La ficción se coló en la realidad y al revés.
VENENO
Atresplayer, Dolor y gloria tiene un final alternativo, que no es ese último plano de un Almodóvar rodando por fin su película autobiográfica, sino la ceremonia de los Goya del pasado enero, en la que esa misma película autobiográfica arrasó con los principales premios, lo que le otorgó una pátina heroica al sufrimiento del cineasta y protagonista.
El mundo real completó entonces la historia en pantalla. La ficción se coló en la realidad y al revés. Veneno ha tenido un recorrido parecido: la historia que cuenta la ficción de Javier Ambrossi y Javier Calvo, la vida de la vedette trans Cristina Ortiz, ya no termina con su muerte, en el último capítulo.
La excelente serie que la mitifica ha tenido un éxito tan apabullante —no solo en España, sino en Estados Unidos, donde acaba de estrenarse— que es imposible obviar la segunda vida que le ha dado a Ortiz como icono popular, ya no solo trans, que también: un símbolo que examina y redime lo peor de la España de noventa, ilumina la lucha trans de años pasados y muestra el camino para una generación futura.
Este epílogo es indivisible de la historia contada en la pantalla. Una serie que invente una forma tan fresca de imaginar y rodar España igual merecía estar en esta lista por méritos televisivos. Una serie LGTBIQ con tanto alcance, quizá también por méritos sociales. Una serie que, con esos dos elementos, ha provocado este final, sin duda. Por Tom C. Avendaño
ANTIDISTURBIOS
Movistar + La cámara de Rodrigo Sorogoyen se convierte en uno más de los policías antidisturbios que tienen que ejecutar un desahucio en difíciles condiciones. Cámara al hombro, acompaña a esta ficticia Unidad de Intervención Policial en una corrala del centro de Madrid donde decenas de personas tratan de parar el desahucio. La cosa no sale bien, al menos en la trama. La serie de Movistar + escrita por el propio Sorogoyen e Isabel Peña, en cambio, es una de las mejores producciones del año.
Tomando como punto de partida la actividad de seis antidisturbios y la investigación de asuntos internos a partir de ese desahucio, la historia desentraña una trama de corrupción con diferentes ramificaciones que trata de desenmarañar una policía menuda, obstinada y que no soporta que le hagan trampas ni al Trivial. Por Natalia Marcos.
HOW TO WITH JOHN WILSON HBO
Si hubiera que describir How to with John Wilson a un amigo, quizás lo mejor que se podría hacer sería decir: “Mírala y ya me cuentas”. Esta serie documental es uno de los experimentos más divertidos y creativos que ha parido la televisión este año, pero no se parece a nada que hayas visto antes.
Es una lección de vida en la que un hombre utiliza Nueva York como paleta para hablar de los andamios, la memoria o los prepucios. Todo ello bañado con una capa de nostalgia y ternura inesperada en una producción con la que reírse a carcajadas. Una locura de HBO que resulta tener más personalidad visual que la mayoría de las series en emisión.
La imagen es su guion y cada captura te hará preguntarte cómo ha logrado encajar todo para que funcione. Por lo tanto, ¿cómo describiría How to… a un amigo? Muy fácil: John Wilson es el mejor narrador de nuestra vida y hasta la cosa más insignificante tiene un enorme significado. Por Eneko Ruiz Jiménez
LO QUE HACEMOS EN LAS SOMBRAS HBO
Los vampiros viven entre nosotros desde hace siglos.
Y en lugares con tan poco glamur como Staten Island, a tiro de piedra de Nueva York, pero no es lo mismo… Lejos de la elegancia y tristeza de los chupasangres de Entrevista con el vampiro o de la gravedad del maestro Drácula, los vampiros protagonistas de esta serie, incluido Colin, un humano que se alimenta no de sangre sino de chupar la energía de los que le rodean a base de ser un pesado, representa a golpe de buena comedia a la humanidad. Son tan lamentables y patéticos como cualquiera de nosotros.
Y en que como espectadores lo reconozcamos está la gracia de esta ficción (original de FX, en España disponible en HBO) creada por los neozelandeses Taika Waititi y Jemaine Clement a partir de su película de mismo título.
La segunda temporada ha mostrado una madurez excelente con una mezcla de humor negro sencillo, situaciones absurdas (muy en la línea de The Office), slapstick y tintes góticos. Por Álvaro P. Ruiz de Elvira.
PATRIA HBO
Dice el guionista Aitor Gabilondo que Matria sería un buen título alternativo para Patria, la novela fenómeno y ahora serie de HBO sobre dos familias enfrentadas en Euskadi por el terrorismo de ETA y sus consecuencias. Es más, cuenta Fernando Aramburu que ese es el nombre al que tradujeron su obra en algunos países escandinavos.
Porque, más allá de las virtudes sobradamente analizadas de este relato para retratar una época cruenta en España, Patria está definida por dos mujeres, Miren y Bittori, que retratan en sus personajes los claroscuros de una sociedad matriarcal.
Todo en Ane Gabarain y Elena Irureta (famosas para quienes vieran series en euskera; desconocidas para el resto) es real, desde su manera de hablar y expresiones a sus abrigos, del modo de agarrarse al pasar por la calle a ese afecto glacial tan vasco como el bacalao al pil pil. Todo es tan real que duele. “Un wéstern de señoras”, dijo Gabilondo una vez que era Patria.
Es mucho más, sí, pero eso lo capta como nadie. Por Eneko Ruiz Jiménez
NORMAL PEOPLE
Starzplay Marianne no le cae bien a nadie en el instituto. Es guapa, es lista y hace lo que le viene en gana, pero algo la predispone a dejarse pisar por el resto o, cuando menos, a vivir apartada de todo lo que pasa.
A Marianne le gusta Connell, y a Connell le gusta Marianne, se atraen inevitablemente, pero él tiene miedo de perder su estatus, el del tipo que, sin dejar de ser un buen estudiante, cae bien a los populares, en parte porque estos se aprovechan de él, pero a eso a él no le importa porque lo que él quiere es formar parte de algo, no sentirse un bicho raro. Por eso cuando empieza a acostarse con Marianne finge que nada de eso está pasando, y ella lo acepta porque así es como funcionan las cosas para ella.
Marianne tiene una pésima relación con su hermano, una relación de sumisión enfermiza, una suerte de sadismo psicológico que alimenta su aislamiento. Pero las cosas cambian cuando la pareja, que se atrae dolorosamente ―ella querría que él la quisiera por encima de todo, él no puede dejar que eso ocurra porque no quiere dejar de ser quien es en el instituto―, llega a la universidad y empieza a alejarse, aunque nunca lo suficiente, porque lo que sienten no les permite pensar en otra cosa.
Era difícil, era complicadísimo, trasladar a la pequeña pantalla la poderosa intimidad que transmite la prosa de Sally Rooney, pero el resultado ―que ha contado con la propia autora, y nada menos que con una coreógrafa de escenas de sexo, en las que el alto voltaje lo marca la vulnerabilidad― es brillantísimo, un hito del desencaje posmilenial (y de la joven Starzplay). Por Laura Fernández
PODRÍA DESTRUIRTE HBO
A Arabella Essiedu la violan dos veces, tal vez más. No está claro cómo pudo pasar, al menos al principio. Esta joven escritora surgida de Twitter amanece un día con imágenes borrosas de la noche anterior, en la que en lugar de encerrarse a acabar el libro que le debe a sus editores se fue de fiesta: ve la cara de un hombre, en escorzo, que jadea entre caderazos. Le cuesta aceptarlo, pero no es imagen, sino recuerdo.
Alguien la drogó y violó esa noche. Si esta historia la escribiera cualquiera, sería el drama que se lee sobre el papel. Pero la firma (y produce y protagoniza y codirige) Michaela Coen, ghanesa criada en Londres, alguien de talentos únicos y polifacéticos, sobre todo para mezclar géneros y tonos.
Al actuar no huye de su capacidad para la comedia física, lo que solo agrava el drama: su Arabella es un cervatillo disparado, una luz ensombrecida, un clown triste. Tras la violación, el mundo es otro. Es un lugar dividido en agresores y protectores (y en el caso de un amigo gay, ambos según el día). El placer es una actividad de riesgo.
El trauma, equipaje emocional y catalizador vital a la vez. Es el mundo del Me Too, y Coen, que sufrió una agresión sexual similar en la vida real, lo retrata a brochazos e incisiones, con sangre y agua oxigenada, es decir, a la perfección. Por Tom C. Avendaño.
THE CROWN
Netflix La serie creada y escrita por Peter Morgan en Netflix se mantiene en la excelencia con una cuarta temporada que se adentra en los años ochenta de Gran Bretaña a través de su familia real. En esta ocasión, la reina Isabel II de Olivia Colman ha tenido que compartir el foco con la Lady Di de Emma Corrin y la Margaret Thatcher de Gillian Anderson, en una interpretación tan cercana a la realidad que hasta provoca extrañeza.
El trío de mujeres está en el centro de una de las mejores temporadas de la serie junto a un príncipe Carlos a cargo de Josh O’Connor que ha levantado ampollas en Buckingham y alrededores.
Su lujosa producción y cuidados guiones, que construyen una maravillosa ficción a partir de hechos reales, permiten brillar a un elenco de primer nivel que deja sus papeles en lo más alto: la próxima temporada se renovará el reparto para reflejar el paso del tiempo, como ya se hizo en la tercera entrega.
El listón está en lo más alto. Por Natalia Marcos
THE MANDALORIAN
Disney + Que Disney está exprimiendo el universo de Star Wars quizá más allá de sus posibilidades (y paciencia del público) es una obviedad. Que en el cine ha pinchado en lo que a calidad se refiere, también. Pero en medio de toda esta maquinaria de hacer dólares, la serie creada por Dave Filoni y Jon Favreau ha logrado el equilibrio perfecto en la fuerza, esa energía omnipresente e invisible que estabiliza, entre otras cosas, la relación entre el bien y el mal.
Es el producto perfecto para la propia compañía (y sus movimientos de marketing) y para los más fanáticos de la saga, lleno de sorpresas, referencias y personajes de otras series (de animación) de la saga, pero también funciona para el espectador pagano, que se encuentra con un concepto que en los últimos tiempos parece haberse devaluado y que siempre ha sido básico en el funcionamiento de la televisión: episodios semanales entretenidos, simples en su trama (dicho como un halago), sin complicaciones. Eso sí, con medios casi de superproducción, que también ayuda. Por Álvaro P. Ruiz de Elvira
MRS. AMERICA HBO
Comandada por una especialmente precisa Cate Blanchett en el papel de Phyllis Schlafly, una ambiciosa política ultraconservadora que prefirió hacerse a un lado consciente de que la batalla en el mundo de hombres de su partido ―el republicano― estaba perdida, y ser alguien en la lucha contra los derechos de su propio sexo, Mrs. America revive a las figuras clave de las distintas facciones del feminismo estadounidense ―de Gloria Steinem a Betty Friedan― y sus fascinantes enfrentamientos ―debates públicos con aspecto de rings de boxeo verbal― en la carrera por la aprobación de la ERA ―la Enmienda de Igualdad de Derechos― en los 53 Estados del país.
Tan brillante es la encarnación de cada una de ellas ―incluida la del personaje que pivota entre ambos mundos y da pie al mejor capítulo de la temporada, el octavo, Houston, Sarah Paulson― como necesario el retrato del momento, porque lo inconcebible es por qué no había existido hasta la fecha una serie como Mrs. America.
¿Cómo es posible que se hayan levantado todo tipo de ficciones documentales sobre las más variadas reivindicaciones y jamás se hubiese ninguna detenido a contar la historia de la lucha por los derechos de la mujer?
Solo por entender de qué manera el sistema domestica y explota a todo movimiento que le planta cara ―políticos de uno y otro bando utilizaron a las feministas y las antifeministas para ganar votos, y luego las abandonaron a su suerte― y, por supuesto, lo complejo de un cambio de paradigma que otorgaba libertad a la mitad de la población mundial, merece un lugar de honor en esta lista.