Los especialistas Arturo Gutiérrez del Ángel, Aldo Arias Yerena y Tutupika Carrillo de la Cruz, señalaron que el uso del hikuri (peyote) se preservó hasta hoy gracias a especialistas rituales y médicos tradicionales.
Considerado de “efectos diabólicos”, hace cuatro siglos, en 1620, el Santo Oficio prohibió mediante edicto el uso del peyote en toda Nueva España, imponiendo penas y castigos a quienes lo utilizaran. A pesar de ello, al ser parte integral de la cosmovisión de los grupos indígenas del centro-norte del territorio novohispano, la cactácea no dejó de usarse por los especialistas rituales y médicos tradicionales, quienes la preservaron hasta nuestros días.
De esta resistencia que ha permitido a huicholes, coras y tarahumaras, entre otros pueblos originarios, mantener su ritualidad, trató el conversatorio remoto “Las culturas de un cactus sagrado”, el cual toma su título de la exposición temporal que alberga el Museo Regional de Nayarit (MRN), recinto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que se prepara para reabrir a los visitantes bajo los protocolos de la nueva normalidad.
El encuentro virtual, transmitido a través del perfil del museo en Facebook, en sintonía con la campaña “Contigo en la Distancia”, de la Secretaría de Cultura, fue moderado por el curador de la muestra, David Velázquez Romo, y contó con la participación de los especialistas Arturo Gutiérrez del Ángel, Aldo Arias Yerena y Tutupika Carrillo de la Cruz, quienes expusieron cómo la incomprensión por parte del pensamiento occidental, hacia estas manifestaciones, llevó a la persecución del modo de vida de estas culturas.
En su experiencia, el profesor-investigador de El Colegio de San Luis, Arturo Gutiérrez del Ángel, ha tenido la oportunidad de aproximarse al sofisticado sistema de comunicación de los wixaritari (huicholes), el cual no implica la palabra hablada, sino el lenguaje no verbal encarnado en sus rituales.
Esta “geocosmogonía” compuesta por una serie de saberes que se despliegan en cantos, danzas, etc., se transmiten de forma natural a las generaciones. “Sus rituales son una especie de holeografía, es decir, para los wixaritari el centro está donde están ellos.
Para el pensamiento occidental es difícil comprender esto, uno puede decir: vamos a hablar del peyote, pero lo que he aprendido es que el hikuri (peyote) irradia su esencia hacia cada uno de los elementos que componen a la cultura, convierte a la persona en un vaso comunicante (nierika) con el lugar de los sueños: Wirikuta, donde estamos todos”.
“Esta holeografía —como la llamo— implica alejarse del razonamiento occidental o judeo-cristiano, el cual centra las ideas en un dios, en una imagen, en un país, en una persona. Nuestros procesos son individualistas, eso nos está llevando a una crisis muy profunda, y por eso nuestra sociedad está dejando de hacer rituales; en contraste, los wixaritari están sujetos unos a otros”, explicó el antropólogo. De acuerdo con Gutiérrez del Ángel, detrás de la oposición a proyectos extractivos que se ciernen sobre las rutas y puntos de peregrinación de este pueblo, está la defensa de una territorialidad que es vista como un organismo vivo que necesita mantenerse dinámico.
Para los wixaritari, que se lleve a cabo una gran excavación en Wirikuta (territorio sagrado que trasciende varias fronteras estatales), es tan grave, como sería para los guadalupanos, el que destruyan el Cerro del Tepeyac”. Por su parte, el docente de la Universidad Autónoma de Nayarit, Tutupika Carrillo de la Cruz, dedicado al estudio y enseñanza de la lengua wixarika, enfatizó que la interrupción en cada uno de los elementos que componen la ritualidad entre los huicholes, por ejemplo, de la cacería del venado o la colecta del hikuri, puede llevar al desequilibrio espiritual en la comunidad y en las familias. Lo mismo ocurre con el maíz, otra planta esencial en la cosmovisión de esta cultura.
Un caso reciente concierne a las poblaciones agrícolas que con la instalación de la Presa Hidroeléctrica Aguamilpa, en Nayarit, en 1994, cambiaron su actividad a la pesca, lo que transformó su dinámica ritual, la cual se basa, justamente, en el ciclo del maíz. Carrillo de la Cruz, quien forma parte de la comunidad wixarika, explicó que la peregrinación a Wirikuta puede ser solo espiritual: “Cuando una niña o un niño nace, los padres acuden con los abuelos para que sea presentado ante los antepasados. Este momento, en el que se invocan los cinco lugares sagrados, representa el primer rito, a partir del cual la persona es reconocida por sus ancestros y las deidades.
“Con este ritual se genera un compromiso para que la niña o el niño sigan participando en ceremonias como la del tambor, la cual dura cinco años y entraña una ‘peregrinación espiritual’ que le vinculará a Wirikuta y los lugares que lo conforman, esto se consagra cuando se está ya en posibilidad de hacer una visita física a estos sitios de la tradición. Sin embargo, no todos los wixaritari acudimos, es una aspiración a un grado mayor de saber”.
Gutiérrez del Ángel y Carrillo de la Cruz coincidieron que entre los huicholes, la ritualidad es parte del trabajo diario. Los ayunos, los desvelos, la recolecta y elaboración de alimentos que integrarán las ofrendas, es una labor más que contribuye a la cohesión familiar.
Por su parte, el antropólogo Aldo Arias Yerena, quien actualmente realiza estudios doctorales sobre los usos actuales del peyote en México y Estados Unidos, hizo hincapié en que los “nativos de Norteamérica”, un conjunto de grupos originarios que se distribuyen entre la frontera del Río Bravo y el sur de Canadá, comparten elementos de un mismo crisol cultural. En ese sentido, dijo, el ritual de la Iglesia Nativa Americana es sincrético.
Este se realiza por las noches, en ocasiones es de imploración y otras, curativo. Los devotos se congregan dentro del tipi (tienda cónica legado de su pasado seminómada) alrededor del fuego; y el sacramento, como ellos lo llaman, es el peyote, que funciona como vehículo para entablar una relación más sencilla y directa con la manifestación divina: el ‘gran espíritu’ o el ‘gran misterio’”.
Expuso que el ritual dura alrededor de 12 horas e implica rezos colectivos por la salud o el bienestar moral o económico de una o varias personas, por el cumpleaños de quien patrocina el ritual, por un enlace matrimonial o renovación de votos, por la culminación de un ciclo natural (como los cambios de estación e, incluso, la ‘jubilación’ de un líder espiritual) o la entrega de un fuego ceremonial, entre otros motivos.
“Más allá de cumplir con las formas de calendario litúrgico o agrícola, buena parte de los ritos de la Iglesia Nativa Americana, guarda relación con la salud de los miembros de la comunidad o de la familia, y tienen que ver con un ritual en el que el hikuri funciona como intercesor entre las fuerzas espirituales mayores y los sujetos”, concluyó.