La jirafa hallada en Uganda tenía huesos metacarpianos y radiales más cortos, pero un cuello mayor para una jirafa de su edad. 

Científicos de la Fundación para la Conservación de Jirafas (GCF, por sus siglas en inglés) han documentado por primera vez la existencia de dos jirafas enanas en Uganda y Namibia, confirmó en un comunicado la organización, que trabaja para la supervivencia de estos animales en 16 países africanos.

Una de las jirafas enanas, apodada Gimli por los investigadores en honor al personaje de ficción de «El Señor de los Anillos», vive en el Parque Nacional Murchison Falls en Uganda, y la otra, Nigel, en una granja privada en el centro de Namibia.

Ambas, según un artículo publicado el pasado 30 de diciembre en el foro científico BMC Research Notes, sufrirían algún tipo de displasia esquelética, denominación que engloba los trastornos genéticos que afectan al crecimiento de los huesos y cartílagos, especialmente de la cabeza, la columna vertebral y los brazos y las piernas.

«Los casos de animales salvajes con este tipo de displasias esqueléticas son extraordinariamente raros», confirmó en un comunicado el autor principal de este estudio, Michael Brown, becario postdoctoral de la GCF y del Instituto Smithsonian de Conservación Biológica.

Usando técnicas de fotogrametría digital láser, los investigadores midieron las extremidades de las dos jirafas enanas: la longitud del cuello, los huesos de la parte superior e inferior de la pierna (radio y metacarpiano) y el tobillo (falange).

Así descubrieron que la jirafa hallada en Uganda tenía huesos metacarpianos y radiales más cortos, pero un cuello mayor para una jirafa de su edad; mientras que la jirafa de Namibia tenía tanto el metacarpiano como el radio y el cuello más cortos.

«Si bien el agricultor de Namibia había observado a Nigel con regularidad a lo largo de los años, fue solo después de nuestras observaciones que se dio cuenta de que Nigel no era una jirafa adolescente sino un macho completamente desarrollado», explicó Emma Wells, co-autora del estudio.

Por ejemplo, la falange de la jirafa de Namibia mide 15,8 centímetros frente a una longitud media para esa población de 21,2 centímetros, según los resultados del estudio, mientras que los dos animales exhibieron dimensiones metacarpianas más cortas que la media (que es 65,1 cm) con 52,35 centímetros Gimli y 50,89 centímetros Nigel.

Paradójicamente, la longitud del cuello de la jirafa de Uganda (146,13 cm) superó la media poblacional de una jirafa subadulta (135,21 cm) en oposición a la jirafa de Namibia, cuyo cuello mide tan solo 101,15 centímetros.

UNA MENOR POBLACIÓN

Los investigadores están estudiando ahora si esta anomalía estaría o no relacionada con una abrupta disminución, en las últimas tres décadas, del número de jirafas salvajes que existen en el continente africano, cuya población actual ronda los 111.000 ejemplares, según estimaciones de la fundación.

Este descenso demográfico podría estar provocando el apareamiento entre jirafas de círculos cercanos, y estas prácticas endogámicas podrían ser las causantes de variaciones genéticas raras como la displasia esquelética.

El estudio señala que la población de jirafas del Parque Nacional Murchison Falls en Uganda experimentó una reducción significativa a finales de la década de 1980 «como resultado de los disturbios civiles y la caza furtiva», si bien advierten que es poco probable que Gimli sea fruto de esa menor diversidad genética.

«Las jirafas están pasando por una extinción silenciosa en África. El hecho de que esta sea la primera descripción (que tenemos) de jirafas enanas es solo otro ejemplo de lo poco que sabemos», concluyó el director y cofundador de la GCF, Julian Fennessy, quién urgió a «salvarlas antes de que sea demasiado tarde».

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