La actriz de ‘Friends’, habitualmente muy celosa de su intimidad, se pronuncia cada vez más abiertamente sobre la maternidad o sus parejas.
Su aniversario lo ha celebrado por todo lo alto. Jennifer Aniston cumple este lunes 50 años pero decidió adelantar su fiesta unas horas.
El sábado por la noche la actriz convocó a sus amigos al Sunset Tower Hotel en Los Ángeles y entre ellos, un invitado sorpresa: Brad Pitt.
El actor, de 55 años, hizo una entrada discreta en la gran fiesta, a la que llegó con su largo cabello recogido bajo de una gorra, según imágenes que publica la revista People.
Pero no fue el único ex de la actriz presente en la cita; también acudió John Mayer. Por el cumpleaños de la actriz también se dejaron ver George y Amal Clooney, Reese Witherspoon, Robert Downey Jr., Ellen DeGeneres, Barbra Streisand, Keith Richards, Kate Hudson, Laura Dern, Demi Moore y Jennifer Meyer, además de Lisa Kudrow y Courteney Cox y David Arquette.
Pero ha sido la presencia de Brad Pitt la que ha acaparado toda la atención.
Tras la noticia de la separación de Aniston y su exesposo Justin Theroux en febrero de 2018, la prensa de EE UU aseguró que Pitt y Aniston, que estuvieron casados desde 2000 a 2005, habían limado diferencias y retomado una relación amistosa.
Su presencia en la fiesta lo confirma. Puede que este lunes sea uno de los días más importante del año para Aniston. Pero no el único.
El 22 de septiembre Friends, donde la actriz alcanzó la fama encarnado a Rachel Green, se anotará el tanto de ser una de las series más recordadas e importantes de la historia de la televisión al cumplirse 25 años de su estreno.
Hace un cuarto de siglo, Aniston era una principiante con media docena de títulos menores en su haber.
Pero cuando Rachel Green y su copiada melena se hicieron presentes en todo el mundo Aniston se convirtió en una cotizada y rica actriz —llegó a cobrar un millón de dólares por episodio—, aunque el punto culminante de su celebridad llegó en el año 2000, cuando pasó por el altar con la otra estrella del momento, Brad Pitt.
Quizá ese fue el momento en el que todo cambió y Aniston (o Rachel Green, ya nadie lo sabe muy bien) se instaló definitivamente en las vidas de millones de personas.
Los amores y desamores de Rachel, vistos a diario, abrieron la puerta al interés por los amores y desamores de la propia actriz.
La serie acabó en 2004, su matrimonio con Pitt en enero de 2005.
Desde entonces, para bien y para mal, crítica y medios han sido inmisericordes con ella.
Su vida ha sido escrutada por los tabloides, que le han asignado decenas de parejas y la han embarazado en más ocasiones que hijos habría podido tener.
Además de Pitt, solo se le han conocido otras dos parejas serias: el actor Vince Vaughn, con quien salió poco después de su divorcio, y el también intérprete Justin Theroux, con quien se casó.
Con cada una de sus parejas o en su soltería los medios, especialmente los estadounidenses, han mordido con fruición ese gran cebo que es Aniston.
Ella ha intentando permanecer impertérrita cada vez que alguien anunciaba que un breve michelín era el primer síntoma de un embarazo.
Pero de un tiempo a esta parte ya no se calla. Hace dos años y medio escribió un artículo de opinión en el HuffPost donde se declaraba «harta de esta especie de deporte que es el escrutinio y la humillación física que sucede todos los días bajo la apariencia del periodismo, la Primera Enmienda y las noticias de famosos».
La madurez ha llegado a Aniston y le ha dado voz. «La cosificación y el escrutinio al que sometemos a las mujeres es absurdo y perturbador», declaraba en ese artículo.
«Si soy algún tipo de símbolo para los demás, lo que sí está claro es que soy un ejemplo de cómo nosotros, como sociedad, miramos a nuestras madres, hijas, hermanas, esposas, amigas y compañeras».
La eterna intérprete de comedias románticas no permite comentarios de corte machista en las alfombras rojas y alza la voz en pro del movimiento MeToo.
Su etapa junto a Theroux (salían desde 2011, se casaron en agosto de 2015 y anunciaron su separación en febrero de 2018) también le trajo calma y serenó su relación con la prensa.
«Normalmente haríamos esto en privado, pero dado que la industria del chisme no puede resistir la oportunidad de especular e inventar, queríamos transmitir la verdad directamente. Cualquier cosa que se imprima sobre nosotros que no provenga directamente de nosotros es la narración ficticia de un tercero», dijeron, alto y claro, cuando tomaron caminos separados.
Ahora ha vuelto a recuperar su voz para quitar hierro a esos absurdos y poco plausibles dramas a los que se la ha asociado durante años: su «corazón roto», sus ansias de volver con Pitt, su falta de hijos, el convertirse en «la novia doliente de América».
Ella lo tiene claro: «Lo que determina la felicidad en la vida de alguien no es el ideal que se creó en los años cincuenta. Ese relato no lo escuchas para los hombres. Es parte del machismo, siempre la mujer es la despreciada, la desconsolada y la solterona. Nunca es lo contrario», explicaba en una entrevista con Elle en diciembre.
Esas acusaciones ya no le pesan. Ahora tiene una película y una serie —la primera que producirá el gigante tecnológico Apple, siguiendo los pasos de Amazon— pendientes de estreno.
Sigue siendo portada de revistas de moda y belleza y, aunque algo menos, de los tabloides.
Es feliz, según cuenta: «Tengo un trabajo genial. Tengo una familia genial. Tengo amigos geniales. No tengo razones para sentirme de otra manera».
Solo le queda un deseo por cumplir, como le desvelaba a James Corden en su programa: hacer una versión actual de Friends. Volver a ser Rachel Green. Si es que alguna vez ha dejado de serlo.