A la distancia, sin observar las reuniones intermitentes de personas de edades diversas frente a su portón principal, el inmueble construido en el Porfiriato parecía una víctima más de grafiteros, otro edificio pintarrajeado por vándalos, como tantos otros que han servido de lienzos para garabatos de autores anónimos sin talento.
Pero, no; mensajes y dibujos eran muestras de cariño, exposiciones resumidas de sentimientos hacia una fría construcción que este martes quedó envuelta por la nostalgia de cientos de ex alumnos y alumnos, de maestros y ex maestros, de trabajadores y ex trabajadores
Con canas o sin canas, viejos o jóvenes, hombres y mujeres tomaron la decisión de despedirse de su escuela inaugurada en 1908, luego que las autoridades revelaron que analizan la posibilidad de derruirla o dejar de usarla como plantel eduicativo, tras las lesiones causadas por el terremoto del martes 19 de este mes
Y es que los recuerdos son muchos.
Susana Martínez estudió en la Leona Vicario en la década de los sesentas. Recuerda a su maestra Conchita con mucho cariño, también a la maestra Delfina, pese a que era lo más exigente. «Te enseñaban a coser, a tejer, a bordar, a respetar, el civismo era muy importante».
Maleny Montesinos dejó la Leona Vicario en 2015, ahora tiene 18 años. Este martes, regresó a su escuela porque quería recordar a sus amigos, cómo tomaban clases y cómo se divertía en los descansos, sin olvidar los apodos de los maestros.
Diego Bautista prácticamente obtuvo albergue en este plantel después de ser expulsado de otros. Siente una tristeza muy grande, según el quinceañero de boina estilo Che Guevara. «A pesar de que estuve muy poco tiempo aquí, me llegué a encariñar con la escuela».
Con la tristeza a cuestas, unos en la mañana, otros a medio día, en la tarde o en la noche, de a poco o en grupo, apartaron un tiempo para darle adiós a esta escuela emblemática de la zona monumental angelopolitana.
Para Susana, uno debe aceptar cuando las cosas no funcionan y reconocer que pueden representar un gran daño. «Básicamente, aquí lo importante es no arriesgar a los alumnos», pero no deja de pensar en la posibilidad de un plan de reconstrucción, pese a que el año pasado 1.8 millones de pesos fueron destinados a esta tarea.
Los himnos de la escuela y el nacional remataron la despedida de esas personas que alguna vez fueron estudiantes de la Leona Vicario. No faltaron las porras, ni la voz entrecortada de uno o de varios, tampoco las lágrimas, de una o de varios. Al final, la cara gacha, la mirada en el piso evidenció que la memoría se había remontado a aquellos tiempos. «Qué tiempos aquellos».