El agua es un derecho humano fundamental para garantizar la vida y su preservación. Esto ha sido reconocido y reiterado en múltiples ocasiones por importantes organizaciones globales como las Naciones Unidas, o marcos legales fundamentales en México como la propia Constitución, que garantiza este derecho en el artículo 12.
Sin embargo, la falta de infraestructura y abastecimiento del vital líquido en varias zonas del país obstaculiza el acceso a este derecho, sobre todo para las comunidades rurales y las periferias. Ejemplo de esto son las comunidades de La Reforma, Españita en Tlaxcala, Santa Bárbara Almoloya de San Pedro Cholula y La Resurrección Tepetitla y Ampliación del Valle del Paraíso en Puebla, todas colindantes con la cuenca del río Atoyac.
Así lo explicó el geógrafo, experto en gobernanza y autogestión del agua en comunidades, David Jiménez Ramos, en el Seminario de Investigación 2023 del Instituto de Investigaciones en Medio Ambiente Xabier Gorostiaga, SJ (IIMA) de la IBERO Puebla.
El académico detalló la importancia de las prácticas de cuidado, administración y valoración del agua que se llevan a cabo en estas comunidades, pues han implementado valiosos sistemas de repartición y suministro que han hecho frente al desabasto.
“El agua es un bien común y colectivo. Es sagrado, espiritual, cultural. Es la base de muchas comunidades y su relación con lo no vivo. Por lo tanto, crea, alimenta y reproduce la vida misma”: David Jiménez
Las comunidades tienen dos métodos fundamentales para lograr un adecuado manejo del agua: los comités comunitarios, y los acuerdos político-sociales. Estos dos métodos de gobernanza ayudan al manejo de los pozos de abastecimiento, que coordinan principalmente las mujeres.
“La importancia de estos comités es que son autoridades colectivas encargadas de administrar, operar y distribuir el agua en términos de gobernanza. Este es el espacio en donde está ocurriendo la democratización y esta articulación entre diversos actores”, explicó.
Además, estos órganos comunitarios han fomentado la cohesión social en los espacios donde se insertan, lo que une a las comunidades para algo que va más allá de la prestación del servicio; les une ante injusticias y fomenta una identidad cultural más profunda.
En palabras de Jiménez Ramos, estos grupos “convocan a una enseñanza movilizadora que genera acción colectiva, organización, movilización y acción directa. El agua contribuye a que la gente se organice para resolver otros problemas que no tienen que ver con ella, como la seguridad, la infraestructura comunitaria, cuestiones educativas y por supuesto la generación de recursos”.
Las y los miembros de las comunidades de Puebla y Tlaxcala circundantes al Río Atoyac, son un ejemplo vivo de lucha y reformulación de los aparatos de Estado que han permitido deliberadamente la industrialización masiva y contaminación de la cuenca. Esto, agregó el ponente, es algo que se debe preservar y defender desde otros contextos.
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