En éste mundo tan duro, lo que menos necesitamos es obligar a más personas a usar armaduras para aparentar valentía cuando están sufriendo.
Estamos muy acostumbrados incluso socialmente a mostrar empatía con quienes sufren un duelo, como la muerte de un ser querido, pero también solemos minimizar las pérdidas que consideramos poco importantes desde nuestro muy particular y limitado punto de vista.
Un duelo no tiene que ser necesariamente una muerte para causar dolor, puede ser una separación, que te hagan ghosting, el que tu crush tenga pareja, el que te mudes de casa, que pierdas tu empleo, que te diagnostiquen una enfermedad que sea tratable, que se extravíe tu mascota o que se te pierda un objeto con un alto valor sentimental, entre otros.
¿Por qué estos eventos pueden desencadenar un duelo? Porque te enfrentan a un proceso de adaptación doloroso, que es propiamente el objetivo del duelo.
Si es doloroso para ti, debes asumirlo como tal, como un duelo que te llevará a enfrentarte a un cambio en tu vida tal como la conocías y más allá de si los demás lo comprenden o no, debes tratar de legitimizar tu dolor, expresarlo con quien pueda comprenderte y si no cuentas con alguien para hablarlo, escríbelo pues la única manera de asimilar un cambio doloroso en nuestra vida es haciéndolo consciente por medio de la expresión.
El proceso de duelo no está limitado a la muerte, sino a ciclos que terminan, ya sea de manera voluntaria o no, pero que tendrán un impacto en nuestra vida y por ello pueden ser tan diversos y aunque lo trataremos en otro momento, pueden ser incluso cambios que consideramos para bien o para mejorar, pero que a final de cuentas conllevan una adaptación, como un mejor puesto, una casa más grande o un cambio de residencia a un lugar deseado. Si no se procesan adecuadamente, los duelos pueden llevarnos a sabotearnos para regresar a la situación anterior porque no logramos hacernos conscientes de los cambios que implicaba dicha mejora.
Es por estas razones, que se vuelve indispensable validar nuestro dolor tomando como único referente, el cómo nos hace sentir, pues independientemente de si la pérdida desde fuera se entiende como permanente, trágica o importante, estamos hablando de nuestra vivencia, que a final de cuentas construye nuestra realidad y puede llevarnos a un profundo sufrimiento cuando no somos capaces de procesarlo.
Si estamos cerca de alguien que está sufriendo por algo que no consideramos “importante” recordemos lo anterior, pues esa persona está sufriendo desde su experiencia de vida y no es comparable con la de nadie. No minimicemos el dolor de nadie, porque no nos damos cuenta del daño que le podemos estar causando, al hacerla sentir incapaz, cobarde, exagerada por su sufrimiento, es decir, la estamos violentando por sufrir.
Lo que cualquier persona que sufre sin importar la causa, merece, es comprensión, empatía y escucha activa. Si no somos capaces de brindar, palabras de apoyo, no digamos nada pues el solo hecho de escuchar, ya está ayudando a asimilar lo ocurrido. Esto particularmente sucede con los jóvenes de quienes minimizamos el sufrimiento, sin ser conscientes que también se deprimen, que también terminan con sus vidas por todo aquello que no supimos validar y comprender en su momento. Tampoco sirve ponerse de ejemplo y hacer una lista de nuestro propio sufrimiento para demostrar aquellos hechos por los que “sí” vale la pena sufrir, pues pueden ser también hechos sin importancia para alguien más.
En éste mundo tan duro, lo que menos necesitamos es obligar a más personas a usar armaduras para aparentar valentía cuando están sufriendo. Necesitamos corazones empáticos que sean capaces de comprender el dolor ajeno aunque no lo estén experimentando, pues como hemos dicho en varias ocasiones, en casa se establecen las bases y si ponemos nuestro granito de arena, podemos tener un poco de esperanza para ésta sociedad que parece cada día más deshumanizada.
Espero que lo anterior les haya sido de interés y que no olviden que sin importar lo que fue, si dolió, dolió y eso no nos hace incapaces o débiles. Tan sólo nos hace humanos.
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¡Hasta pronto! Nos leeremos nuevamente desde el diván.