El presidente del comité de organización de los Juegos Olímpicos, Tony Estanguet, recibió como si de una medalla de oro se tratara la simbólica llave de la Villa, de manos del responsable de la empresa encargada de las obras olímpicas, Solideo.
«Es un gran día», «estamos todos participando en la aventura de un siglo», celebró Macron, quien prometió durante una visita al recinto que se bañará en el Sena, uno de los símbolos de la cita olímpica, sin precisar cuándo.
El Sena atraviesa la Villa Olímpica, que acogerá a casi 14.500 atletas y entrenadores durante los Juegos Olímpicos (del 26 de julio al 11 de agosto), y a 9.000 durante los Paralímpicos (del 28 de agosto al 8 de septiembre).
Su construcción duró siete años y «pese al Covid, dos años de inflación y la guerra en Ucrania», «lo han logrado a tiempo, dentro del presupuesto y con una ejemplaridad social y medioambiental», subrayó el presidente francés.
La presidencia francesa aseguró que sólo hubo un costo adicional inferior al 3%, sin tener en cuenta la inflación. El total rondó los 2.000 millones de euros (2.170 millones de dólares).
«Manifiesto del siglo XXI»
Cuando el despilfarro, las obras apresuradas y los extravagantes proyectos de infraestructuras han empañado en el pasado la reputación de los Juegos Olímpicos, París–2024 abogaba por un modelo «sobrio» y climáticamente responsable.
«Hemos hecho de la Villa Olímpica no sólo un escaparate, sino también un manifiesto de las grandes cuestiones urbanas del siglo XXI», declaró Nicolas Ferrand, responsable de Solideo, sobre este espacio de 52 hectáreas, situado al norte de París.
Los organizadores afirman que, gracias al uso de estructuras de hormigón y madera con bajas emisiones de carbono y a un sistema de calefacción geotérmica renovable, la Villa generará alrededor de la mitad de emisiones carbono que un edificio clásico.
Este sitio, que se convertirá tras la cita olímpica en un barrio de oficinas y viviendas de las ciudades de Saint–Denis, Saint–Ouen y L’Île–Sain–Denis. Contará además con paneles solares, sistemas de reutilización de agua y de purificación del aire.
Situada a caballo de esas tres ciudades, la Villa Olímpica cuenta con unos 82 edificios, 3.000 departamentos y 7.200 habitaciones, y tiene en su corazón la Ciudad del Cine, que acogerá el restaurante principal, con capacidad para 3.500 cubiertos.
Pero aún queda trabajo para poder acoger a las 206 delegaciones olímpicas. Los organizadores tendrán que equipar ahora los departamentos con camas, mesas y el resto del mobiliario, así como acondicionar los centros de servicios para los atletas.
«Como en casa»
Laurent Michaud, responsable de la Villa Olímpica del comité de organización, evalúa en más de 345.000 los artículos necesarios: edredones, mesillas de noche, camas (14.250), ventiladores (8.200), sofás (5.535).
«Habrá dos atletas por cada habitación de 12 m2 y un cuarto de baño para cuatro personas. Todo el mundo estará en igualdad de condiciones», explica.
El equipamiento y los servicios correrán a cargo de los patrocinadores.
Esta efímera ciudad contará con servicios de lavandería y de conserjería, tienda de alimentos, comisaría, peluquería, sala de fitness, bar (sin alcohol), un centro multiconfesional e incluso oficina de correos.
Una policlínica de 3.000 m2 también estará a disposición de los atletas las 24 horas del día para tratamientos, exploraciones o resonancias magnéticas.
Los pisos carecerán de cocina, pero los atletas contarán con dos restaurantes y con ‘food-trucks’ (camiones de comida) repartidos por toda la Villa.
«Nuestra ambición es que los atletas se sientan como en casa», aseguró Laurent Pasteur, de la empresa de restauración Sodexo, respecto al «restaurante más grande del mundo» situado en la Ciudad del Cine, que estará abierto 24 horas.
Los deportistas podrán disfrutar de cuatro espacios temáticos: especialidades francesas, asiáticas, internacionales y afrocaribeñas y, como en casa, deberán recoger la vajilla reutilizable tras cada comida.
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Foto: Ludovic Marin / Pool/AFP