica 155 días después de despegar.

Rutherford pasará a aparecer en el libro Guinness de los Récords tras batir la marca que marcó la aviadora Shaesta Waiz en 2017, a los 30 años.

El récord total seguirá fuera del alcance de Rutherford, dado que el británico Travis Ludlow rebajó la marca el año pasado al conseguirlo con 18 años.



El vuelo de Rutherford en su avión ultraligero Shark debía tomar tres meses, pero el mal tiempo y problemas de visas la mantuvieron en tierra, en ocasiones durante semanas, lo que alargó su aventura en casi dos meses.

El tiempo del jueves en el aeropuerto de Kortrijk era nublado con brisa.

“El invierno en Europa supone muchos desafíos”, dijo, después de que el tiempo le impidiera volar durante varios días en el último tramo del viaje. Durante su recorrido sufrió temperaturas de -35 grados Celsius (-31 grados Fahrenheit) en Siberia y de 32 grados Celsius (90 Fahrenheit) en Indonesia. La niebla, el humo de incendios forestales e inclusos los tifones también causaron retrasos.

En su viaje de más de 52.000 kilómetros (28.000 millas náuticas), hizo escalas en cinco continentes y visitó 41 países.

“Es una aventura, definitivamente”, dijo.

En su vuelo, Rutherford tuvo que evitar incendios forestales en California, lidiar con el frío en Rusia y evitar por poco el espacio aéreo norcoreano. Voló según las Normas de Vuelo Visual, básicamente guiándose por la vista, lo que a menudo le costó tiempo cuando sistemas más sofisticados le habrían permitido atravesar nubes y niebla.

En ocasiones temió por su vida y en ocasiones simplemente añoraba las comodidades del hogar. Volar es cosa de familia, ya que sus padres son pilotos y ella ha viajado en avionetas desde los seis años. A los 14 empezó a pilotar.

Con su aterrizaje final, la adolescente quería transmitir el espíritu de la aviación a niñas y mujeres jóvenes de todo el mundo, así como el entusiasmo por estudios como ciencias exactas, matemáticas, ingeniería y tecnología.

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