Aun cuando la experiencia es altamente valorada por las empresas, el historial curricular de recién egresados puede nutrirse con experiencias extraacadémicas y voluntariados.
El inicio de la vida laboral supone uno de los momentos cruciales en el desarrollo profesional y personal de las personas. Al igual que la mayoría de los ejes de la vida, esta etapa ha estado sujeta a los múltiples cambios que supone el resguardo doméstico para frenar los contagios de COVID-19.
Como explicó el consultor Nicholas Standage durante un foro organizado por universidades del Sistema Universitario Jesuita (SUJ), en el último año ha aumentado considerablemente el modelo de teletrabajo, lo que supone una diseminación de horarios y jornadas laborales.
Esto implica una transformación de los liderazgos, mismos que han fomentado encuentros más cercanos e inmediatos. Los servicios de contacto estrictamente presencial han sido los más afectados por la pandemia: hotelería, producción automotriz, construcción, distribución de productos e industria química. En contraste, las empresas relacionadas con tecnología, comercio electrónico y finanzas se han visto fortalecidas.
Estas empresas en crecimiento, explicó el colaborador de Symplicity Corporation, están en búsqueda de profesionistas con competencias en comunicación, resolución de problemas, trabajo en equipo, adaptabilidad y flexibilidad.
Destacó que, en menor medida, se aprecia el conocimiento profundo de un tema o técnica, aunque puede variar dependiendo de la naturaleza y estado de la organización. Las áreas funcionales con mayor demanda se relacionan con el trabajo de datos, relaciones públicas, robótica, inteligencia artificial, biotecnología y atención primaria en cuestiones de salud. En concreto, se trata de ocupaciones que no pueden ser ejecutadas por máquinas, sino que requieren el ejercicio y la sensibilidad humana.
Muchas empresas solicitan años de experiencia que no tienen los jóvenes recién egresados de Licenciatura. Ante este escenario, los nuevos profesionistas pueden recurrir a sus competencias formativas y otras actividades como ofertas de valor. “Las empresas no se fijan mucho en las calificaciones. Si pueden acumular experiencia en actividades extracurriculares, inclúyanlo en el currículo.
Esto da competencias”. Standage relató cómo, al terminar sus estudios y buscar su primer empleo, realizó su “plan de ataque” para definir los objetivos, las acciones que habría de ejecutar para cumplirlos y las señales para identificar el éxito.
Dicho plan, aclaró, tiene que ser realista y acotarse a plazos. En el proceso de elección de empleo, la consideración de los intereses y capacidades personales juega un papel clave. Recomendó asistir a las ferias de empleabilidad que organizan las universidades e instituciones de vinculación, estas sirven para tejer redes profesionales.
A partir de ello, se pueden hacer prácticas de aplicación a ofertas atractivas de trabajo. Sobre las entrevistas, destacó el valor de la preparación y el ensayo previo.
“Va a haber fracasos. Muchas aplicaciones serán un ‘NO’ crudo, pero lo importante es seguir intentándolo”. Una de las bondades de las nuevas modalidades laborales es que existe una mayor oferta para trabajo remoto que puede beneficiar a personas que no viven en la ciudad donde se laborará. Los primeros 30 días en un empleo nuevo son de aprendizaje: comprender la cultura organizacional, los quehaceres del puesto y la forma en que la empresa mide el éxito. A los 60 días, el nuevo recluta comienza a agregar valor, expresar sus ideas y asumir responsabilidades.
Es a partir de los tres meses que la proactividad se estabiliza y se puede comenzar a adaptar la estrategia de crecimiento individual. La constancia es un factor fundamental. De igual manera, deben evitarse los pretextos o pensamientos que obstaculicen la proactividad en el proceso de búsqueda de empleo. “La empleabilidad se centra en la actitud positiva, la constancia, la disposición, la educación y las competencias. Si acertamos en esto, seremos un perfil empleable”, cerró Nicholas Standage.