Cuando los escándalos mediáticos se convierten en crisis política: ¿Por qué Boris Johnson sí y AMLO no?

Cada escándalo mediático se convierte en crisis de acuerdo al contexto, inclusive, la intensidad del escándalo. Un contexto socio – cultural, la participación ciudadana, la percepción de los actores políticos y gubernamentales, y la historia política son algunos de los elementos a considerar para el manejo de los escándalos y crisis mediáticas.

Por ejemplo, no es lo mismo un escándalo mediático en el Reino Unido, que en otros países de Latino América como en México que, la atracción de la ciudadanía hacia la política está directamente proporcional a cuán grande es el espectáculo de filtraciones que además son provocadas y controladas por círculos de poder para consolidar la narrativa política de una forma de gobierno, en este país pareciera que, los daños, incluidos los colaterales, son perfectamente controlados para un fin que favorece al gobierno en turno.

Aquí en nuestro país, la nueva forma de hacer política y la nueva forma de comunicación política gubernamental está sustentada en una estrategia que tiene el pulso del imaginario colectivo y de las emociones sociales que son tan esenciales para planificar una estrategia ya sea electoral o gubernamental, pero que, pocas veces son implementados los estudios cualitativos. Me atrevería a afirmar que, habían sido olvidados por lo menos en los últimos diez años por los gobiernos anteriores, que, a diferencia del gobierno actual, sí utiliza los estudios cualitativos para implementar estrategias con una narrativa política sustentada en el contexto y la percepción social. Ejemplo, la narrativa de López Obrador durante sus campañas presidenciales previas a la de su triunfo en 2018, la sigue vigente porque jamás se desviaron de la estrategia de comunicación política.

Para muchos, podría parecer que la forma de gobernar es “de ocurrencias” y quizá esto en la mayoría de los casos de los gobiernos en sus tres órdenes, es así: mucha impulsividad, poca planeación estratégica que deriva en la falta de eficiencia y eficacia. Pero, la forma de comunicar, jamás ha sido con base en “ocurrencias” y nula planificación estratégica. Todo lo contrario, como nunca en nuestro país una comunicación política gubernamental había estado tan sustentada en el estudio cualitativo del contexto socio- cultural y de las emociones colectivas.

¿Y por qué es tan importante basar una estrategia en estudios cualitativos? Porque a diferencia de los cuantitativos -que por su puesto tienen su importancia y jamás deben dejarse de lado al planificar una estrategia comunicacional- te permiten tener el pulso de las emociones colectivas que difícilmente pueden cambiar de un día para otro – como ocurre con las tendencias en las encuestas cuantitativas- las emociones colectivas, por el contrario, pueden incluso ser exponenciales con una narrativa política impecable.

Es por ello que, en este ámbito, no hay quien le gane al Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador; la oposición no ha encontrado la fórmula acertada para dar tiros de precisión, no importa cuántos escándalos se filtren en contra del gobierno emanado de Morena, jamás pasan de escándalo a crisis gubernamental y se desdibujan fácilmente. A diferencia de la estrategia del partido hegemónico que supo incrustar narrativas para exponenciar las emociones colectivas que ya estaban a flor de piel es por ello que la aceptación del Gobierno de López Obrador sigue siendo tan alta, pese a los ataques con estrategias fallidas de la oposición, pese a estar a mitad de su trienio en el que cualquier gobernante se ve mermado por el desgaste público, pese a la inflación, pese a la violencia, pese al narcotráfico, pese al mal manejo de la pandemia, pese a todo habrá López Obrador para rato (apúntelo y recuérdelo).

En cambio, lo que pasó con los escándalos mediáticos del Primer Ministro del Reino Unido Boris Johnson y sus funcionarios derivó en una crisis insostenible: 50 renuncias de miembros de su gobierno y, lo que tenía que suceder luego de una estrategia asertiva de ataque contra Johnson, presenta su renuncia como líder del Partido Conservador y dirime de su cargo como Primer Ministro, con un impecable discurso, eso sí.

El discurso de renuncia, fue lo único impecable que hizo su equipo de comunicación estratégica, las filtraciones en los medios de comunicación escandalosamente mediáticos: fiestas ilegales organizadas por su gobierno durante la pandemia celebradas en Downing Street, presentar una prórroga ilegal a la Reina y luego tener que disculparse públicamente por haberla avergonzado, la filtración de haber pedido a un donante del Partido Conservador 280,000 euros para remodelar su residencia Downing Street y callar ante las acusaciones, acusaciones de abuso sexual por parte de un miembro de su gabinete que primero dijo desconocer y luego dijo su vocera que sí conocía, pero estaban resueltas, mal comportamiento de Pitcher en una fiesta “manoseando a dos personas”…

En fin, desde el “partygate” hasta denuncias de abusos por parte de Legisladores del Partido Conservador, llevaron a una crisis mediática y política a Borish Johnson que no supo cómo contener; incluso como prevenir un escándalo y por ende una crisis. Siempre soy de la idea de que en política es mejor planear estrategias con prospectiva para prevenir y en caso de pasar por alto cualquier escenario de ataque mediático, “apagar el fuego” inmediatamente.

A Boris y su equipo de estrategas, se les olvidó el contexto político y de participación ciudadana del Reino Unido, de las jerarquías monárquicas, del contexto inédito de la pandemia y sus consecuencias, en salud, en economía y por su puesto en las emociones colectivas; las emociones que en México y en el Reino Unido y en China y en cualquier parte del mundo no pueden ser dejadas a un lado al momento de planificar una estrategia de comunicación política, acá la oposición no lo entiende, en el cono sur el equipo del Presidente Argentino Alberto Fernández, tampoco; en Brasil Bolsonaro y sus estrategas ni siquiera sabían que se requiere siempre medir el pulso de lo socio emocional.

En cambio, tenemos a un equipo de estrategas dirigido por Abraham Mendieta – que podemos o no estar de acuerdo en las formas de sus estrategias, porque muchas de ellas quebrantan nuestras leyes electorales, porque muchas de ellas poco ayudan a la esencia de la bondad humana- que mantiene a un López Obrador con una aprobación del 60% y eso que, es español – no me molesta en lo absoluto, estoy a favor de ser ciudadane del mundo- y el pulso que le arrojan los datos cualitativos de nuestro país, lo sabe leer mejor que cualquier mexicano.

Tenemos a un Bukele de El Salvador, que, como nadie, comprende todos los sectores socio económicos y generacionales de su país. Y, aunque algunes muches no estemos de acuerdo en su forma de quebrantar la presunción de inocencia al exhibir los rostros de detenidos que no han sido juzgados por la justicia pero que ya son juzgados y quemados en la hoguera por ser pandilleros, aunque cuando lo entrevistan en “Luisito comunica” uno se da cuenta que no es tan brillante como parece, pero su equipo de estrategas sí y lo mantienen con un 80% de aceptación siendo el presidente más popular de América Latina.

Twitter: @AlesandraMartin

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