En Tailandia y en todo el mundo se entrena a los perros para que detecten el coronavirus en las humanos; los resultados han sido impresionantes.
Bobby es un buen chico. Bravo también.
Angel es una buena chica, y cuando se sentó, con sus peludos cuartos traseros resbalando un poco sobre el suelo de baldosas, levantó una pata para enfatizar, como si dijera: “Es esta bola de algodón que mi refinada nariz ha identificado, la que huele a COVID–19”.
Los tres labradores, que trabajan en una clínica universitaria de Bangkok, forman parte de un cuerpo mundial de perros entrenados para olfatear la COVID-19 en las personas. Los estudios preliminares, llevados a cabo en varios países, sugieren que su tasa de detección puede superar la de las pruebas rápidas de antígenos que suelen usarse en aeropuertos y otros lugares públicos.
“Para los perros, el olor es obvio, como lo es para nosotros la carne a la parrilla”, afirma Kaywalee Chatdarong, vicedecana de investigación e innovación de la facultad de ciencias veterinarias de la Universidad de Chulalongkorn, en Bangkok.
La esperanza es que los perros puedan ser desplegados en espacios públicos concurridos, como estadios o terminales de trasporte, para identificar a las personas que portan el virus. Sus habilidades se están desarrollando en Tailandia, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Chile, Australia, Bélgica y Alemania, entre otros países. Han patrullado aeropuertos de Finlandia, Líbano y Emiratos Árabes Unidos, y en Estados Unidos, algunas empresas privadas los han usado en eventos deportivos.
Angel, de pelaje rubio pálido con una papada incipiente y aficionada a aplastar botellas de plástico, es la estrella de la manada en la Universidad de Chulalongkorn. Pero en conjunto, los perros entrenados en Tailandia —Angel, Bobby, Bravo y otros tres, Apollo, Tiger y Nasa— detectaron el virus con precisión el 96,2 por ciento de las veces en entornos controlados, según los investigadores de la universidad. Los estudios realizados en Alemania y Emiratos Árabes Unidos obtuvieron resultados más bajos, pero también impresionantes.
Según sus proponentes, los perros rastreadores resultan más rápidos y económicos que las pruebas de reacción en cadena de la polimerasa (PCR, por su sigla en inglés). Una inhalación de aire a través de sus sensibles hocicos es suficiente para identificar en un segundo el compuesto orgánico volátil o cóctel de compuestos que se producen cuando una persona con COVID-19 desprende células dañadas, dicen los investigadores.
“Las pruebas PCR no son inmediatas y se producen falsos negativos, mientras que sabemos que los perros pueden detectar la covid en su fase de incubación”, afirma Anne-Lise Chaber, experta en salud interdisciplinar de la Facultad de Ciencias Animales y Veterinarias de la Universidad de Adelaida, Australia, que ha trabajado durante seis meses con 15 perros olfateadores de covid.
Algunos métodos de detección, como tomar la temperatura a las personas, no pueden identificar a los infectados asintomáticos. Pero los perros sí pueden, porque los pulmones y la tráquea infectados producen un olor característico. Además, los perros necesitan menos moléculas para olfatear la covid que las que se requieren para las pruebas PCR, señalan los investigadores tailandeses.
Los labradores tailandeses forman parte de un proyecto de investigación dirigido conjuntamente por la Universidad de Chulalongkorn y Chevron. La empresa petrolera ya había usado perros para analizar a sus empleados en alta mar en busca de drogas ilegales, y un directivo tailandés se preguntó si los animales podrían hacer lo mismo con el coronavirus. La capacidad de un perro para olfatear la COVID-19 no difiere, en teoría, de su destreza para detectar estupefacientes, explosivos o una Scooby Galleta escondida en un bolsillo.
A los seis perros se les asignaron seis adiestradores, que los expusieron a bolas de algodón impregnadas del sudor de las medias y las axilas de individuos positivos a la covid. Los investigadores afirman que los riesgos para los perros son bajos: no se sabe que el coronavirus sea fácilmente transmisible a través del sudor, una materia prima abundante en la tropical Tailandia. En cambio, la principal vía de transmisión parecen ser las gotículas respiratorias.
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