Lapuente, en la antesala de su cumpleaños 76, los mismos que cumplió el club camotero en este mes de mayo, intenta rememorar lo vivido con el Puebla.
En el verano de 1982, el Puebla era un equipo por el que nadie daba nada. Hundido repentinamente por la devaluación más importante en la historia del país, La Franja vio escapar a sus figuras internacionales y a su técnico antes de iniciar el campeonato de la Temporada 82-83. Pero de la mano de Manuel Lapuente resurgió para alzar un título inesperado.
“Faltando ocho días para que empezara el torneo no había equipo”, relata Raúl Arias, mediocampista en aquel campeonato.
Manolo (Lapuente) era vicepresidente y tuvo que tomar al equipo, y ahí empiezan a llegar jugadores como Toño de la Torre, El Chaplin Ceballos, Ítalo Estupiñán, Paul Moreno, El Mango Orozco. Había mucha improvisación para empezar el torneo”, relata Arias.
“Les dije que sí”, recuerda, a su vez, Lapuente. “Pero nos teníamos que reforzar y llevamos gente importante, se hizo un equipo muy fuerte, y la verdad cumplimos al cien por ciento. Todos los partidos se jugaban a tope. Y cuando calificamos, lo primero que pensé fue: ‘No nos va a ganar nadie’”.
No tardó La Franja en acoplarse a contratiempo, comenzando la campaña con dos triunfos y un empate, y finalizando como tercero de la tabla al llegar a la fiesta grande. Hoy, Arias le busca explicaciones a aquel nivel de juego.
“Era un equipo que no tenía ninguna presión. Para muchos estaba para descender, y eso ayudó, porque jugábamos con mucha libertad. Manolo, en su visión de un gran jugador que fue, encontró el mecanismo para hacer un conjunto desequilibrante y aparecieron jugadores jóvenes como Arturo Álvarez, El Mango Orozco, de la noche a la mañana aparece Paul Moreno, y eso hizo un equilibrio entre madurez y juventud”.
Además, aprovecharon el emblemático Estadio Cuauhtémoc.
“Nos hicimos dominadores de una cancha muy difícil para los rivales. Era una cancha pesada, con horario de domingo a las 12, y el equipo aprendió a manejar los ritmos y a hacerse dominador de ese escenario”, señala Arias.
Lapuente revela el remedio que siguió para que sus entonces pupilos lograran alcanzar ese nivel imprevisto.
“Luché por tener un grupo unido. Platicábamos varias veces y les decía que si no se juntaban, mínimo se vieran a las caras: ‘Ése que está a su lado les puede caer mal, pero también los puede ayudar a triunfar’, yo les decía”.
Lapuente tenía una motivación personal de la que se agarró para impulsarse al que fuera el primero de sus cinco títulos que presume como entrenador de Primera División.
“No se me olvida que don Fernando Marcos, que en paz descanse, nos llamaba ‘El equipo de los viejitos’, porque yo me guiaba por la experiencia para contratar a los jugadores”, recuerda. “Claro, eran mayores, pero no viejitos. ‘Seguramente se van a ir al descenso’, decía. Entonces, le dije: ‘Don Fer, se va usted a equivocar’”.
En una final memorable en el Cuauhtémoc vencieron a las Chivas en la tanda de penales.
“Cuando Luis Enrique Fernández mete el gol y suenan las campanas de todo Puebla, fue un momento imborrable. Me sigue poniendo la piel de gallina”, admite Arias.
Lapuente, en la antesala de su cumpleaños 76, los mismos que cumplió el club camotero en este mes de mayo, intenta rememorar.
“La gente estaba vuelta loca, y se hizo un paseo por la victoria. Nos subieron en un camión de redilas, íbamos como toros”, relata.
“¡Como ganado!”, se alcanza a escuchar la voz de su esposa por la bocina telefónica, atenta a la entrevista de Lapuente, quien continúa: “Salimos de las oficinas del equipo, que estaban en…”, intenta recordar, mientras su mujer exclama: ‘En Avenida Juárez’, se escucha al fondo.
“Mi señora me está soplando. Claro, ella se acuerda mejor, estaba abajo, aplaudiéndome. Entonces hicimos la vuelta en todo Puebla, y salimos todos muy hermanados, una de las cosas más hermosas que he vivido en el futbol”.