La trama cambia el panorama al lograr crear un vínculo sentimental con la audiencia
El año pasado se estrenaron películas de presupuesto pequeño con mucho estilo (Viene de noche y Voraz) y una muy taquillera (It), pero la razón por la que estaba optimista fue ¡Huye! (Get Out), la crítica mordaz hacia los blancos liberales que se dicen no racistas contada a modo de pesadilla gótica y paranoica. Los críticos la celebraron, correctamente, como una obra de arte, y se convirtió en una de esas películas prestigiosas que son mencionadas de cara a las ceremonias de premiación, sobre todo antes de las nominaciones de los Oscar, que serán anunciadas el 23 de enero.
Pero cuando la nominaron en los Globos de Oro, terminó en la categoría de comedia o musical. Tras la polémica, el mismo Peele comentó que etiquetar a la película como comedia minimiza el tema principal. Aunque Peele tampoco insistió en que fuera etiquetada como de terror; dijo que ¡Huye! no cabe en un género específico y la describió como una película de “terror social” o “thriller social”. (De cualquier modo, no ganó nada en los Globos de Oro).
Como un abierto amante del terror, el intento de evitar que esa película –en la que hay sustitución de cuerpos, sustos que te hacen saltar y mucha sangre– sea etiquetada como parte del género me duele, porque pasa frecuentemente. Argumentar sobre cómo definir un género, admito, es solo un poco menos tonto que pelearse sobre qué película debe ganar algún premio, pero eso no significa que no haya pasado buena parte de mi vida entablando esos argumentos y peleas.
La Forma del Agua está directamente inspirada por La criatura de la laguna negra, la película de bajo presupuesto de 1954 sobre un humanoide acuático asesino, pero también hace referencia a las películas clásicas de terror de los años veinte y treinta, cuando los fanáticos veían en esos monstruos una nueva especie de héroes: personas marginadas y malentendidas por una sociedad cruel. Puede que el monstruo de Frankenstein haya tenido tendencias violentas, pero no era culpa suya, y tenía un lado dulce que contrastaba con la multitud que quería destruirlo.
Al permitir que la criatura no solo se quede con la chica sino que ella pueda realmente amarlo, Del Toro ha dado un paso más que cualquier otro en cuanto a su simpatía de larga data con los monstruos, aunque mantiene los elementos de violencia y de pavor. No es que haya dejado de trabajar con el terror para hacer un romance, sino que nos muestra que el romance siempre ha sido parte del terror.