El paciente se coloca frente al radar durante un minuto y se le mide la temperatura, el pulso y otros signos. 

Tamara fue una víctima fatal del covid-19 en la primera ola de contagios de la pandemia en 2020. Vivía en Tel Aviv y trabajaba como obrera en la Industria Aeroespacial Israelí (IAI). Tenía 45 años de edad cuando murió a causa de esta enfermedad que durante un año ha provocado alrededor de 2.8 millones de muertos en el mundo.

“Trabajaba en la manufactura de sistemas de microondas”, recordó Israel Lupa, ingeniero electrónico mexicano que colabora también con la IAI, la empresa gubernamental más importante en la producción de sistemas aeronáuticos de uso civil y militar en Israel.

Lupa es vicepresidente de una empresa subsidiaria de la IAI (llamada ELTA) y forma parte de un grupo de ingenieros que pensaron que la muerte de Tamara era una lección. Echaron manos a la obra y convirtieron un radar militar en un sistema capaz de detectar síntomas de covid a distancia. “Dejamos nuestro trabajo normal e hicimos este radar, este tipo de sistema no es lo que nosotros hacemos normalmente.

Lo construimos porque entendimos que se necesitaba algo e hicimos lo que podíamos. Nosotros no podíamos desarrollar pastillas, pero podíamos desarrollar este sistema”, explicó Lupa, quien vive desde joven en Israel y hoy tiene 61 años y está “felizmente casado, con tres hijos y dos nietos”. En otras palabras, el radar pasó de detectar migrantes y terroristas en las fronteras a medir signos vitales de pacientes en hospitales.

De esa manera se soluciona una necesidad que surgió desde los primeros días de la pandemia: el contacto del personal médico con los enfermos que llegan para un primer diagnóstico. De acuerdo con un informe de Amnistía Internacional y de la Internacional de Servicios Públicos, hasta febrero de 2021 han muerto 17 mil profesionales de la salud, llamados ahora “personal en primera línea de combate”, pues son ellos quienes tienen mayor contacto con enfermos de covid.

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Con el radar, ese contacto se reduce a cero, por lo menos durante el proceso de diagnóstico, cuando el paciente llega aún sin saber si efectivamente padece covid. Israel Lupa explicó el funcionamiento del radar: “el paciente se coloca en una habitación y está parado a dos o tres metros de distancia del sistema, por su parte, la enfermera está ubicada en otra habitación, o sea que ni siquiera tienen que estar en el mismo cuarto.

El paciente se coloca frente al radar durante un minuto y se le mide la temperatura, el pulso y otros signos; todo eso se traslada a una pantalla que puede leer la enfermera”. De esta forma, el personal médico diagnostica si la persona tiene síntomas de covid sin tener contacto directo.

En el proyecto de transformación del radar trabajaron 50 personas a quienes se les ocurrió que alguno de los sistemas que desarrollaba ELTA para detectar aviones, buques, personas y animales podría servir para detectar movimientos del interior del cuerpo:

“De esa manera podemos también tener la información de la respiración y del pulso”, explicó Lupa. En menos de un mes ese equipo de ingenieros desarrolló el radar modificado (tuvieron que cambiar todo el software) del tamaño de un teléfono celular, el cual ya está instalado en tres hospitales.

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Lupa confió en que el sistema se masifique, pues a pesar de que la vacunación avanza, el personal médico aún es (y lo será en el futuro) uno de los sectores más vulnerables por el contacto con pacientes durante el diagnóstico.

“Creemos que este radar y este tipo de funcionamiento va a ser usado en el futuro también para hacer el escaneo de personas en aeropuertos o en la entrada de estadios para juegos de basquetbol, futbol y conciertos.

Es una forma efectiva de saber si las personas que están entrando están sanas o no”. El funcionamiento del sistema se divide en tres partes: primero, mide la temperatura a través de una cámara térmica; segundo, detecta pequeños movimientos pulmonares y corazón y así conocer la respiración y pulso de la persona; tercero, convertir esos movimientos en números para que el personal médico reciba la información ya codificada. El sistema, que cuesta unos 200 mil dólares, no es de uso exclusivo.

Lupa señaló que está a disposición de cualquier gobierno o institución que quiera adquirir “Tamara”. Así se llama el radar, igual que la obrera víctima de coronavirus. “Le llamamos Tamara al radar. Ella fue la primera y única trabajadora de la compañía que se murió de Covid y por eso queríamos darle en su honor el nombre al sistema”, dice Israel Lupa.

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