El único pedido que Jana le hizo a Diego fue poder conocer a su abuelo, Chitoro
“Siempre lo supe, no es que mi mamá un día me dijo: tu papá es Maradona”.
En las últimas semanas, Jana fue -y sigue siendo- uno de los nombres que más se repitió en las miles de notas que recorrieron el mundo acerca del estado de salud de su padre, Diego Armando Maradona. Y si bien hoy la joven, de 24 años, es una de las personas que más cerca está del Diez, que se plantó con firmeza en los pasillos de la Clínica Olivos durante su internación, y quien junto a sus hermanas Dalma y Gianinna y el resto del círculo íntimo del astro tiene poder de decisión acerca de cómo y dónde lleva a cabo su rehabilitación, esto no siempre fue así.
Nacida el 4 de abril de 1996 e hija de Valeria Sabalain -hoy viviendo en Ibiza-, hubo una época en la que no solo no formaba parte del entorno del campeón del mundo de 1986, sino que ni siquiera se apellidaba Maradona. La historia fue repetida incansablemente por los programas de espectáculos por el carácter mediático que tiene todo lo que sea relacionado a Pelusa, incluso sigue siendo un argumento utilizado por los detractores de la leyenda a la hora de criticarlo. Pero nunca se había escuchado o leído su versión.
En una entrevista exclusiva, en el marco del documental por los 60 años de Maradona, Jana le contó a Infobae los detalles del primer encuentro con su padre, cómo aprendió a ser una Maradona y qué estaría dispuesta a hacer para cumplir el último gran sueño de Diego: reunir en una mesa a todos sus hijos.
La memoria de Jana no la lleva a una fecha en particular, ella asegura que siempre fue consciente de que su progenitor era Diego, aquel hombre que veía en televisión y era tratado como un Dios pagano por todos aquellos que lo admiraban. Dice que la razón por la que lo sabía se debe a las innumerables audiencias, juicios y demás aspectos ligados a la Justicia a las que se sometió prácticamente desde su nacimiento, cuando su madre decidió iniciar acciones legales contra Maradona. A pesar de todo ello, afirma que fue feliz durante sus primeros años de vida.
“Mi infancia fue súper feliz con mi mamá, mis amigas del colegio, mi abuela, mi niñera. No es que lo sufrí, no fue tan trágico. Claro que tuve que hacerme mi coraza. Si alguien me decía ‘ay, sos hija de Maradona, ¿y por qué no te reconoce?’ Y yo con 7 años… ¿quién contesta con 7 años eso? Entonces yo le decía ‘bueno si no querés creer, no me creas, está todo bien, no me interesa’. Mi mamá tampoco es que me crió rencorosa”, reveló.
Sin embargo, sí recuerda cuándo fue el día, ese click, en el que se le despertaron sus ganas de conocer a Diego. Con apenas 15 años, Jana sufrió la pérdida de su tío, un ser querido muy importante en su vida. Aquel episodio la movilizó y la incentivó a cambiar de parecer. “Ahí dije ‘somos mortales’ y no quería que él se vaya de este mundo sin conocerme ni yo tampoco irme de este mundo sin conocerlo. Entonces, a partir de ese momento, tomé la decisión de que no importaba si lo veía diez segundos y nada más, yo quería que por lo menos nos tuviéramos de frente”, rememoró.
Claro que conseguirlo no fue nada fácil. Esa aventura por poder estar cara a cara con el mejor futbolista de todos los tiempos iba a tardar poco más de tres años en materializarse, recién a fines de 2014. “A partir de ahí, con mi abogado hicimos todas las maneras posibles y correctas para llegar a Maradona. Fue muy difícil. Le escribí una carta, hablé con gente cercana y era imposible. Hasta que un día, una periodista, amiga de mi mamá, me avisó dónde podía encontrarlo. Estábamos en Palermo paseando y nos dice que Diego estaba en un gimnasio en Cañitas. Estábamos re cerca. Mi mamá se puso nerviosa y no quería ir, pero yo estaba re decidida”, contó la muchacha que por ese entonces se encontraba realizando el CBC para ingresar a la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Una vez llegadas al recinto, madre e hija se encontraron con una incertidumbre inversamente proporcional a la distancia que los separaba del astro. Tan solo unos molinetes en la entrada del lugar las separaban de su objetivo, pero las dudas acerca de cómo abordar la situación eran tan grandes que pasaron por una sucesión de acciones para concretarlo. Luego de algunas llamadas a su abogado, bajar la ansiedad que las adueñaba y de una dosis de autoconvencimiento para seguir adelante, ambas dieron el paso: “Cuando encaré a la recepcionista para explicarle, ella se quedó como ‘¿Qué?, ¡Una hija de Maradona que lo viene a conocer!’, pero me dijo que iba a preguntar. Fueron los 10 minutos más largos de mi vida. Volvió y nos dijo que me iba a recibir”.
“Toda mi vida había sido un no y en ese momento me dijo que sí”, evocó al traer ese momento al presente, casi con la misma emoción que habrá sentido y los ojos igual de brillantes. “Cuando pasamos, se abrazaron con mi mamá y lloraron. Fue todo muy emotivo. A mí me abrazó y me pidió perdón. Sinceramente, fue re sanador. Lo primero que me dijo es ‘perdoname’, le pedía perdón a mi mamá. Ahí nos sentamos, me preguntó mi nombre, cuántos años tenía y después la de las preguntas fui yo”, relató.
No había dudas, tanto los análisis de ADN como la sentencia de la jueza que intervino en su caso habían decretado que Maradona era su padre, pero Jana quería oírlo de él: “Yo necesitaba su confirmación. Entonces le digo ‘¿soy tu hija?’. Y me dijo ‘y si mamita, si sos igual a mí’. Y nos reímos”.
Una vez consumado el primer contacto y dilucidados los interrogantes básicos, Jana le hizo solo un pedido a Diego: conocer a Chitoro, padre del Diez. Pelusa no solo cumplió con el petitorio al día siguiente, sino que también la presentó al resto del clan, como sus tías, tíos y primos. Incluso, la joven pasó la Navidad de 2014 con la familia Maradona. “Me encontré con un tipo re tranqui. Capaz que en la tele, lo que yo analizo, se hace como una coraza porque todos le dan tanto que obviamente él no puede mostrarse débil ante tanta agresión”, expone hoy su lectura de aquel momento acerca de con qué tipo de persona se topó.
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