Los medicamentos psiquiátricos pueden ser el factor diferencial entre la recuperación bioquímica y el estancamiento.
Imagínese un abismo oceánico sin principio ni final. Uno flota a la deriva, pero no podrá hacerlo por mucho tiempo: los músculos se acalambrarán; la piel no resistirá la temperatura; los pulmones se sofocarán. Es necesario apoyarse en algo que permita mantener al cuerpo en la superficie.
Esta analogía fue planteada por el Dr. Daniel Ordaz en una charla en la IBERO Puebla para explicar el funcionamiento de la medicina psiquiátrica, especialmente para delimitar sus alcances: las pastillas no propulsan a las personas de vuelta al muelle, sino que evitan que se sigan hundiendo. Toca a cada quién, advirtió, nadar de regreso a la plenitud.
La depresión solía concebirse como un acontecimiento que ocurría exclusivamente por factores internos, o bien, externos; hoy se sabe que el fenómeno es complejo y multifactorial. A nivel biológico, se trata de un daño neuronal que en la actualidad representa la segunda causa de incapacidad laboral, misma que, no obstante, no es reconocida por la mayoría de las instancias nacionales de salud.
Al igual que los padecimientos que atiende, la psiquiatría se ha visto marginada por los estigmas sociales y la desinformación. El estudio de los trastornos mentales suele ubicarse al margen de la medicina, tanto en los espacios físicos como en la praxis profesional. Las clínicas para la salud mental, cada vez más escasas, se han ubicado en lugares remotos de las ciudades como una analogía de la incomodidad que provoca hablar de la mente y las emociones.
El riesgo de recurrencia se incrementa con cada recaída. Las alteraciones cerebrales provocadas por la depresión devienen en problemas cognitivos debido a una interrupción de las funciones neuronales, así como una reducción del tamaño del hipocampo y de la corteza prefrontal. “Es como si el hígado disminuyera su volumen. ¿Ustedes creen que es cuestión de ‘echarle ganas’?”, ironizó Ordaz.
Considerado “la llave de la depresión”, el hipocampo resiente la exposición al estrés constante y produce químicos que detienen la regeneración neuronal, proceso que puede tomar hasta dos semanas en recuperarse. El sueño es un factor clave para ello, pues ayuda a regular la generación de sustancias potencialmente tóxicas para el cerebro. Una persona deprimida ve alterado su ciclo de sueño, lo que provoca una reacción en cadena perjudicial para el sistema inmunológico.
Diferentes estudios han confirmado que el uso de antidepresivos en situaciones donde el hipocampo se ha visto afectado favorece la plasticidad cerebral, lo que contribuye a mejorar el ánimo y fortalecer los neurotransmisores. El efecto de los fármacos, señaló el psicoterapeuta, es similar al de los fertilizantes en la agricultura: equilibra los procesos bioquímicos de las glándulas más importantes.
Daniel Ordaz fue crítico con los sistemas de educación en salud, pues, a su juicio, han redoblado esfuerzos en el tratamiento de enfermedades crónicas sin considerar los trastornos mentales. “Hace falta muchísima conciencia sobre lo que es la salud mental y qué tanto afecta. Si no lo vemos ahora tendremos consecuencias mucho más graves en cinco años”.
Con los antidepresivos se busca estabilizar todas las parcelas del organismo que se encuentran alteradas como consecuencia de diversas circunstancias. Existen opciones para tratar la amplia gama de trastornos psiquiátricos, desde la bipolaridad, la fobia social y el pánico hasta el estrés postraumático y los problemas alimenticios. Se trata de un auxiliar que evita las inflamaciones nocivas y que, administrado oportunamente, contribuye a prevenir recaídas o efectos graves.
La depresión es crónica y progresiva. El fin último de la intervención farmacológica es mejorar la calidad de vida de las personas. “Cada vez hay más evidencias, tanto clínicas como neurobiológicas, sobre la importancia de tratar de forma efectiva la depresión desde el principio. Estos cuadros no empiezan cuando somos viejos, sino desde edades muy tempranas”, subrayó el experto.